lunes, 28 de febrero de 2022

Five Parsecs from Home. Episodio 14: Emboscada.

 Bitácora de travesía J-606X. Apuntes de Dietrich Grüber.

La imagen holográfica de un cerebro electrónico fundido en negro rotaba muy despacio en el centro del puente de mando. Unos centímetros más abajo, la representación en cuatro dimensiones de un rostro anodino y metálico mostraba un enorme agujero ocasionado por el impacto de un arma de grueso calibre.

-Me ha costado reconstruir los nexos inalámbricos- Mencioné ampliando con mis manos la zona central del cerebro -Pero finalmente he conseguido restaurar los más indispensables-.

-¿Y eso significa?- Nadia alzó una ceja.

-Que eso me dio acceso a la memoria interna de este Soulless-.

Volví a ampliar la imagen, esta vez haciendo énfasis en la tarjeta de procesamiento, donde autopistas de nanoprocesadores y silicio constituían las redes de memoria. Señalé un rectángulo gris que afortunadamente no había sido afectado.

-El número de serie de este nanochip se corresponde con Industrias Virek, un conglomerado de empresas muy importante en el sector tecnológico que abarca desde la fabricación de androides hasta los implantes neuronales y la digitalización de la Matriz. Prácticamente todo Unity y el universo conocido dependen de esas empresas- Proseguí.

-No estoy familiarizado con ese sector- Habló Mal.

-Ni yo- Mencionó Yula, después de explotar un globo de chicle.

-Josef Virek- Dijo Sombra -Cuando formaba parte de los Sospechosos Habituales traficábamos con algunos de sus componentes militares en sectores planetarios remotos para conseguir sumas de dinero- Se alzó de hombros y añadió:- Ese millonario no suele hacer muchas apariciones públicas-.

-Pero eso no quiere decir que Virek está detrás de esto. Cualquiera pudo haber adquirido ese Soulless, programarlo y enviarlo a nosotros- Intervino James.

-Cualquiera como Wolfmother- Corrigió Mal.

A una orden de un teclado, proyecté en una holopantalla un vídeo de escasos segundos de duración. No había imagen, sólo voces.

-…Este prototipo es una nueva unidad Soulless castrense que aún no está en el mercado- La voz era masculina y sonaba cansada, poco humana -Hemos utilizado un exoesqueleto similar a los existentes para camuflar sus nuevas prestaciones. El objetivo de Floyd ZX–70 será por ahora recolectar información de tu grupo-.

-Lo comprendo- Respondió la voz femenina de Wolfmother.

-La orden será…-.

El vídeo acababa justo en ese momento.

-Hija de una hiena- Masculló Yula.

-En cierto modo, hemos tenido suerte que hayan destruido a ese Soulless– Habló Nadia.

-Os pondré las cartas sobre la mesa- Hablé después de asentir con la cabeza -En mi anterior vida trabajé para una de la división de Investigación y Desarrollo Neural de Industrias Virek. No sé cuál será el interés de ese sujeto o cómo estará relacionado con Wolfmother, pero creo que debemos actuar-.

-¿En qué sentido?- Preguntó Mal.

-Necesito en primer lugar conseguir un listado de materiales y equipos en la Estación Espacial Zeus- A una orden del teclado, en la holopantalla se proyectó un listado con todo lo que necesitaba.

-Espera, espera- Cortó James -Ni trabajando en encargos toda la vida podríamos adquirir semejantes cantidades-.

-No hablo de comprar- Respondí.

-¿Para qué quieres todo eso?- Mal me miraba con suspicacia.

-¿Recordáis el nanosoft de Arrakeen? Contiene un nuevo diseño que probablemente Virek, Wolfmother, o ambos, estén buscando. Quiero fabricar e implementar ese diseño y para ello necesito todo lo que está en esa lista-.

-Supongamos que te demos un voto de confianza- Continúo Mal -¿En qué consiste?-.

-Un biosoft. Algo que reforzará la posición de Industrias Virek en su particular monopolio-.

-¿No hay nada más?- Nadia también me miraba con difidencia, como el resto. Todos sentían recelo.

-Si vamos a robar allí, se necesitará muchísima ayuda- Dijo Sombra finalmente -Tengo ganas de ver esa estación espacial. Me han hablado mucho de ella y de la seguridad que allí hay. Mis viejos amigos estarán encantados de hacer algún alboroto-.

Omití deliberadamente el resto de la historia. Mi Ludmila

Fuertes golpes se escucharon en la escotilla del Alatriste, interrumpiendo nuestra reunión.

Se trataba de un sujeto de gran estatura. Al menos una docena de pendientes le perforaban una de sus tres orejas. Portaba un arma de escaso alcance y un servomachete de cuatro velocidades.

-¿Sois los que habéis hecho enfadar a Adara?- Sus dientes eran amarillentos y poco aseados.

-Depende. ¿Te debemos algo?- Yula aún seguía mascando el chicle.

-He visto lo que habéis hecho… Ella debe estar muy enfadada en estos momentos… Sé muy bien que buscáis información…-.

-Tu nombre por lo pronto- Le cortó Mal, secamente.

-Moses… Moses Hart. Pero mis amigos me llaman Moss. Hay una taberna no muy lejos de las dársenas… El Rincón del Espacio Reticulado… Buenas cervezas fermentadas en miel de borgest-.

-¿Y?- Nadia tenía una mano en la funda de su laser beam.

-Hay unos sujetos que quieren veros… Son mis jefes…-.

Más tarde todos acordaríamos que sabíamos que íbamos directo hacia una trampa, pero en ese momento se requerían de respuestas y alguna que otra confirmación.

Se trataba de una taberna con enormes bóvedas, mesas sin orden y mucha, demasiada gente venida de distintos lugares de Unity. Apenas llegamos al lugar, una multitud de borrachos nos había abordado.

-¡Eh, amigos! Tengo calidad de la buena-.

-Busco a un grupo de aventureros para matar a alguien en Tagarh, ¿os apuntáis? ¿tenéis nave para ir?-.

-¿Habéis visto los nuevos esclavos? ¿Vais a comprar?-.

Nadia parecía disfrutar con aquel ambiente…

…Yula también. Lo mismo se podía decir del resto.

Pasamos un tiempo indeterminado separados. En algún momento se había perdido Moses de vista, aunque no tardaríamos en volver a verle.

Tras reconocer el lugar en grupos separados, nos reunimos en torno a una mesa próxima a la salida y con las espaldas a la pared.

-¿Y bien?- Mal no dejaba de contemplar a todas las direcciones.

-Por ahora sólo ebrios repugnantes- Respondió Nadia, seguida por el resto.

Me sentía desubicado en ese lugar. La muchedumbre y los gritos eran la norma.

Moses vino acompañado de unos individuos de mal aspecto.

-Mis jefes…- Habló. Otra vez esa horrible sonrisa -Ellos quieren algo de vosotros…-.

-Pensaba que nos darías información- Repuso James.

-Aquí tienes la información que buscáis- Vociferó un matón, al tiempo que extraía un rifle militar debajo de su gabardina.

El primer disparo impactó de lleno en Moses. Nadia había sido muy rápida bajo la mesa. El hombrecillo se desplomó herido en el suelo.

Nos pusimos a cubierto y los gritos comenzaron a escucharse en la taberna. Unos metros más allá, en la barra, un Lizzard de mal carácter rompió una botella en el cráneo de un marinero espacial.

Desde la barra, un camarero extrajo una pistola láser y comenzó a disparar indiscriminadamente a todo cuanto se movía.

El caos y la confusión eran totales.

Pero quienes nos habían emboscado estaban claramente definidos. Quedaban tres tras los primeros compases.

Yula, Sombra y yo nos resguardamos tras una de las mesas volteadas y dábamos fuego de cobertura. Uno de nuestros perseguidores disparó varias veces y mató a dos clientes de la taberna que huían sin dirección aparente.

Nadia consiguió una esquina privilegiada y, con su excelente puntería, destrozó la cabeza de uno de los sicarios. Mal por su parte hizo lo mismo con otro. Quedaba uno de ellos. Un gigante de dos metros de estatura con un flame thrower que no dudó en utilizar en espacios cerrados. Maldito lunático. Inició un incendio y varios borrachos se vieron envueltos en repentinas llamas.

James consiguió dispararle en el depósito de combustible adosado a la espalda. El sicario estaba tan centrado en nosotros, que no se percató de su futuro. Nos pusimos a cubierto, detrás de una barricada improvisada con mesas.

Una explosión terminó de destrozar la mitad de la taberna.

 




Una peligrosa y desorganizada emboscada.

Conseguimos salir a duras penas del lugar. Sombra arrastraba al herido Moses, dejando un río de sangre escarlata a su paso. El sujeto moriría pronto así que no teníamos mucho tiempo.

Curiosos de Éfira se habían agolpado alrededor del lugar.

-Empieza a hablar Moss- Le amenazó Mal.

-Me duele…- Moses gimoteaba y lloraba.

-Te dolerá más- Dijo Sombra, hundiéndole un dedo en la herida.

-Está bien… Está bien…- Moss jadeaba -Somos del Gremio de Sicarios… Nos habían dicho que debíamos mataros… y que el pago sería…-.

-¿Quién?- Preguntó James.

-Alguien… de Trántor…-.

-¿Quién?- Repetí yo, esta vez.

-Una mujer… no sé más… Nos pagó por adelantado y aceptamos…-.

Sombra le soltó y Moses se desplomó en el suelo, desangrándose. Lo abandonamos a su suerte. Cerca de la taberna en llamas, algunos intentaban apagar infructuosamente el incendio con calderos de agua.

Regresamos al Alatriste con la intención de abandonar ese planeta, pero alguien nos esperaba. Se trataba de un funcionario de Unity, escoltado por tres fornidos soldados.

-Acompañarme por favor- Fue su saludo. No daba lugar a un “no” como respuesta. 

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Hasta aquí por hoy. La banda sonora de este episodio.

Saludos cordiales.

Wintermute.
 

domingo, 13 de febrero de 2022

Five Parsecs from Home. Episodio 13: Mercancías.

 Bitácora de travesía K-605Q. Apuntes de James Kraken.

Regresar a mi planeta natal después de una eternidad me provocaba un sentimiento de aprehensión. Aunque legalmente era un ciudadano de pleno derecho para Unity, en la práctica seguía siendo un fugitivo de los esclavistas locales. Había ascendido en las distintas categorías de esclavos hasta llegar a la labor de intermediario, una suerte de contable mal preparado, donde mi única función era registrar los siervos que eran vendidos a otros planetas mal desarrollados.

Odiaba volver aquí.

-Las comunicaciones son un desastre- Se quejó Yula desde la consola.

-En general, aquí todo es un desastre- Apostilló Malcolm con una mueca.

La dársena era una precaria construcción de hormigón y metacrilato, carente de sujeciones magnéticas y a la intemperie. Sombra, Dietrich y yo fijamos los anclajes del Alatriste, mediante pernos neumáticos, al suelo de cemento gris.

Un funcionario de Unity apareció escoltado por tres soldados fuertemente armados. No usaba un PAD, ni siquiera uno convencional. Tenía una hoja de papel rugoso y escribía con un anticuado apuntador de grafito y xenotita.

-Necesito vuestros nombres y el motivo de vuestra visita, ¿vais a comprar esclavos?- Preguntó mecánicamente.

-¿Acaso se puede hacer otra cosa aquí?- Replicó Mal.

El funcionario arqueó una ceja.

-Recordad que la compra debe estar justificada- Dijo con desidia.

No hacía falta justificar nada en realidad. El proceso era bastante trivial. Cualquiera podía acudir a los innumerables puestos de venta, ver la oferta disponible, acordar un precio y llevarse la mercancía. Eso éramos los nativos de Éfira. Una vulgar mercancía aprovechable para el capricho de otros.

La historia oficial de este planeta es que las cosas siempre habían sido así. Unity ejercía un control protocolario, permitía el comercio de esclavos y cobraba impuestos. El negocio era bastante simple y lucrativo.

Un planeta lleno de contradicciones y tiranía.

-¿Dónde vamos?- Interrogó Nadia mientras avanzábamos por un entramado de calles estrechas y grandes estructuras.

-A la Arena de Adara Maelcum- Respondí.

Adara era, con total certeza, una de las esclavistas con el mayor volumen de negocio de toda Éfira. Si había alguien que podría tener una idea sobre lo ocurrido en Kelvin 273 era ella. Pese a que no era nativa del planeta, se había hecho un hombre en medio de toda esa red truculenta. Cualquiera la consideraba como una de las primeras opciones para establecer relaciones comerciales.

La Arena era el recinto donde ella desarrollaba su comercio de esclavos. El tipo de lugar que ofrecía entretenimiento para los foráneos mientras se cerraban contratos de compra.

La entrada estaba formada por un amplio arco custodiado por miembros de la seguridad privada de Adara. La revisión era inexistente. Se entendía que se podía mirar el espectáculo y contemplar las decenas de vitrinas que ofertaban esclavos de todas las edades, encadenados con grilletes a la altura del cuello y los tobillos.

Aquel momento del día no estaba especialmente concurrido, pero gritos de éxtasis provenían desde muy cerca. En mitad de la Arena y sobre un suelo teñido por el escarlata de la sangre, dos esclavos musculados se batían en duelo. Uno estaba armado con una espada oxidada y un escudo maltrecho. El otro tenía una lanza. Ambos estaban heridos y exhaustos.

Conseguimos sentarnos en unos taburetes. De todos mis compañeros, noté que Dietrich era quien estaba más sorprendido y desubicado.

El esclavo de la lanza clavó la punta en el cuello de su adversario. Un manantial de líquido rojo brotó y la multitud gritó exaltada.

-¿Qué se supone que haremos?- Habló Sombra, malhumorada.

-Por ahora esperar- Respondí mirando hacia un lugar concreto -Es posible que ya me hayan reconocido-.

Ella estaba sentada en una tribuna ostentosa, rodeada de por lo menos una decena de guardaespaldas provenientes de todos los rincones de Unity y las colonias exteriores. Su piel azul brillaba con intensidad cuando se levantó de su trono. No recordaba una cabeza tan ovalada y plana. Quizás la edad ya le estuviese pasando factura.

Un terrible estremecimiento me recorrió la espalda al volver a verle.

-¡Amigos míos!- Alzó los brazos y se dirigió a la audiencia -Habéis presenciado una muestra gratuita de la valía de mi oferta-.

En la Arena, un par de esclavas arrastraban el cadáver del difunto mientras el sobreviviente avanzaba cojeando hacia las madrigueras donde le volverían a encadenar hasta un próximo combate.

-Tengo todo lo que buscáis- Proseguía Adara -Sirvientes para todo tipo de deseos, trabajadores fuertes para construir edificios, buceadores expertos para recuperar vuestras pertenencias… Incluso tenemos hijos pródigos-.

“Nos ha detectado” Pensé inmediatamente.

Una luz incandescente nos iluminó y cegó la vista. Una docena de sujetos armados nos apuntaban con sus rifles amartillados.

Nos obligaron a descender a la arena. Adara nos contemplaba desde la estatura de su tribuna con una sonrisa de satisfacción.

-Veréis, queridos amigos- Habló ella sin perder el gesto risueño -Aquí tenemos a un esclavo que escapó de mis redes y se atreve a volver acompañado de sus colegas-.

-Somos ciudadanos libres de Unity- Gritó Yula, indignada.

-¡Ciudadanos libres!- Se mofó Adara, acompañada de una sonora carcajada de la multitud -Aquí nadie es libre quien yo diga. ¿Se puede saber cuál es el motivo de vuestra visita?-.

-Kelvin 273- Respondí.

El silencio de ese coliseo fue aterrador.

-No sé de qué hablas…-.

-Quizás a Unity le interese saber los usos especiales de los esclavos que vendéis- Intervino Mal, con los brazos cruzados -O quizás ya estén al tanto-.

-¡Amigos míos!- Gritó Adara a la audiencia -Desde los confines de la galaxia, hemos traído exóticos guerreros para vuestro disfrute-.

Los esbirros de Adara se alejaban, mientras algunos rugidos se escuchaban desde una rejilla. Tres esclavos con el torso desnudo levantaron unas cadenas y alzaron la rejilla metálica en cuestión.

-¿Qué va a pasar?- Dietrich estaba visiblemente asustado.

-El juego del gato y el ratón- Contesté, uno de los espectáculos favoritos de la esclavista -Preparaos para correr-.

-No nos separemos- Concluyó Sombra.

-¿Sobrevivirán estos falsarios a las monstruosidades de Serna? ¿O quizás la babosa de Parxxy les drene los cerebros? ¡Veámoslo!-.

Lo que apareció a través de la abertura dejada por la rejilla me provocó repulsión. Un enorme ser con dos cabezas gritó mientras atrapaba con sus brazos a uno de los esclavos y lo estrujaba sin piedad.

Abominaciones importadas desde algún lugar horrible.

-Os daré una oportunidad para sobrevivir- Nos dijo Adara desde la tribuna -Buscar y encontrar el dispositivo acústico con una frecuencia que les reventará los oídos a esas monstruosidades. Si lo hacéis, os dejaré en paz-.

Los pasos de los gigantes provocaban temblores puntuales, mientras que la babosa se deslizaba rápidamente por el suelo.

Conocía bien el juego de haberlo presenciado decenas de veces. El dispositivo estaba siempre en el mismo lugar y no funcionaba. Era un vulgar señuelo para los incautos. La verdadera salida estaba en la rejilla abierta y hacía allí corrí, haciendo que el resto me siguiera.

La triquiñuela no había funcionado.

Cuando nos encontramos en el lugar indicado, disparamos hacia las bestias salvajes antes de entrar. 



Correr era la única opción.

El movimiento fue inesperado.

-¡Deténganlos!- Gritó Adara con angustia.

Recordaba muy bien cómo llegar hasta la tribuna. Atravesamos escaleras y túneles, hasta aparecer ante el mismo trono de la esclavista. Seis de nuestras armas le apuntaban directamente mientras más de una decena de sus guardaespaldas hacían lo propio con nosotros.

-Te has descuidado, vieja- Le dije.

-No saldréis vivos de aquí-.

-Tú tampoco- Nadia le apuntaba con el laser beam -Te quedarás sin cabeza antes de que tus amigos aprieten el gatillo-.

-Bien jugado- Adara se río y movió las manos, ordenando a sus secuaces que bajaran las armas. Nosotros no hicimos lo mismo -Soy una empresaria. Todo es el resultado de una relación de causas y efectos. Es probable que haya escuchado algo sobre Kelvin 273-.

-Estás tardando en hablar- Dijo Mal.

-La testaferro de alguien poderoso en Trántor hizo compras masivas a distintos proveedores hace un tiempo, quizás ocho o nueve meses estándar. Pagaba muy bien y solía ganar casi todas las subastas-.

-¿Una testaferro?- Le interrumpí.

-Si, cariño- La esclavista asintió -Los envíos de los esclavos que había comprado se efectuaron a ese macizo de hielo ¿A quién le gustaría vivir allí?-.

-¿Y?- Sombra entornó los ojos.

-¿Qué más puedo decir?– Adara se encogió de hombros -Ella pagó por la mercancía y yo vendí. Causa y efecto-.

-El nombre de esa testaferro- Hablé.

-No usaba nombre, pero respondía al alias de Wolfmother-.

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Las revelaciones continúan y parece que cierta empleadora no se ha portado muy bien.

Os dejo la banda sonora de este episodio.

 


Saludos cordiales.

Wintermute.

martes, 8 de febrero de 2022

Five Parsecs from home. El tercer interludio.

En conformidad con los estatutos de Unity, toda nave que circule dentro de su espacio de navegación espacial debe disponer de una Sick Bay, un recinto de enfermería para atender a enfermos o heridos, y asistir en posibles cuarentenas a aquellos afectados, bien sea por contagios inesperados o cualquier síntoma sospechoso. El recinto debe reunir además las instalaciones adecuadas para hacer las reparaciones oportunas a cualquier androide, Soulless o similar que haya sufrido daños reparables (los irreparables eran asunto de los chatarreros y recicladores).

En la práctica, encontrar una Sick Bay que cumpla con todos esos requisitos legales era una suerte escasa. La mayoría de los cargueros y transportes de pasajeros carecían de los medios necesarios para tales tareas, otros ni siquiera los tenían y si era el caso, era una recámara más para almacenar bienes o quizás algún material de contrabando.

No era el caso del Alatriste. Era un sitio modesto, de eso no cabía duda posible, pero al menos reunía lo mínimo indispensable para atender cualquier urgencia. No hacía mucho tiempo había servido para curar las costillas fracturadas de uno de sus tripulantes.

El mismo que ahora contemplaba vagamente el cerebro electrónico de aquel Soulless Floyd ZX–70, abierto ampliamente, dejando al descubierto una placa de metal líquido que se había fundido hace ya un tiempo.

No sabía cuánto tiempo llevaba allí, en la Sick Bay de la nave que ahora se dirigía a Éfira.

Durante casi toda su vida Dietrich Grüber se había dedicado a la ciencia. Su interés por la sinapsis y los vínculos neuronales le habían llevado a una rama tan novedosa como peligrosa. Un cerebro humano está formado por millones de neuronas, conectadas entre sí eléctricamente y de forma armónica. Descubrió que otras razas como los K’Erin o los Feral guardaban un denominador común. Sus motores de pensamiento también tenían una aterradora simetría con el de un humano. Incluso los primitivos Lizzards, con sus tres cerebelos y medio hemisferio en la cola.

Era posible mejorar los implantes neuronales, los vínculos de la carne con la tecnología, hacerlos más eficientes y con mayor capacidad de almacenamiento. Sus invenciones le habían hecho ganar una fama merecida y cantidades ingentes de dinero a las personas adecuadas.

Hasta que conoció a Ludmila en el mismo lugar de trabajo. La genio de los unos y los ceros, la diseñadora de códigos simples pero con gran potencial, la arquitecta de multitud de patentes en el sector de la informática galáctica y una autoridad en el plano de las inteligencias artificiales.

Ocurrió lo habitual. Trabajaron juntos, se enamoraron, se casaron ante una autoridad cualquiera de Unity y tuvieron un hijo: Markov.

Aquello había ocurrido hace no tanto tiempo, pero a él le parecía una eternidad. Le habían dicho que lo sentían, que no podían saber cómo se sentía ante semejante pérdida…

Se secó el sudor de la frente y arrojó con frustración la pinza pequeña con la cual estaba manipulando los cables de aquel cerebro electrónico.

Una holopantalla mostraba la corrida en frío de un algoritmo. Decenas de líneas de código pasaban vertiginosamente en vertical, intentando romper la última barrera del nanosoft que habían conseguido en Arrakeen.

Si su querida Ludmila estuviera aquí, ella lo habría resuelto sin pestañear.

Sin previo aviso, la holopantalla se congeló en un punto muy concreto y un pitido le arrebató sus pensamientos. Se acercó presuroso hacia la consola y tecleó tan rápido como pudo. Accedió a una interfaz nueva en la que sólo había una carpeta. Amplió con sus manos la pantalla y vio con cierto terror el nombre de dicha carpeta: D.G.

Cuando la abrió había sólo dos archivos, uno era un vídeo y el otro un fichero ejecutable. Una última barrera de protección se desplegó:

¿CUÁL ES COLOR DE NUESTROS OJOS?

“Dos esmeraldas sobre un cielo celeste” Tecleó.

Era su saludo secreto. Los ojos verdes de Ludmila que siempre se confundían con los azules de Dietrich.

Una figura femenina de tamaño real se desplegó ante él. La figura parecía muy real, casi viva. Las piernas de Dietrich flaquearon y se arrodilló derrotado.

Era ella.

En la holopantalla el vídeo de la carpeta se inició. Ludimila vestía con la misma ropa púrpura y negra con la cual le vio por última vez justo antes de que aquella bomba explotara. Su mirada delataba preocupación.

-Cariño, si estás viendo esto, probablemente esté en peligro o algo peor- No había saludo, sólo palabras atropelladas -Como sabes trabajo con Jack McLeod, a quien le llaman “El Sordo”. No le conoces personalmente, pero él y yo estamos en los últimos preparativos de nuestro proyecto. Vamos a cambiar muchas cosas y a revolucionar el mercado. Lamentablemente, nuestros jefes, incluidos los tuyos, tienen otros planes. Van a usarte a ti y a Markov para poder extorsionarme, quieren chantajearme para que siga, pero no lo deseo. No en esas condiciones-.

La figura holográfica seguía impasible.

-Quizás os secuestren o busquen haceros daño para que acceda a continuar. Lo cierto es que Jack ya se ha ido con una copia de nuestro trabajo. Yo tengo la otra. Hemos pensado en separarnos. Cuando esté lejos de Trántor, contactaré con vosotros para que podamos reunirnos de nuevo-.

Una lágrima recorría la mejilla de Dietrich.

-Lo que tienes ante ti es el fruto de nuestro trabajo. Es todo lo que tengo. Ahora debo irme, pero antes quiero despedirme de Markov... Te quiero…-.

La figura holográfica se movió por primera vez y le miró fijamente.

-Programa activado. Versión Beta definitiva-.

El científico no dejaba de llorar.

-El reconocimiento facial me dice que usted es Dietrich Grüber-.

-Os… extraño tanto…- Sollozó.

-No puedo entender eso- Respondió la figura -Aunque tengo una extensa base de datos sobre su mujer y su hijo que podrá consultar posteriormente-.

-Pero…-.

-Ahora debe usted trabajar conmigo. Debemos ultimar el biosoft que su esposa ha diseñado-.

Una suave deceleración interrumpió al científico. Estaban entrando en la ionosfera de Éfira.

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Hasta aquí por ahora.

Gracias por leerme.

Saludos cordiales.

Wintermute.