domingo, 21 de noviembre de 2021

Five Parsecs from home. Episodio 7: El culto al Sol Dorado

 Bitácora de travesía D-599B. Apuntes de James Kraken.

-Tripulación del Alatriste, preparaos para una inspección rutinaria- La voz era emitida por uno de los altavoces del pupitre de navegación.

Habíamos llegado a la exosfera de Trántor y una de las patrullas militares de Unity nos interceptó antes de que pudiésemos avanzar. Debíamos tener cautela.

-Queremos hablar con el Agente Bill Callahan- Prosiguió la voz ocasionando una sensación de sorpresa. Aún se mantenía el registro de Callahan como el capitán de la nave. Ésa fue nuestra baza para sortear el control.

-En hipersueño- Mintió Mal, con normalidad.

-¿Quién es el segundo al mando?- Un síntoma de contrariedad se dejó notar en el tono de voz.

-Yo mismo-.

-¿Cuál es tu nombre?-.

-Un empleado de Wolfmother-.  

Silencio.

-Podéis pasar, pero deberéis pagar la licencia y los impuestos de ingreso-.

-Eso ha sido arriesgado Mal- Se quejó Yula, mientras yo hacía el pago requerido mediante el Simestim.

Un mar de naves alrededor de uno de los núcleos de Unity.

Trántor es un planeta burocratizado, pero extremadamente ordenado. Dispone de una multitud de emplazamientos con dársenas de distinta frecuencia de ocupación. Yula dirigió al Alatriste hacia uno de los puertos espaciales de media estancia. Preveíamos estar en ese planeta durante una buena temporada, salvo que algún imprevisto nos lo impida, más aún teniendo en cuenta lo que vivimos en Arrakeen.

Nos disponíamos a fijar la nave con las sujeciones magnéticas a nuestra dársena asignada, cuando en la holopantalla apareció una comunicación entrante.

Mal asintió y Nadia aceptó la petición.

-Mis niños-.

-Wolfmother- El tono de Sombra era seco y tajante.

-Veo que habéis llegado a Trántor, ¿por qué?-.

-Nos gustaría ver la nueva temporada de Dreadball- Respondió Nadia.

-Un deporte extremo, sin duda- Hizo una pausa para centrarse en su consola. Enseguida, en la holopantalla apareció la imagen de una mansión de enormes proporciones y amplias ventanas -Este trabajo es opcional, podéis hacerlo si tenéis tiempo. La Hermandad del Sol Dorado está ganando mucho poder entre algunos entes gubernamentales de Unity. Vuestra misión, si queréis aceptarla, es infiltraros en su sede principal e investigar cuáles son sus intenciones verdaderas. Cualquier información que podáis recabar será de utilidad-.

-De acuerdo, Wolfmother. Estaremos en contacto- Hablé.

-Gracias, mis niños-.

Cortamos la comunicación y confiaba en que íbamos a desestimar ese encargo, pero la realidad fue otra.

-Lo aceptaremos- Dijo Dietrich, con inusitada contundencia.

-¿Tienes algún interés en esa Hermandad?- Le pregunté.

-Eso no es una Hermandad, es un culto de fanáticos-.

Mal se encogió de hombros. Sombra y Nadia se disponían a preparar sus armas. Dietrich estaba visiblemente molesto desde que escuchó aquel nombre luego de partir de Arrakeen. Ninguno de nosotros, salvo Dietrich, parecía conocer a Peter Kingsley. No le habíamos preguntado su opinión, pero me interesaba y mucho, principalmente por las posibles implicaciones.

 

Apacible por fuera y en apariencia, pero mortal en su interior.

 La vigilancia era escasa. No supuso una dificultad extrema acceder a las instalaciones de esa Hermandad. Entre un taciturno mutismo, se escuchaban unos cánticos monótonos y repetitivos que inmediatamente llamaron nuestra atención. Un grupo de hombres vestidos con túnicas escarlata murmuraban en un idioma desconocido al tiempo que alzaban cada uno un cáliz con un líquido rojo.

Quien lideraba el séquito era una mujer con uniforme portando un báculo que movía lacónicamente. Un sujeto nervioso y atado se revolvía entre sus cadenas en una mesa de aspecto antiguo.

-¡La inmundicia de los impíos representa una podredumbre para nuestra sociedad! ¡Los impíos deberán ser castigados para purificar sus pecados más abyectos y miserables!- Su voz era potente y aguda -Este impenitente ha decido trasgredir los preceptos de nuestro adorado Sol Dorado. Ha recocido sus culpas y aceptado su castigo-.

-¡Ha reconocido sus culpas y aceptado su castigo!- Exclamó la multitud.

Uno de los acólitos con túnica se acercó con un látigo rodeado de espinas metálicas.

-¡Flagélenlo!- Gritó la mujer.

Comenzaron a fustigarlo con ensañamiento y los quejidos de dolor de ese infeliz comenzaron. Nadia hizo una seña y comenzamos a investigar el recinto. Estanterías repletas de PAD’s con terabytes de información. Tratado sobre el Profeta Dorado, Monografías sobre el Paraíso Soleado, o Biblia Naranja del Chivo eran algunos de los títulos que se podían aventurar. Todos ellos intrascendentes y de corte religioso. Nada que pudiese comprometer, al menos en apariencia, a este culto con Unity.

Sin embargo, Dietrich parecía saber lo que buscaba.

Se detuvo ante un mueble rígido, ojeó su interior y extrajo un PAD antiguo, quizás de tres o cuatro años estándar.

-¿Qué es eso?- Le pregunté.

Me dirigió una mirada furtiva, pero desafiante. Quise agregar algo, pero desde la distancia y en otras habitaciones se escuchaban pasos apresurados.

-¡Intrusos!- Gritó alguien -¡Matad a los herejes!-.

 

Un culto muy bien armado.

El enfrentamiento fue breve pero intenso. Nadia y yo nos apertrechamos en un salón principal, donde un enorme monumento a una estrella dorada nos permitía flanquear y disparar a cualquier cultista que asomara la cabeza.

Dietrich parecía saber a quién buscar: la mujer que antes dirigía aquel espantoso ceremonial. Avanzamos, abriéndonos paso entre esos fanáticos religiosos. Cuando llegamos a uno de los recintos donde se había ocultado aquella mujer, escuchamos primero un disparo y luego un quejido de dolor.

-Duele, ¿verdad? A ti te queda una pierna, y yo tengo una pregunta. ¿Dónde encuentro a Peter Kingsley?- Dietrich le apuntaba. Sus ojos estaban inyectados de ira.

Quise intervenir, pero Mal me detuvo.

-Tú debes ser el viudo de Ludmila ¿no?- Respondió la mujer -No voy a rehusar responder, pero antes me gustaría que supieras que lloramos en su momento la muerte de nuestra hermana-.

Dietrich amartilló el arma y acercó el cañón al rostro de la mujer.

-Kingsley es nuestro proveedor de los alucinógenos que usamos en los ritos. Le encontrarás en el Club Costa Verde. No sé qué relación tiene con Ludmila, pero…-.

No pudo acabar. Un sonoro disparo culminó la confesión.

-¡Dietrich!- Protestó Sombra.

El aludido nos ignoró a todos y abandonó la habitación a grandes zancadas.


Jamás había visto actuar a ese científico de ese modo.

 -¿Qué cojones te ha pasado allí?- Le increpó Mal a Dietrich, una vez estuvimos dentro del Alatriste.

-Mi mujer pertenecía a ese culto. Nunca me gustó, pero llegué a aceptarlo- Respondió, con rencor en su voz -Todos los miembros deben escribir sus impresiones para compartir sus miedos con los Jerarcas Dorados. Este PAD contiene su diario-.

-Una llamada- Interrumpí, cuando escuché el pitido de la holopantalla.

-¡¿Me podéis explicar qué parte de la misión no habéis entendido?!- Wolfmother estaba visiblemente enfadada -¡Habéis causado un estropicio en ese templo!-.

-Nos sorprendieron y actuamos sobre la marcha- Replicó Malcolm, aparentando tranquilidad.

-¿Qué habéis encontrado?-.

-Nada. Sólo una pandilla de locos-.

-No me gusta este resultado, Sr. Zhukov. Recibiréis vuestra paga, pero a cambio os pondré una vigilancia particular-.

Cortó la comunicación y, como si estuviera perfectamente coordinado, una voz metálica y átona habló desde la entrada de la nave.

-Buenas tardes, damas y caballeros-.

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Hasta aquí este nuevo relato. Os dejo la banda sonora y alguna foto más.



Saludos cordiales.

Wintermute.

domingo, 14 de noviembre de 2021

Five Parsecs from home. El primer interludio.

La mujer se encontraba sentada frente a una mesa acrílica y una holopantalla mostraba un seguimiento en tiempo real de la trayectoria de una nave pequeña a través del espacio interplanetario controlado por Unity.

Su cabello ya evidenciaba unas cuantas canas blancas, pero lo más destacable era su habilidad con el ganchillo, una técnica muy antigua para tejer ropa. Con un hilo de pabilo rojo estaba confeccionando un jersey.

Detrás de ella, al menos una docena de sillas y mesas se encontraban vacías. La estancia, a los ojos de un espectador, podría perfectamente pasar por una sala de conferencias. En una esquina, un holograma giraba a baja velocidad de rotación mostrando lo que parecía ser un cuerpo humano.

-Paula- Dijo una voz desde el umbral de una puerta.

-Vargas, para ti soy Wolfmother- La mujer no volvió la mirada. Simplemente se limitó a continuar con su labor de costura -Veo que has podido salir en buen estado de Arrakeen-.

-Salí antes de lo previsto. Las noticias de Nova Vinicius no son muy buenas para nuestros intereses-.

-Unity ha recuperado el control y el planeta entero está militarizado. Los enjambres que introducimos en los niveles inferiores han sido neutralizados- Interrumpió secamente -Nova Vinicius no era más que un experimento. Todo está saliendo según lo previsto-.

-Sin embargo, invertí millones en ese experimento-.

-Su inversión será recompensada, Vargas-.

-¿Qué hay de Arrakeen? Tenía negocios allí-.

-Dependerá de cómo se comporten los K’Erin. ¿Has confirmado si Jack El Sordo tiene el nanosoft?-.

El sujeto palideció.

-No, yo…-.

La mujer levantó la mirada por primera vez, dejó el jersey sobre la mesa y le fulminó arqueando una ceja.

-Le ordené a esa banda de idiotas que le entregaran el nanosoft, ¿por qué es tan importante de todas formas?-.

-Es crucial, Vargas. Que no lo entiendas es el motivo por el cual no diriges esta operación. Jack El Sordo debía cargar ese nanosoft en la matriz del ciberespacio hace dos horas estándar y aún no lo ha hecho-.

-Me aseguraré-.

-Como si tienes que volver a Arrakeen y cargarlo tú mismo-.

El sujeto tragó saliva y se ajustó la corbata.

Ella recuperó el jersey y continuó con su labor.

-Déjame sola. Tengo que pensar-.

Escuchó los pasos que se alejaban y volvió a contemplar la holopantalla. La nave se dirigía inexorablemente hacia Trántor. Debía guiar a esos peones hacia donde mejor le convenía.

Una muerte segura.


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Así es. Mientras los canallas miserables están camino hacia un nuevo planeta, algo se está diseñando a sus espaldas.

Saludos cordiales.

Wintermute.

miércoles, 10 de noviembre de 2021

Five Parsecs from home. Episodio 6: Juegos peligrosos.

 Bitácora de travesía C-598S. Apuntes de Nadia Malkovich.

 

Éramos simples peones en un tablero muy sangriento.

Se llamaba Hans Vargas y afirmaba ser un comerciante de bienes inmuebles. Lo cierto es que los callos y cicatrices de sus manos delataban que, en un pasado quizás próximo, ese sujeto había matado. Los callos de los dedos de apretar gatillos mal ajustados. Las cicatrices por las quemaduras leves de pólvora barata.

-El encargo es muy simple- Decía Vargas, mientras un hilillo de humo salía de un ridículo cigarrillo -Debéis llevar este nanosoft con 1000 TB al depósito de chatarra de Jack El Sordo. No está muy lejos de aquí-.

-Si es muy simple, ¿por qué no lo hace usted mismo?- Preguntó James, torciendo la mirada.

-¡Oh, no! No deben verme en esa clase de sitios- El gesto de sorpresa de Vargas fue excesivamente fingido -Veréis, pienso comprar ese antro para construir allí una escuela. Los niños necesitan educación-.

Frente a él había una holopantalla desplegada y mostraba una puerta de acceso en el suelo. Probablemente llevaban a algún búnker.

-La contraseña de la portezuela es 112358. Es una botonera antigua. Tecnología precaria pero efectiva-.

-¿A quién se le ocurre fijar la serie de Fibonacci como una contraseña?- Interrumpió Dietrich.

Vargas no se inmutó. Conocía esa frialdad asesina. Yo misma la practicaba.

-A veces lo obvio pasa desapercibido- La sonrisa era maliciosa.

-Cobraremos por adelantado- Zanjó Mal.

Callahan decidió quedarse por los alrededores. El madero empezaba a caerme bien, pero no dejaba de ser un completo idiota. Nos encaminamos hacia ese basurero, pero el asunto no pintaba del todo bien.

 

En el atolladero.

-No me gusta, hermana- Me dijo Yula en algún momento.

-A mi tampoco- Acordé -Oye Mal, ¿por qué no cogemos el dinero y nos vamos de este cuchitril?-.

-Porque ese tal Vargas viene es un amigo de Wolfmother- Respondió con razón -Ella nos ha recomendado y, por lo pronto, me parece que debemos estar de su lado-.

-¿Os habéis fijado en sus manos?- Dijo James, aferrando el laser beam.

Nadie dijo nada. No muy lejos de allí, en un horizonte de colores marrón y arena, unas sombras alargadas se proyectaban bajo uno de los dos soles de Arrakeen. La mayor de ellas debía medir unos tres metros de altura.

Del asombro, pasamos a la cautela. De la cautela a la necesidad de sobrevivir.

-K’Erin- Masculló Sombra.

En efecto, un escuadrón bien formado de soldados K’Erin avanzaban hacia nuestra posición. No nos encontrábamos lejos de nuestro objetivo, pero ellos tampoco lo estaban. Lo extraño de todo era que, en apariencia no parecían habernos visto. Su posición era más baja que la nuestra y eso representaba una ventaja temporal para nosotros.

Conseguimos camuflarnos entre las torres de chatarra y los muros desvencijados de ese lugar. Dietrich introdujo la clave en el anticuado sistema y una puerta oxidada chirrió y se quejó ante el movimiento.

Al introducirnos en la negrura de aquel lugar, pudimos ver una luz en el fondo. Provenía de una pantalla halógena de más edad que yo. En la misma se veían varias áreas de la chatarrería.

Una voz monótona pero asustada se escuchó en medio de la oscuridad.

-¿Os han seguido? ¿Os… han seguido?-.

-No- Dijo James, tan diáfano como siempre.

-Bien. No les han seguido… No les han seguido… No les han seguido- Repitió el dueño de la voz.

-¿Eres Jack?- Preguntó Sombra, con el arma ligeramente levantada.

-Sí, pero no soy sordo- Respondió -No les han seguido… ¿Habéis traído el nanosoft?-.

Antes de que cualquiera pudiese contestar, el sujeto siguió.

-Quedáoslo. Wolfmother me dijo que ibais a venir, pero no os han seguido, ¿verdad?-.

En la pantalla podíamos ver cómo los K’Erin proseguían su imparable marcha, rumbo hacia el corazón de Arrakeen.

-Seguid los túneles- Habló Jack -Os llevarán a las dársenas. Iros de este planeta y llegad a Trántor como buenamente podáis-.

-¿Qué hay en Trántor?- Dietrich estaba muy inquieto.

-Lo que tú buscas- Le respondió, mostrando unos dientes amarillentos.

 


Razones para escapar.

 Las dársenas eran una vorágine de desorden y caos. A diferencia de Nova Vinicius, donde cualquiera buscaba una escapatoria a cualquier coste, aquí la gente se dedicaba o al pillaje, o a la bebida o a aprovisionarse de armas.

Callahan nos esperaba al lado de Alatriste.

-Hay noticias de K’Erin por todo Arrakeen- Habló a modo de saludo.

-Les hemos visto- Le respondí con indiferencia.

-Me quedaré a luchar- Dijo, con voz firme -Soy un agente de Unity y este planeta entra en su jurisdicción. Es mi responsabilidad-.

-Vale, pues suerte- Mi hermana se escabulló entre su humanidad y entro en la nave, dispuesta a ponerla en marcha.

-Sé que no he sido bienvenido en vuestra tripulación, pero os aseguro que me he sentido muy bien trabajando con vosotros- Bill intentaba ser solemne.

-No ha sido mutuo- Le espetó Sombra antes de ingresar al Alatriste, acompañada por Dietrich.

-Pues yo te lo agradezco- Fue la respuesta de James, quien le estrechó la mano.

Mal hizo lo mismo. Yo no.

Minutos después Sombra y yo estábamos removiendo los anclajes mecánicos para poder despegar, cuando un sujeto con un ojo infrarrojo apareció. Le miré torvamente, pensando que se trataba de un saqueador o algo peor, pero Sombra me miró y ladeó la cabeza.

-Le conozco. Se llama Many- Le contempló por un momento y preguntó: -¿qué quieres?-.

-Un mensaje para vuestro amigo, el científico, de parte de Wolfmother-.

En la distancia se escuchaban gritos de lucha y los primeros disparos.

-Peter Kingsley- Many sonrió.

-¿Quién es?-.

-Nací y moriré aquí. Soy un arrakeeno por naturaleza- Su ojo infrarrojo se entrecerró -Pelearé por mi parcela… Peter Kingsley… No olvidéis el nombre. Hola y adiós-.

Yula maniobró al Alatriste tan rápido como pudo. Imponentes cruceros espaciales ya inundaban el árido espacio aéreo de ese planeta de arena y calor infernal. Abajo, algunas explosiones ya se estaban produciendo, al tiempo que humaredas erráticas anunciaban otros combates en el horizonte.

-¿Qué demonios pensaba Bill al quedarse allí?- James miraba por una de las ventans.

-Los valientes son los primeros en morir- Le respondí.

Entramos en el hiperespacio en cuestión de minutos. Plegar el espacio requería de cálculos rápidos en una situación como esa. Esperaba que Yula no nos llevase directo hacia el corazón de un agujero negro.

-Tenemos diez horas de hipersueño- Mencionó mi hermana.

“Lo suficiente como para intentar entender qué está pasando”.

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Con esto termina el sexto episodio de esta campaña. Los canallas miserables han perdido a uno de sus integrantes (quizás el más repudiado) y aún desconocen lo que pasará (incluso yo mismo).

Si has llegado hasta aquí, gracias por leerme.

La banda sonora del episodio ha sido la siguiente.


 

Saludos cordiales.

Wintermute.