viernes, 30 de diciembre de 2011

Oper. Capítulo XIII.

Múnich. Octubre de 1941.

Los dos hombres penetraron en la habitación mal iluminada. Uno de ellos tenía gafas, manos pequeñas y suaves, frente ancha, un bigote discreto y correctamente cortado; carecía de rasgos viriles y su fisonomía delataba que tenía antepasados orientales; estaba ataviado con un uniforme oscuro y en su brazo izquierdo reposaba un brazalete color rojo. El segundo hombre no parecía ser un militar a simple vista; su cabello estaba cuidadosamente peinado, sus ojos eran inexplicablemente despiadados pero reflejaban una gran inteligencia, su nariz era recta y aguda, y su espalda erguida le daba un porte natural de determinación y seguridad; vestía un traje color caqui y su brazo también era sujetado por un brazalete de iguales características. Para un observador imparcial, le resultaría muy complicado saber cuál de los dos era el menos inhumano y vil.

Se acercaron a la pared opuesta a la puerta de entrada, donde estaba instalado un enorme equipo de refrigeración. En el centro del mismo, había una cápsula transparente con un cadáver congelado en su interior. A pesar de que la cabeza estaba separada del cuerpo, los ojos de un fuerte color carmesí estaban abiertos y vivos, incluso se podría decir que no habían sufrido los efectos de la congelación.

-He aquí el individuo experimental que me gustaría que examinara, Herr Mengele- Dijo con evidente autoridad el hombre de uniforme.

-Un espécimen interesante ¿no?- Dijo el aludido sin intimidarse -¿Dónde lo encontraron?-.

-Cerca de una meseta llamada Transilvania, durante nuestra incursión en la zona balcánica. La mayoría de los gitanos que hemos llevado a nuestros campos de concentración han comentado cosas sobre él, que pueden resultar importantes para los intereses del Führer .

-¿Qué clase de cosas?- Preguntó el segundo hombre con escepticismo y sin dejar de maravillarse por el poder innato que ejercían esos ojos carmesí.

-Habilidades que para un científico como usted podrían resultar falsas e improbables-.

-Le ruego que me ponga a prueba, Herr Himmler-.

-Para mí será un verdadero placer- Contestó el hombre de uniforme con una sonrisa y un leve movimiento de cabeza –Algunos afirman que este sujeto era un demonio capaz de alterar el clima, lograr obediencia de seres repulsivos como moscas y arañas, y convertirse en un animal salvaje o en niebla. Los gitanos más viejos también afirmaron que este individuo se caracterizaba por su fuerza sobrehumana y por su necesidad de alimentarse con sangre-.

-¿Con sangre?- La expresión del segundo hombre mostraba perplejidad.

-En efecto, con sangre. Sin embargo también nos han informado de que tenía ciertas debilidades, como por ejemplo el hecho de que no puede soportar la influencia de los crucifijos, el ajo y el agua bendita. Además, durante la luz del día su cuerpo se debilita significativamente-.

-Con todos mis respetos, todas esas afirmaciones me parecen simples supersticiones poco fundamentadas-.

-En la Ahnenerbe estamos convencidos de que esas supersticiones podrían ser ciertas. Por eso le he hecho venir, Herr Mengele. Su prestigio y fama le preceden, así que le pediré que comience a examinar este espécimen a la mayor brevedad posible. Como comprenderá, el proyecto Übersoldat no puede sufrir más retrasos-.

-Lo entiendo-.

-Imagínese a una legión de soldados arios avanzando por todo el mundo con semejantes habilidades- Alardeó el hombre de uniforme con una mirada perversa y ambiciosa –En cuestión de días habremos dominado a todas las naciones que se resistan, superando los éxitos del plan Manstein , y lo más importante es que el Führer estará complacido-.

Los dos hombres abandonaron la habitación bajo delirios de grandeza, pero ignorando la mirada penetrante de los ojos profundos color carmesí del Duque, resguardados tras la gélida y gris cápsula.