lunes, 20 de mayo de 2019

Un gran trabajo resumido en cuatro minutos

¿Cuántos ingenieros, personal técnico y capital humano hacen falta para construir un generador eólico de 5 MW?

No conozco la respuesta a esta pregunta, pero el gran trabajo que resume este vídeo en cuatro minutos es digno de admirar.

Una maravilla.

domingo, 19 de mayo de 2019

Pasaba por aquí y...

Buenos días a todos mis amigos invisibles que leen con bastante frecuencia y fervor este pequeño rincón olvidado en la profunda red de datos e información.

No tengo perdón. He estado mucho tiempo fuera y cualquier excusa puede ser aplicable: trabajo, paternidad, otras prioridades, vida en general. Sin embargo y para no dejarlo incompleto, he publicado todo cuanto faltaba de mi novela "Oper". Desconozco si me animaré a publicar alguna otra o un relato corto. Tampoco sé si haré algún artículo técnico sobre un tema que me interese.

No quiero prometer nada. No deseo decepcionaros.

Por lo pronto, disfrutar de lo ya publicado.

Desde ya, muchas gracias por adelantado.

PD: Las dudas, preguntas o cualquier otra interrogante serán contestadas por Ashrian, mi sabia asistente.

Oper. Epílogo (¡al fin!)

Epílogo

Diario digital de Schrödinger. 12 de Septiembre de 2052.

Este maldito mundo apesta. La guerra que diezmó a la humanidad no se compara con la epidemia crónica que ahora sufre. El Vértice, ciudad hedonista que fungió como resquicio de la agonizante sociedad aristócrata, urbe atiborrada de una enorme desigualdad social basada en la alta tecnología y en el bajo nivel de vida, metrópolis regida por la anarquía de gobiernos absurdos y patéticos, cobijo de corporaciones corruptas y organizaciones mafiosas; era ahora un nido de enfermos y desquiciados que se dedican a beber la sangre del inocente, una sombra miserable de la utopía que nunca pudo alcanzar, una cuna escarlata de muerte y desolación. El Vértice ahora no es más que un desierto de edificios abandonados, ordenadores apagados e inocentes indefensos.

Stirling se había equivocado en un detalle muy pequeño: pensó que el cerebro de cada ciudadano del mundo contenía un implante neural de la Corporación Ikari. Se equivocó. Muchas personas, como yo, hemos prescindido de emplear productos de esa megacorporación. Aún así, la cantidad de esos vampiros delincuentes y sanguinarios, es proporcionalmente mayor al número de inocentes.

En el transcurso de los últimos días he aprendido mucho. Los chupasangres siempre atacan tras el ocaso y antes del amanecer, se debilitan significativamente durante el día, siendo las horas del mediodía las más convenientes para acabar con ellos. Además, pude comprobar que la forma correcta de eliminarles es atravesando su corazón con un objeto punzante, del mismo modo en que murió Harold Stirling. He aprendido mucho y a la vez no he entendido nada. He encontrado pocos núcleos con personas que no están infectadas, sin embargo no están coordinados para defenderse por sus propios medios, están asustados y desamparados, con un sentimiento de impotencia y resignación que sólo les conduce a la muerte a manos de esos seres despreciables y despiadados.

Pero yo no claudico. Jamás lo haré. Esta tarde he matado a Jacqueline Wu y a más de cuarenta de esas criaturas demoníacas. Los encontré durmiendo en un viejo almacén ubicado en los muelles y sólo abrieron los ojos, entre chillidos agudos y de pánico, cuando las garras de mis manos hicieron su trabajo. Esta noche voy a dormir satisfecho en mi refugio. He descubierto dónde se esconden Maxwell Chase y su amiga rubia. Mañana les haré una visita para recordar viejos tiempos. Probablemente use con Maxwell la bomba fluidodinámica. Probablemente no. Mañana les recordaré que yo soy la justicia y la ley de esta ciudad, de este mundo. Un maldito mundo que apesta.

Oper. Capítulo XVII

Capítulo XVII

El Vértice. 23 de Julio de 2052.

-¡Mentira! ¡Todo no es más que una mentira!- Gritó Schrödinger elevando su escopeta recortada por encima de la cintura.

-¿Mentira? ¡Mírame a los ojos, héroe de pacotilla! ¡Hazlo! ¡Vamos!- Repuso Stirling, avanzando amenazadoramente hacia el enmascarado –Busca en mis ojos la verdad. Envenené a Nobuhiko Ikari lentamente para quedarme con su empresa. Maté personalmente a Harry Zimmerman e instalé una bomba en su piso, porque había descubierto mis planes. Por el mismo motivo, ordené la muerte de Manmohan Patil, contratando a dos matones independientes del Barrio Chino, y empleando la identificación de Maxwell Chase para la transferencia de Buenos Aires ¿A quién crees que vino a ver Enrico Maroni cuando le obligaste a cooperar? ¿Quién crees que le suministró la información que él te dio? Enrico y yo teníamos una prolongada y fructífera relación. Yo le dejaba usar recursos de la Corporación Ikari, a cambio de ciertos beneficios económicos que financiaron mi investigación clandestina con los bacilos. Se acercó llorando a mi, me imploró ayuda y me explicó todo lo que tú hiciste, previniéndome sobre tus investigaciones. Te equivocaste en el mismo instante en que confiaste en alguien que te odiaba ¡Ése fue tu error!-.

-Entonces tendré que enmendar ese error- Dijo Schrödinger y comenzó a caminar al encuentro con su enemigo, quien desapareció repentinamente dejando un fuerte olor a azufre.

-Quizás sea yo quien deba enmendar mi error- Habló Stirling ahora desde la orilla del mar subterráneo –Debí haberme encargado de ti por mis propios medios- Dijo esta vez a la derecha del enmascarado –En cierta forma, sabía que la gente de Jacqueline Wu no era tan eficiente como la organización del Don- Intervino esta vez desde la izquierda para finalmente volver a aparecer frente al justiciero -¿Sorprendido? Se trata de una de mis habilidades, concretamente de la ubicuidad. Gracias a ella puedo aparecer donde me apetezca y cuando lo desee, como un ser omnipresente- Hizo una pausa para aparecer detrás del enmascarado y tomarle con fuerza el cuello –Desde que supe que estabas tras la pista de Patil, me interesé por ti, pero he llegado a la conclusión de que eres de la misma calaña que la gentuza que dices combatir-.

Harold Stirling, el longevo vampiro, desarmó a Schrödinger con un movimiento inhumano y lo arrojó hacia una de las paredes de aquella cripta oscura. Las cuchillas se deslizaron de los dedos del justiciero y las garras emergieron de sus manos. Schrödinger corrió en dirección de Stirling, dando zarpazos intentó asestarle al menos un golpe, pero el vampiro era más veloz y pudo esquivar cada uno de los ataques. Cuando se cansó, Stirling detuvo los brazos del enmascarado y le propinó un duro cabezazo en la frente. Schrödinger cayó severamente aturdido en el suelo.

-Debo confesar que tengo la curiosidad de saber quién está detrás de la máscara, mi querido Maxwell- Dijo el vampiro con sarcasmo mientras que Chase se sentaba torpemente en el suelo -¿Quién eres en realidad, Schrödinger? ¿Un lunático que escapó del manicomio? ¿Algún tarado que quedó viudo tras un enfrentamiento entre bandas? ¿O eres una versión renovada de un superhéroe del siglo XX?-.

Levantó lentamente la máscara y dibujó una mueca de asco cuando contempló el rostro que se escondía tras la careta. No se podía decir a ciencia cierta si Schrödinger era un humano o un producto descartado de algún experimento que salió mal. Su cara era lisa y repugnante, consistía en una suerte de injertos improvisados y cultivados en colágeno y polisacáridos de cartílago de escualo. Sus dientes habían sido sustituidos por los afilados colmillos de un animal rústico. Una parte de su cerebro estaba descubierta, dejando a la vista decenas de microcables, puertos de conexión de buses de datos y electrorelés instalados sin orden aparente. En rasgos generales, se podría decir que su rostro era el resultado de una cirugía de reconstrucción facial mal ejecutada. A consecuencia de los golpes, Schrödinger escupió una mezcla de baba viscosa con sangre humana. Sally Prescott ocultó sus ojos con sus manos en un gesto de repudio y Maxwell Chase sonrió por primera vez desde que había llegado a esa cripta del Averno.

-¿Sorprendido? Tú no eres el único monstruo aquí- Dijo luego de una risa cargada de ironía y arrebatándole la máscara al vampiro –Hubo un tiempo en que fui una persona normal. Un hombre completo como cualquier otro. Pero llegó la guerra y tuve que presenciar cómo bombardeaban a Mongolia, a Australia, a la India, al Congo; me obligaron a matar a gente y lo disfruté, incluso cuando una mina magnética me destrozó las piernas y los brazos. Solicité que usaran lo que quedara de mi cuerpo para experimentar los implantes neurales y las prótesis que ustedes diseñaron, y que vendían sin escrúpulos al Ejército Rojo y a las Fuerzas Aliadas, a los neosoviéticos y a los americanos. Sólo quería volver a la guerra porque matar era lo único que sabía hacer. Con el tiempo aprendí que había cosas más importantes que los conflictos armados y que los intereses personales. Comprendí que la ley y el orden estaban por encima de todo derecho fundamental, y yo debía hacer algo sin importar el medio empleado, sin importar los recursos necesarios. Por eso me convertí en Schrödinger, para mostrarles a los criminales y violadores el verdadero rostro de sus acciones, para demostrarles que yo soy aquella partícula imaginaria que decide si un gato encerrado en una caja debe morir y vivir. Soy juez, jurado y ejecutor, soy ley y a la vez castigo, soy orden y a la vez verdad, soy defensor y a la vez acusador, soy vida y a la vez muerte, y esta noche voy a acabar contigo, hijo de perra- Concluyó para finalmente cubrir su deformada cara con su máscara.

-Coincidimos sólo en un único punto, Schrödinger. A mi también me gusta la muerte- Replicó Stirling con desdén y tranquilidad mientras su mano derecha se deslizaba hacia los bolsillos internos de su chaqueta –Hubo una época en que fui un noble de la antigua Escocia, un hombre honorable que luchaba por loables ideales de libertad. Sin embargo, alguien decidió unilateralmente transferirme una carga que no quería recibir. He hecho cosas horribles debido a esa carga, he matado a gente inocente y a otras no tan inocentes, he torturado sin piedad a muchos, me he alimentado del miedo y he encontrado placer en el dolor. Pero el tiempo aplaca los sentimientos y resguarda las penas; busqué la paz en algún lugar retirado y aún así vinieron a buscarme para poder borrar mi estigma de la faz del planeta, cuestión que lograron con esfuerzo. A partir de allí, pensé que encontraría la paz en mi muerte, pero la ambición humana no tiene límites. Hombres ávidos de extremismo salvaje como tú, decidieron experimentar con mis restos durante los tiempos del Tercer Reich, y en consecuencia regresé a la vida, aún más sediento de sangre y con más deseos de destrucción-.

Harold Stirling hizo una pausa para aparecer tras el enmascarado y descargar a la altura de su columna una sucesión de pulsos eléctricos, mediante un arma de electrochoque, que inmovilizaron al enmascarado por completo. Schrödinger sufrió espasmos y convulsiones breves antes de desplomarse en el suelo.

-Yo sí he visto el verdadero rostro de la muerte, Schrödinger. Lo he visto más de una vez y llegué incluso a adorarlo y amarlo. Por eso quiero que veas en que se convertirá el mundo pronto. La humanidad es, por sí misma, violenta e irracional. Tú eres un ejemplo vivo de ello. El paso evolutivo que esta noche estamos dando va en una sola dirección: el alcance de un motivo. Hasta ahora la humanidad no tenía motivo para ser salvaje, pero al compartir mi pena, les estoy dando a los hombres un motivo para semejante conducta-.

Harold Stirling le hizo un gesto a Sally Prescott, quien se acercó con semblante serio y preocupado, sosteniendo una estaca de plastiacero y una maza. El vampiro miró de soslayo a Maxwell, contempló cómo el joven directivo experimentaba cambios radicales en su cuerpo y sonrió. Los colmillos del joven crecían a un ritmo lento y paulatino, sus ojos se volvían rojizos y su piel estaba perdiendo pigmentación.

-Hace muchos siglos recibí una carga que nunca quería aceptar, Sr. Chase. Un vampiro mordió mi cuello antes de arrojarse al interior de una hoguera y dejarme completamente solo ante mi infortunio, asustado y con miles de preguntas. Supongo que usted también las tendrá. Pero no se preocupe porque no estará solo, del mismo modo en que yo lo estuve. Con usted habrá millones de criaturas sedientas de sangre, buscando a aquellos mortales que no hayan instalado el implante neural para alimentarse y poder sobrevivir. Le dejo mi carga, Sr. Chase. A usted y a muchos más. Espero que la disfrute tanto como yo lo hice. Ahora, finalmente, puedo descansar en paz… Ha llegado la hora, Sally-.

Stirling besó en los labios a la secretaria antes de tenderse en el suelo lentamente. Llorando, la mujer situó la estaca de plastiacero a la altura del corazón y alzó la maza por encima de su cabeza.

-Harold… Espera…- Susurró Maxwell con dificultad. Sus colmillos ya habían llegado a su máximo tamaño, evidenciando que tanto el bacilo como el implante neural habían funcionado correctamente, y que la transformación hacia un ente inmortal y maldito, estaba completada -¿Por… Por qué…?-.

Harold Stirling, el vampiro que una vez había sido un gran Duque, sonrío con satisfacción.

-Yo llevo muchos siglos haciéndome la misma pregunta-.

Sin previo aviso, la maza bajó una vez, y otra, y otra.

Oper. Capítulo XVI

Capítulo XVI

Stirling. Escocia. Septiembre de de 1297.

Finalmente, el día de la batalla había llegado. Los soldados de infantería y los acorazados de las fuerzas inglesas, avanzaban con orgullo hacia el puente de Stirling, rumbo hacia la Abadía de Cambuskenneth donde esperaba con impaciencia el ejército de William Wallace. A pesar de que la anchura del puente sólo era suficiente para el paso de dos jinetes de la caballería inglesa, John de Warenne ordenó un ataque con la totalidad de su poder.

Wallace y Moray contuvieron a sus hombres, ansiosos y valientes, hasta que el enemigo estuviese en el lugar esperado. Para sorpresa de los invasores ingleses, una lluvia de silbantes flechas se produjo desde los lugares más recónditos del espeso bosque, al otro lado del río. Los mejores arqueros y ballesteros del Duque abatieron a decenas jinetes e infantes, mientras que el grueso del ejército escocés embestía al confundido y desordenado bando contrario, el cual se vio divido en dos partes: la primera había sido acorralada por los hombres de Wallace y Moray, mientras que la segunda estaba rodeada por el distinguido cuerpo de infantería del Duque, dirigido por su propio hijo. Los guerreros arremetían en masa en contra de los ingleses aislados, los desmontaron de sus caballos y los arrojaron al río para que se ahogaran con sus pesadas armaduras, los decapitaron con sus espadas Claymore y los humillaron con una derrota contundente. Los refuerzos no tardaron en llegar. Cientos de hombres procedentes del contingente inglés se agolparon en el puente, con la finalidad de recuperar el terreno perdido. Sin embargo, el puente no resistió el peso y sus cimientos cedieron, llevándose con él a incontables ingleses a las gélidas aguas del río Forth, y provocando la inmediata retirada de los invasores. La victoria escocesa había llegado pero, sorprendentemente, el Duque había desaparecido sin dejar rastro alguno.


-Beba vino, mi querido Duque- Dijo una voz áspera y fuerte en la oscuridad de aquella cueva.

Despertó completamente asustado y desconcertado. No sabía dónde estaba, aunque su primera impresión le llevó a pensar que los ingleses le habían capturado, recluyéndole en una caverna iluminada por una gran hoguera. No recordaba nada de lo que había pasado, salvo el detalle de que había hablado con su amado hijo durante la noche, para después retirarse hacia un descampado y meditar bajo el manto de estrellas. A partir de ese momento todo era confuso. Sintió sed al ver el recipiente con el líquido carmesí y bebió con apetencia.

-Más vino- Habló la voz un poco más cerca ahora pero sin un origen definido. Parecía que podía venir de cualquier parte y de ninguna al mismo tiempo.

El Duque volvió la mirada y vio, sobre una rudimentaria mesa hecha con madera de pino, un cuenco cerámico con más líquido carmesí. Justo en ese instante, le pareció que el vino no debía tener una buena fermentación puesto que era ácido y amargo para el paladar. Aún así siguió bebiendo y, cuando acabó, se limpió los restos de líquido en la boca con la mano. Notó que el vino era pegajoso y viscoso, mucho más de lo habitual. Repentinamente sintió un picor insoportable en el cuello, cuando intentó rascarse se percató de que estaba sangrando a la altura de la garganta. Despavorido, corrió hacia un rincón de la caverna pero se dio de bruces contra una figura enjuta pero astutamente maliciosa, con unos intensos ojos rojos, de cabello oscuro, orejas puntiagudas y dientes color marfil muy afilados.

-Mi apreciado Duque… Os ruego que me escuchéis con atención-.

El Duque gritó preso del pánico, aterrado por la apariencia de aquel ser que le persiguió hasta alcanzarle con facilidad. El desconocido, le tomó fuertemente entre sus brazos, le alzó a la luz de la hoguera y le miró con frialdad.

-Aunque vos no me creías, estimado Duque, yo hace más de mil años era un hombre corriente como usted, pero hice un pacto con el mismísimo Satanás para salvar a mi hija de una enfermedad incurable. A cambio, le di mi alma y me condenó a vivir por toda la eternidad alimentándome de sangre humana. Pero ya no puedo seguir con esta carga, respetado Duque, prefiero vivir en el infierno antes que seguir con esta terrible maldición. Es por eso que le he transmitido mi pena, mi carga inmortal, a usted, porque sé que usted es un hombre justo y honorable, y no sucumbirá jamás a los pecados de la banalidad de su naturaleza. Lo que os he dado de beber no es más que mi propia sangre, sangre envenenada con el signo de una maldición. Os pido que me perdonéis, pero yo ya no puedo soportar más esta maldición-.

Sin que el Duque tuviese tiempo a reaccionar, aquel ser de perversa naturaleza se arrojó hacia las llamas de la hoguera para recibir una muerte definitiva y, quizás, merecida. El cuerpo de la criatura se convirtió en cenizas ante el horror de ese escocés condenado a recibir una carga que no merecía. Tambaleando, pudo salir de la cueva sin entender el significado de tales palabras, ignorante de su nueva y horrible condición, y sediento de sangre.