miércoles, 23 de septiembre de 2009

Oper. Capítulo II.

Diario digital de Schrödinger. El Vértice. 14 de Junio de 2052.

Esta ciudad maldita apesta. Pocas cosas de ella pueden sorprenderme ya. Esta mañana he encontrado a un hombre muerto. Por el color canela de su tez, supuse en un principio que se trataba de algún asiático procedente de Neo Delhi, aunque bien podría ser americano o incluso europeo. Lo cierto es que no puedo saberlo. Su cabeza había sido aplastada con un martillo enorme. En mi opinión debió haber recibido entre seis y ocho golpes, quizás diez siendo estrictos. A juzgar por su ostentoso traje, debo partir de la hipótesis de podría tratarse de algún hombre de negocios, o quizás de algún mafioso local ¿Enrico Maroni? No. No creo que los hilos del Don italiano estén tras ese asesinato. Sus esbirros siempre son sutiles, cándidos y muy discretos a la hora de cometer un homicidio. Los Yakuza tampoco son una posibilidad. Actualmente se encuentran muy debilitados en su particular guerra con la red de Jacqueline Wu. Los bastardos japoneses no han podido resurgir de sus cenizas y su amplio poderío ha mermado, lo suficiente como para que su líder haya decidido cometer el medieval rito del Harakiri en un acto de desesperación.

Jacqueline Wu. La sensual mujer china de ojos color jade ¿Tendría ella algo que ver con ese hombre? Su identificación holográfica anunciaba que el infeliz, ahora un fiambre más en el crematorio de esta putrefacta urbe, se llamaba Manmohan Patil. Su pasaporte electrónico delataba que había pasado menos de diecinueve horas en El Vértice, antes de su asesinato. No tenía armas, ni siquiera tenía algún implante cibernético. Era completamente humano. Algo nada extraño, si se tiene en cuenta que el 40% de la población mundial tiene, como mínimo, un dispositivo neural en su cerebro. Por ende, Manmohan Patil pertenecía a ese 60% de personas anticuadas que han decidido no mutilar su cuerpo, y perder un poco de su humanidad con algún implemento tecnológico adicional.

Decidí entrar en un restaurante del Barrio Chino. Uno que se hacía llamar “El Rincón de Wang” y que, según su versión parcializada, cocinaba el mejor Chop Suey de El Vértice. Tras propinarle una patada, entré por la puerta principal. Todo el podrido lugar estaba lleno de solitarios amarillos que, como marcaba la costumbre, comían gatos callejeros aderezados con quién sabe qué porquerías. Un grandullón que medía más de dos metros gracias a sus piernas robóticas, intentó detenerme con sus manos sintéticas de poliuretano endurecido. Detuve sus intenciones con un golpe directo en su estómago. Para cuando se arrodilló, encajé los nudillos de mi mano derecha en su nariz. Debí haberle roto el tabique nasal, porque la cantidad de sangre que expulsó el matón fue considerable, y sus dificultades para respirar se hicieron notar con repetidos procesos de exhalación y aspiración. Castigué su ingle con un puntapié, tomé fuertemente su muñeca izquierda y anuncié sin prisas:

-Voy a destrozarle la mano a este caballero de inmediato si nadie me dice nada sobre la muerte de un tal Manmohan Patil ¿Alguien le conocía?-.

Silencio. Los amarillos se miraban entre sí con aire desafiante. Me encanta cuando la gente mala actúa como gente mala. Eso hace florecer lo mejor de mi. Eso me fortalece. Me llena de inspiración y hace que saboree prematuramente el miedo de aquellos pecadores que infringen y lesionan con corrupción a esta ciudad. El grandullón trataba de contener con su mano disponible la sangre que manaba libremente de su nariz. Debía esperar que sus compinches le sacaran del aprieto en que se había metido, sin embargo antes de que se diera cuenta le arranqué la mano con un movimiento preciso, rápido y fulminante. Una mezcla de sangre con amoníaco de refrigeración brotó de la herida recién hecha, al tiempo que el grandullón se desplomaba en el sucio suelo con un fuerte grito de dolor. Sostuve la mano sintética entre mis garras inmaculadas, la aventé contra el piso y la pisé con fuerza, haciéndola añicos en el proceso.

-Manmohan Patil ¿Quién era? ¿Por qué lo mataron?- Pregunté despacio, haciendo énfasis en el nombre del difunto-.

-Oye, Schrödinger, ninguno de los que estamos aquí sabemos de qué nos hablas…- Intentó decir un hombre anciano, quien supuse que sería el dueño del establecimiento y el cocinero del mejor Chop Suey de El Vértice.

En una mesa cercana, dos hombres de baja estatura miraron torvamente al anciano. Uno de ellos deslizó su mano derecha hacia sus pantalones, en ese instante percibí que los latidos de su corazón comenzaban a acelerarse. Su compañero alternó furtivas ojeadas entre mi presencia y el anciano, mostrando signos de nerviosismo. Era evidente que había llegado a un punto de consenso, a un resultado concreto que provocó que mi sistema neural suministrara las dosis de adrenalina necesarias para llevar a cabo mi tarea de limpieza. Ahora solamente necesitaba una excusa, un motivo para obtener lo que quería y deseaba obtener.

-Es obvio que no estoy hablando con claridad. Creo que debo expresarme con otros medios más explícitos- Hice una pausa para extraer una pequeña bomba fragmentaria de mi negra gabardina, la cual mostré ante el asombro y consternación de los comensales.

Introduje el artefacto explosivo en la boca del grandullón y cerré mi garra derecha sobre su cuello. En ese momento el primer amarillo de la mesa cercana hizo el movimiento que estaba esperando. Desenfundó una pistola láser Guizhou de repetición y disparó en mi dirección, cuestión que me llevó a usar el matón de enormes proporciones como escudo improvisado. Su musculado torso recibió el impacto directamente en el centro, provocándole la muerte instantánea y ocasionando un desagradable olor a carne quemada. El segundo amarillo saltó de su silla y atravesó sin contemplaciones el cristal del restaurante. Recuperé la bomba fragmentaria, oprimí el botón de activación y la lancé hacia el primer agresor, quien solo tuvo tiempo a refugiarse bajo la mesa. La consecuente explosión descuartizó al primer amarillo en diferentes partes, quedando solamente un amasijo de acero fundido, humeante plástico, infinitos segmentos de microcables y una cabeza deforme con ojos muertos.

La conclusión fue en un principio evidente para mi: Jacqueline Wu estaba tras la muerte de Manmohan Patil. Guardé la cabeza de la inutilizada unidad cibernética bajo mi gabardina y comencé a perseguir al segundo implicado, quien había ganado una importante ventaja en su huida. No obstante sabía que podía alcanzarle porque, a diferencia del primero, este hombre no era un androide barato que se podía comprar en el mercado negro de Osaka o de Los Ángeles. Olvidándome de la conmoción que había causado en el restaurante me centré en mi objetivo, percatándome de que el rastro me conducía irremediablemente hacia el norte. Corrí a través del mercado chino, esquivando los diversos puestos de verduras fermentadas, frutos secos y animales domésticos con fines alimenticios.

No tardé en avistar al segundo amarillo, quien ya sostenía en sus manos un arma de fuego; específicamente una Glock con balas de tungsteno reforzado, capaces de penetrar en el más fuerte y duro blindaje de un tanque acorazado. El asesino disparó en dos ocasiones: en la primera de ellas, la bala impactó en una columna de un antiguo edificio de mampostería, provocando un agujero de grandes proporciones; sin embargo la segunda vez acertó en la cabeza de una anciana que se refugiaba tras una estantería con zanahorias, patatas y raíces de ñame. En ese momento sólo pude ver cómo un manantial de sesos, sangre y carne hacía erupción del cuerpo inerte de aquella inocente dama. Este hecho provocó un enfurecimiento en mi interior, que sólo sería aplacado en el momento en que mis garras arroparan a ese individuo. El asesino hizo una pausa, se detuvo y volvió la mirada, ignorando a la gente que gritaba y corría con desesperación a su alrededor. Debía estar sopesando sus opciones y evaluar cuál de ellas representaba la mejor alternativa para escapar del desastre que había originado. Era un iluso. No se podía escapar del brazo largo de Schrödinger, era imposible no ser juzgado por la implacable justicia de quien tenía el control de esta ciudad. Ese hombre ya estaba sentenciado, su veredicto de culpabilidad ya había sido emitido y yo era juez y jurado en un juicio honesto, eficaz e inapelable.

Vi cómo ingresó en una casa de dos plantas luego de disparar contra la cerradura de la puerta metálica. En cuestión de segundos, una decena de asiáticos corrían despavoridos de su vivienda. Resultaba claro que la estructura era utilizada como una comuna donde seguramente residían varias familias, así que existía la posibilidad de que el matón tomara algún rehén. Avancé sigilosamente hacia la edificación y escalé sus paredes, ganando un tiempo valioso y alcanzando el débil techo en pocos segundos. En la planta superior, escuché gritos de pánico, súplicas de libertad y un disparo que desencadenó en un terrible llanto infantil. Posiblemente alguna criatura indefensa se había quedado sin padre o madre tras ese disparo, posiblemente haya sido una advertencia cuyo estruendo arrancó lágrimas en ese infante, pero sí era seguro que ese sádico moriría antes de un nuevo amanecer.

Mi cuerpo se mimetizó con el entorno, mi silueta se convirtió en un contorno que se confundía con la noche, a partir de ese instante no era más que alguien invisible a la vista de cualquier ojo cibernético. Caminé muy despacio hacia la humeante chimenea, escuchando los sollozos de una mujer, el llanto a vivo pulmón del bebé y la marcha apresurada de mi presa, quien no dejaba de examinar la calle a través de todas las ventanas con su arma poderosa pero inútil. Mis garras se clavaron la hendidura de dos ladrillos de cemento aglutinado, impulsé mis piernas desde el tejado, giré sobre mi mismo y con la fuerza adquirida durante la maniobra destrocé el cristal de la ventana, haciendo que mis botas impactaran en la nuca del descarado homicida, quien se desplomó en el suelo luego de soltar su pistola. El hombre se levantó con dificultad, miró en todas las direcciones posibles sin saber que me encontraba a sus espaldas, desenvainó de su cinturón una pequeña y ridícula navaja y comenzó a asestar golpes aleatorios al aire. Cuando se ubicó frente a mi, cerré mis garras sobre su brazo armado, neutralicé su elemento cortante y comencé a efectuar una presión lo suficientemente necesaria como para suministrarle un dolor lento e incipiente. En ese momento me hice visible nuevamente y disfruté del momento.

-Escúchame bien, miserable escoria humana. Sé que has matado a Manmohan Patil con la ayuda de tu maquinita con patas ¿me entiendes? Así que no lo voy a repetir dos veces, dime quién te ordenó ese asesinato ¿Has sido tú quién le aplastó la cabeza con un martillo?-.

El amarillo gritó de dolor.

-No lo sé… Recibimos un mensaje anónimo desde la Red… Alguien nos dijo que debíamos matar a un traficante londinense… Nos pagó mucho dinero…-.

-Vamos, hombrecito. No juegues conmigo. Sabes que no puedes hacerlo ¿Fue Jacqueline Wu?- Insinué. La garra se cerró aún más sobre el brazo, quien comenzaba a mostrar síntomas que debieron preocupar al matón. La piel alrededor de la herida adoptó una coloración púrpura, mientras que un hilo de sangre manchaba la superficie de mis elementos ejecutores de dolor.

-¡Es la verdad, Schrödinger! ¡Lo juro! Nosotros somos independientes… No tenemos nada que ver con Wu… ¡Créeme! Puedes comprobarlo tú mismo, si lo deseas… Puedes revisar la base de datos de mi memoria adjunta… Verás que hace dos días recibimos una transferencia de un banco de Buenos Aires…-.

-¿Por qué huías, entonces?- Pregunté aumentando la presión. Estaba en el umbral de arrancarle el brazo a ese sujeto, cuyos ojos eran fuente de lágrimas patéticas e inservibles.

-Nos… Nos diste miedo… Se habla mucho de ti en los barrios bajos… Los grupos mafiosos temen encontrarte… ¡Teníamos miedo! ¡Por favor, Schrödinger!... ¡No me mates! ¡No lo hagas! ¡Fue algo estúpido! ¡Lo sé!-.

Sonreí con satisfacción bajo la máscara que cubría mi rostro. Con mi mano libre, desenfundé mi escopeta recortada de fabricación casera, basada en un modelo que ya no se fabricaba en los días actuales. Me había costado encontrar los materiales requeridos para su construcción, ello sin contar las dificultades que tuve para hallar los planos del arma en la Red; por si fuera poco, debo moldear en un torno convencional las balas de latón calibre dieciséis y luego cargarlas yo mismo en un cartucho, usando una prensa hidráulica para asentar los detonadores. El asesino detalló con ojos atónitos el arma; tan asustado estaba que no se dio cuenta de cuándo introduje la boquilla del cañón en su boca.

-Te diré lo que vamos hacer, basura. Voy a revisar tu memoria cerebral interna, independientemente de si estás vivo o muerto. Ello dependerá de la reacción que tengas cuando te corte el brazo: Si no lloras, vivirás; de lo contrario…-.

Las garras de mi mano se cerraron por completo, cercenando la extremidad del asesino a sueldo. Sin cumplir mi palabra, apreté el gatillo, sentí el retroceso de la escopeta y vi cómo lo que quedaba de la cabeza de ese hombre se derrumbaba en el piso de aquella vivienda comunal.



El matón chino tenía razón. Luego de haber convertido su cabeza en una masa amorfa y rosada, pude recuperar su memoria cerebral y compararla con el disco duro de su colega androide. Los dos sujetos habían recibido una transferencia de medio millón de dólares americanos, de parte de un emisor sin identificar, a través de un banco argentino. En la orden de pago, el ordenante había escrito un mensaje conciso y evidente: “MP. 14–J”. Decididamente alguien estaba interesado en que la muerte de ese tal Manmohan Patil fuese el día de hoy. Averigüé en la Red sobre el difunto pero no pude encontrar nada; parecía que ese londinense había surgido de la nada, que no tenía pasado, familia, hijos, padres o hermanos conocidos. El misterio rodeaba la vida de ese turista y yo estoy dispuesto a encontrar respuesta a cada una de las preguntas que invaden mi mente.

Esta ciudad maldita apesta. Apesta a prostitución, corrupción, promiscuidad, putrefacción y odio, síntomas que sumergen en el más puro estado de anarquía a sus habitantes. Cuando los pecadores e impíos se vean superados por dichos síntomas y miren al cielo en busca de una solución salvadora, yo miraré hacia abajo y me negaré. Únicamente me quedaré con aquellos que hayan demostrado ser inocentes.

Oper. Capítulo I.

Stirling. Escocia. Septiembre de 1297.

El Duque marchaba siempre orgulloso entre sus tropas. Historiadores de épocas posteriores, afirmarían que el ejército que defendió la integridad escocesa en la Batalla del Puente de Stirling, estaba compuesto por una cantidad de hombres equivalente a la quinta parte de las fuerzas que representaban a la ocupación inglesa. Lo cierto era que el Duque disponía de poco más de mil hombres dispuestos a sacrificar sus vidas por un ideal de libertad y autonomía, por la consecución de su independencia y por el futuro de sus familias, un futuro alejado de la influencia inglesa.

No obstante, el Duque no estaba solo en la empresa que se disponía a ejecutar. Su afilada espada y su infatigable alma contaban con la ayuda del corazón aguerrido de William Wallace, de la correcta prudencia de Andrew Moray, y de la potente valentía de su único hijo. William y Andrew habían llegado desde el sur, acompañados por un notable cuerpo de infantería y de caballería. Tomaron posición en las adyacencias de la Abadía de Cambuskenneth, acampando a orillas del río Forth que cruzaba en diagonal el Castillo de Stirling, fortificación de especial importancia para los intereses escoceses. El Duque y sus aliados habían decidido que conquistar y preservar el puente de Stirling era fundamental, puesto que de esta forma podrían controlar el único enlace que tenía el norte con el sur del país. El grueso del ejército de infantería de William Wallace montó guardia durante ocho días con sus respectivas noches, a la espera de un posible ataque inglés. Los escoceses sabían que se encontraban en la más absoluta inferioridad numérica, por lo que un combate frontal era un auténtico suicidio. La idea era provocar a las fuerzas enemigas y obligarles a cruzar el puente, para que pudiesen encontrar su perdición.

Andrew Moray propuso que los hombres del Duque se asentaran dentro de las inmediaciones del bosque verde y fresco que serpenteaba la envergadura del río. Los arqueros y ballesteros del Duque se encargarían de hacer llover decenas de flechas sobre los ingleses, mientras que los caballeros acorazados y los miembros del cuerpo de infantería atacarían por el flanco lateral, consternando y confundiendo al peligroso enemigo. Al amanecer del noveno día, el Duque y un lugarteniente de William Wallace llamado James Stewart partieron al campamento inglés con un solo propósito: entablar un diálogo con John de Warenne e intentar el cese de las actitudes hostiles. Sin embargo, la respuesta del aristócrata fue una negativa contundente y una burla descarada. A cambio, el militar inglés envió durante la tarde de ese mismo día a dos monjes dominicos con el objetivo de persuadir la rendición de los escoceses. Fue en ese momento cuando William Wallace, deseoso y ávido por el inicio de la batalla, contestó con frialdad y meticulosidad:

-Volved con vuestros amigos y decidles que no hemos venido aquí a hablar. Hemos venido a luchar, determinados a tomar venganza por las atrocidades inglesas cometidas en Dunbar y a liberar a nuestra patria. Decidles que vengan aquí y que nos ataquen, estamos esperando para enfrentarnos a ellos cara a cara-.

Con su mano izquierda aferrada al mango de su Claymore, el Duque observó la reacción de los monjes. En sus rostros se había dibujado la sombra de la preocupación y de la angustia. Poco podían hacer ya para frenar lo inevitable. El Duque regresó a su posición en el espeso bosque, al otro lado del río. Le comunicó a sus leales hombres que la batalla estaba a punto de comenzar, que debían encomendar su espíritu a la Divina Creación, y que cuando todo culminase Escocia sería más libre. La noche llegó envuelta en una tensa calma. Era clara, fresca y estrellada, pero unas nubes de bruma ascendían por las faldas de la loma desde los arroyos y las praderas profundas. Unos abedules de follaje escaso, que la brisa movía allá arriba, eran como una trama negra contra el cielo pálido. El hijo del Duque se acercó a su padre, quien mantenía puesta la mirada en la luminosa hoguera que habían preparado los ingleses para el preludio de la batalla.

-Los ingleses no lo han puesto fácil, hijo- Musitó el Duque con un tono de voz paternal. Tenía miedo. Pero no era un miedo derivado del evidente poderío enemigo. Era un miedo que él no podía explicar ni describir. Era la clase de miedo perenne que se hace palpable sin necesidad de hechos visibles. Era un miedo a algo que él no sabía que existía en aquellos momentos.

-Ese hombre… William Wallace ¿Confiáis en él, padre?- Los ojos verdes del hijo manifestaban un ímpetu descabellado para iniciar el combate –Es de origen humilde y me parece que antepone sus sentimientos al sano juicio-.

-En verdad no os equivocáis cuando insinuáis que atiende a sus sentimientos con pasión- El Duque hizo una pausa para esbozar una sonrisa –Pero, tal como habéis dicho, es un hombre humilde y, en consecuencia, reconoce con sensatez el valor de la libertad. Así que debo responder afirmativamente a vuestra pregunta, hijo mío-.

La mirada que intercambiaron en ese momento estaba cargada de emotividad. Era una mirada que trascendía más allá de la mera relación que puede existir entre un padre y su hijo. Era la clase de mirada que se da entre dos hermanos de sangre, entre dos personas que han jurado amistad eterna, entre dos personas que ignoraban que en esos momentos unos ojos escrutadores y silenciosos les vigilaban de cerca.

Unos ojos de color rojo carmesí.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Oper. Prólogo.

He escrito una novela. No la escribí pensando en hacer un "best-seller" o en ganar toneladas de dinero contante y sonante. No. Como aficionado, la escribí por el gusto y cariño que siento hacia el vicio de la escritura. La novela transcurre dentro del género de la ciencia ficción, concretamente en el cyberpunk creado por William Gibson durante los años 80 del pasado siglo. No voy a dejar ningún resumen, puesto que prefiero que sean los lectores invisibles de esta bitácora quienes descubran el tema central de la obra. Únicamente me permito aventurar que dicho tema central tiene su génesis en tres historias diferentes, que intentan unificarse en los últimos compases de la historia.

Deseo que la lectura sea de vuestro agrado. De momento, he presentado esta humilde novela en la edición del Premio Ciencia Ficción de la UPC del año en curso, con la idea de recibir críticas constructivas que permitan mejorar mi técnica narrativa y enmendar errores, los cuales seguramente son abundantes y fehacientes.

Gracias de antemano por leer "Oper".

Prólogo

Ebisu, dios japonés de los mercaderes, ejecutivos y comerciantes, bendijo a Nobuhiko Ikari con abundancia, prosperidad y un amplio horizonte empresarial. La Corporación Ikari se había convertido en la compañía postmoderna de referencia, luego de la guerra que azotó al mundo por motivos insulsos y olvidados. Los avances en nanotecnología, biomecánica, telecomunicaciones y cibernética que disfrutaba la nueva civilización, eran principalmente debidas al éxito de las investigaciones de la megacorporación, responsable también de la transformación definitiva de la Red, hacia niveles más sensoriales, intangibles, abstractos y virtuales. Nobuhiko Ikari estaba en la cima de la economía mundial.

Sin embargo, Fottei, el dios protector de la salud, no auguraba buenos pronósticos en la vida de Nobuhiko, condenándole inexorablemente a un viaje sin retorno al Yomi, la tenebrosa tierra de los muertos. Han pasado más de cinco años desde la última aparición pública de Nobuhiko Ikari, quien ahora residía en una lujosa mansión lejos de El Vértice, urbe que cada día pretende ser el punto de encuentro del progreso y el bienestar. Tendido sobre una dura cama metálica y con la mirada ausente, el empresario japonés sentía las decenas de conductos que estaban acoplados a su cuerpo de baja estatura. Tales conductos eran los responsables de inyectar psicotrópicos, medicinas amargas, químicos sintéticos y potentes calmantes, destinados al tratamiento de la incurable y extraña enfermedad que azotaba a Nobuhiko. Su cráneo estaba abierto, dejando al descubierto un cerebro rosa perforado con cientos de finas agujas de punta oblonga, que transmitían los pulsos eléctricos necesarios para mantener en mínimo funcionamiento su sistema nervioso. A simple vista, parecía que Nobuhiko permanecía en un continuo estado vegetativo, indiferente a lo que ocurría a su alrededor, ignorante de los osciloscopios que registraban su débiles constantes vitales, e impasible a los dispositivos que le mantenían con vida. La realidad era que el japonés estaba lúcido, recordaba todo lo que le había pasado, sentía dolor y odiaba a quien le había ocasionado tan deplorable estado. Odiaba al hombre que ahora estaba a los pies de la cama, con una jeringa delgada y corta que contenía un fluido fluorescente.

-Buenos días, Sr. Ikari. Espero que haya descansado muy bien- Dijo el hombre sin esperar respuesta –Las acciones de nuestra compañía se han revalorizado en las principales bolsas del mundo, así que debo darle la enhorabuena porque hoy usted ha amanecido mucho más rico de lo que es. Es una lástima que tanto dinero no sirva para encontrar una cura a su mal-.

El hombre inyectó el fluido en uno de los conductos, provocando fuertes espasmos y convulsiones en el indefenso japonés. Colocó su mano en la frente del enfermo, le susurró suavemente al oído y contempló con condescendencia los alargados ojos vacíos e impertérritos.

-En verdad lamento hacerle sufrir de este modo, Sr. Ikari- Continuó el hombre con semblante afligido –Le ruego que vea su sacrificio como un paso necesario hacia la evolución de la humanidad, como un procedimiento correcto hacia un destino nuevo. Un destino que llevará a feliz término el objetivo que me he trazado a lo largo de estos años-.

El hombre besó con compasión la mejilla derecha del moribundo enfermo, guardó la jeringa con un ademán delicado y lento, y dirigió una última mirada a los costosos equipos médicos que mantenían con vida al afectado, antes de abandonar la habitación. Nobuhiko Ikari odiaba esa mirada. Nobuhiko Ikari odiaba la confianza que le había dado a ese hombre. Nobuhiko Ikari odiaba su agónica existencia. Nobuhiko Ikari sabía que moriría pronto.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

La llave de Arquímedes

El sabio estaba profundamente angustiado por el dilema que le amenazaba. Decidió relajarse tomando un baño caliente en una tina. Le habían dicho que el vapor ayudaba a despejar las ideas y la mente, permitía respirar mejor y facilitaba el pensamiento, llevándolo a niveles sensoriales profundos e inhóspitos.

Repentinamente, sintió algo extraño. Más bien, vislumbró algo poco común e inusual. Mientras entraba en la tina el nivel del agua aumentaba. A partir de entonces lo vio todo claro. Debido a que el agua es un fluido incompresible, es decir, no se puede comprimir, todo cuerpo al ser sumergido desplaza una cantidad de agua igual a su propio volumen.



¡Eureka! ¡Eureka!

Arquímedes saltaba de alegría al hallar la solución correcta a su dilema, sin importarle el hecho de que estaba desnudo, las miradas atónitas de sus vecinos y de los transeúntes, y el charco de agua que dejaba en cada paso.

Pues bien, Arquímedes había encontrado el origen de lo que actualmente se conoce como Principio de Arquímedes, base fundamental de la hidrostática, el cual se define formalmente como: Cualquier cuerpo sólido que se encuentre sumergido total o parcialmente en un fluido, será empujado en dirección ascendente por una fuerza igual al peso del volumen del liquido desplazado por el cuerpo sólido. La mencionada fuerza recibe el nombre de empuje hidrostático, y se determina mediante la siguiente ecuación, la cual resume adecuada el Principio de Arquímedes:



De acuerdo a la expresión anterior, el empuje hidrostático depende de la densidad del fluido pf, del volumen V del cuerpo sumergido y de la aceleración de gravedad g, la cual actúa en el centro de gravedad del fluido desalojado por el cuerpo y en la dirección vertical hacia arriba, tal como se muestra en el diagrama de cuerpo libre de la siguiente figura:



Ahora bien ¿Qué tiene que ver esta breve reseña histórica con el funcionamiento de los barcos, como el Titanic por ejemplo? La respuesta no puede ser más clara y contundente: Mucho. El Principio de Arquímedes permitió a los navegantes colocar una barca encima del agua para poder transportarse a lugares distantes y cortar distancias entre pueblos costeros, al mismo tiempo acrecentar el comercio de diversos valores. Fue precisamente la tenacidad y audacia de los seres humanos que han habitado y participado de la historia del mundo, quienes decidieron que esas embarcaciones podrían crecer, ser buques de transporte, herramientas de conquista en las guerras y elementos de observación oceanográfica para adentrarse en el maravilloso espacio acuático.



Aplicando el Principio de Arquímedes en la ingeniería de barcos, se puede afirmar que el aire que ocupa el casco del barco pesa menos que el volumen de agua que ocuparía, aunque el fuselaje del barco sea de madera o de acero. En consecuencia, la densidad, y por lo tanto el peso, de esa masa de agua, es superior a la del barco. De esta forma se obtiene una premisa fundamental sobre la flotabilidad de cualquier embarcación.

Sobre la base de lo anteriormente expuesto, se puede decir que el Principio de Arquímedes es la llave de la navegación moderna y contemporánea. Del mismo modo, los submarinos se encuentran fuertemente condicionados por este precepto. El submarino se mantiene en superficie por medio del aire que existe en los lastres, los cuales son una especie de tanques que rodean al casco resistente y están en comunicación con el mar por su parte inferior. Al recibir la orden de "¡Inmersión!", desde el interior se abren las ventilaciones o tapones, permitiendo salir el aire y entrar el agua por la parte inferior, llenándose de agua, lo que hace que se sumerja el submarino, pasando a tener un peso igual al desplazamiento de agua. El submarino para aumentar o disminuir su profundidad no precisa meter ni sacar agua, basta con tomar inclinación a bajar o subir.



Se observa que en inmersión se navega con las ventilaciones de los lastres cerradas. Al recibir la orden de "¡Superficie!" desde el interior del submarino se soplan los lastres con aire comprimido, desalojando al agua por la parte inferior y restableciendo la flotabilidad.



La llave de Arquímedes se extiende también a la naturaleza, en concreto hacia la flotabilidad de los icebergs. En estado de congelación, las moléculas del agua se estructuran de una forma compacta, de tal forma que cada una está rodeada de otras cuatro moléculas entrando en juego el enlace de hidrógeno. Cuando el hielo se licua, la energía vibratoria de las moléculas rompe parte de esta ordenación estructural permitiendo que algunas moléculas estén más apelmazadas, y tengan por tanto una densidad mayor. La consecuencia de esto es que, a diferencia del resto de sustancias, el agua congelada, que es más ligera, no se hunde por completo en el agua líquida sino que una parte queda flotando por encima del agua, permaneciendo sumergido el resto tal como se puede observar en los icebergs.



En término medio, el volumen de iceberg sumergido vale exactamente el 92% del volumen total, quedando en la superficie un 8% del volumen restante que es el que ven los barcos cuando divisan un iceberg.

La consecuencia de este fenómeno es de vital importancia para la vida en nuestro planeta. Si el agua se comportase como una sustancia más, cuando llegase el frío invierno la superficie de lagos y mares sería la primera en enfriarse, y al aumentar por tanto su densidad, descendería más y más desplazando el agua más caliente hacia arriba para que también se fuese enfriando, de tal forma que finalmente todo el agua congelaría cuando alcanzase los 0º C, convirtiéndose en un gran bloque compacto de hielo. La profundidad de este bloque, unido a la propia capacidad aislante del hielo, provocaría que no fuese suficiente el calor de las estaciones más cálidas para derretir una masa de hielo tan profunda y únicamente lo haría una fina capa superficial que aislaría al resto.

La llave de Arquímedes también tiene validez en el mundo de la aerostática. Desde un punto de vista mecánico, la diferencia fundamental entre líquidos y gases consiste en que estos últimos pueden ser comprimidos. Su volumen, por tanto, no es constante y consiguientemente tampoco lo es su densidad. Teniendo en cuenta el papel fundamental de esta magnitud física en la estática de fluidos, se comprende que el equilibrio de los gases haya de considerarse separadamente del de los líquidos.



El Principio de Arquímedes conserva su validez para los gases y es el responsable del empuje aerostático, fundamento de la elevación de los globos y aeróstatos. Sin embargo, y debido a la menor densidad de los gases, en iguales condiciones de volumen del cuerpo sumergido, el empuje aerostático es considerablemente menor que el hidrostático.

En resumen, lo que una vez un hombre sabio e inteligente descubrió como fruto de una casualidad y lo expresó en un principio fundamental, es en esta sociedad moderna una de las llaves más importantes de la puerta que conduce al progreso actual. A mi juicio, el Principio de Arquímedes ha sido, es y será una ley invariable e inmutable frente al vertiginoso paso del tiempo.

REFERENCIAS

[1] M.C. Potter y D.C. Wiggert. Mecánica de fluidos. Thomson International, 2002.
[2] B.R. Munson. Fundamentals of Fluids Mechanics. Editorial Limusa, 2005.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Falling in love (is hard on the knees)

Decididamente, Steven Tyler tenía razón al afirmar que durante un romance, por muy breve que sea, siempre sufren las rodillas. En ocasiones, no hace falta estar enamorado para sufrir una lesión en cualquier rodilla, basta con intentar escalar un muro de ochenta centímetros, correr los cien metros planos al estilo de Usain Bolt sin estar físicamente preparado, o bien saltar desde un segundo piso emulando a un escapista hábil.

Desde el punto de vista de la anatomía humana, la rodilla es una articulación donde se unen tres huesos: el extremo inferior del fémur, el extremo superior de la tibia y la rótula; y constituye una articulación de suma importancia debido a que soporta todo el peso del cuerpo en el despegue y la recepción de saltos. Sin embargo, desde el punto de vista de la biomecánica, la modelación matemática de la rodilla no se conoce con exactitud. Se han establecido y formulado diversos parámetros y modelizaciones, pero ninguno de ellos ha alcanzado el funcionamiento real de la articulación. De entre todos ellos, el modelado más aproximado, en cuanto a cinemática de la rodilla se refiere, para ser el de seis grados de libertad en la zona patelofemoral y en la tibiofemoral (nombres que por sí mismos dan un poco de miedo).

Estructura de la rodilla

Antes de proceder a explicar en qué consiste dicho modelo de seis grados de libertad, conviene detallar en primer lugar cuál es la configuración de la rodilla. Para empezar, es preciso acotar que la misma está formada por ligamentos que la cruzan, cada uno de los cuales aporta su grano de arena a la estructura global. La rodilla es una articulación intermedia dotada de un solo sentido de libertad de movimiento, como lo es la flexión, que trabaja comprimida por el peso que soporta. Adicionalmente, la articulación de la rodilla se complementa con un segundo sentido de libertad, definido mediante la rotación sobre el eje longitudinal de la pierna, originada sólo en el momento en que la rodilla está flexionada. A grandes rasgos, la estructura de la rodilla se puede resumir mediante la siguiente figura:



La articulación es el lugar de unión entre los diferentes huesos que realizan un movimiento, existiendo diferentes grados de libertad entre estos. Por otra parte, la estabilidad de la articulación de la rodilla se halla bajo la dependencia de los ligamentos cruzados y los ligamentos laterales. Los ligamentos laterales refuerzan la articulación de la rodilla tanto interna como externamente, mientras que los ligamentos cruzados ejercen una función de refuerzo. Desde el punto de vista de la ciencia ficción moderna, esta explicación me recuerda a las rodillas de los T-800, capaces de ejecutar movimientos impecables gracias a que están correctamente sujetadas y fijas, produciendo en consecuencia que el movimiento del extremo inferior del fémur sea solidario al movimiento del extremo superior de la tibia.



Finalmente, el menisco funciona como elemento de amortiguación ante caídas, saltos y movimientos bruscos. Por ejemplo, al intentar escalar el muro, apoyé todo mi peso sobre la rodilla izquierda, produciendo una situación de fatiga crítica que conllevó a una tensión excesiva sobre el menisco. Al presentar un amortiguamiento estructural o de histéresis, el menisco cedió resultando una lesión que requirió de un profundo reposo.

Cinética de la rodilla

Me encanta William Gibson y, particularmente, la novela Neuromancer. En ella, la protagonista Molly Millones sufre una lesión muy grave en la pierna. Luego de la cura por parte de un dentista de origen chino, ella afirma que si patea cualquier cosa su pierna se caerá. Para comprobar la validez de esta aseveración, me gustaría definir algunas nociones básicas relacionadas con la cinética de la rodilla.

La cinética busca la realización de un modelo sobre el que se aplican determinadas fuerzas y momentos en su superficie, provocan sobre él un movimiento y deformación definida. Con ello se estudian los ejes tanto anatómicos como mecánicos, relacionandolos con los ángulos y fuerzas que actúan en reposo sobre la rodilla. La rodilla sin movimiento está sometida a una serie de fuerzas resultado del mismo peso del cuerpo y de la gravedad:

Desviaciones varizantes: Se define como la distancia existente entre el eje de gravedad del miembro inferior y el centro de la rodilla medida en milímetros y suele oscilar en torno a los 45 mm.

Compresión frontal: Es equivalente a la resultante de dos fuerzas; el peso corporal y la acción muscular.

Cizallamiento articular: Corresponde a la fuerza que se produce a través del apoyo de los cóndilos femorales sobre los platillos tibiales. El sobrepasar sus límites provoca lesiones cartilaginosas y meniscales, como la sufrida durante mi intento vago de hacer senderismo.

Cizallamiento frontal: Corresponde a la carga de los cóndilos femorales por la morfología diafisaria del mismo fémur.

Cizallamiento sagital: Son los movimientos
descritos de rodamiento y deslizamiento de la rodilla.



Cinemática de la rodilla

La cinemática es el estudio de las relaciones entre las posiciones, velocidades y aceleraciones de cuerpos rígidos, sin preocuparse de cómo son causados los movimientos, es decir, la cinemática describe la geometría del movimiento. En los últimos años se han presentando distintos modelos de cinemática de la rodilla basándose en la premisa de la descripción de la movilidad articular relativa entre dos cuerpos rígidos (el fémur y la tibia en este caso) unidos por la articulación a estudiar. El modelo que ha demostrado tener una mayor validez es el de la articulación con seis grados de libertad.

El movimiento definido según este modelo consiste en la traslación y rotación de dos cuerpos uno en relación del otro, o la traslación de puntos específicos de dos miembros uno en relación del otro. No se asumen limitaciones entre la movilidad de los dos cuerpos. En principio, se pueden diferenciar tres desplazamientos rotacionales:

•Flexo-extensión sobre un eje medio-lateral definido como una línea cuyos orígenes pueden tener varias posibilidades: la línea perpendicular a la inserción proximal del LCP y paralela a la línea epicondílea, la línea que pasa entre los orígenes de los ligamentos colaterales medial y lateral y la línea que pasa por el centro de los cóndilos femorales.

•Adducción-abducción sobre un eje anteroposterior en el centro de la rodilla y normalmente conectado con la tibia situado ligeramente posterior al centro del platillo tibial medial para flexiones medias, pero que en caso de flexiones a 0 y 120º pasa justo por el punto medio de la espina tibial.

•Rotación interna-externa sobre un eje tibial intersección de la línea transepicondilar en el punto medio entre los epicóndilos.

Además, se definen tres traslaciones:

•Medio-lateral sobre un eje medio lateral que conecta los puntos más distales de los cóndilos femorales.

•Antero-posterior sobre un eje antero-posterior con respecto a la tibia. Este movimiento ocurre cuando el fémur se traslada anteroposteriormente sobre las superficies articulares de la tibia durante la flexo-extensión. Este eje rota con la flexión de la tibia para mantenerse perpendicular al eje longitudinal de la misma, o sea, paralelo a la superficie articular.

•Compresión-distracción sobre la longitud proximal-distal de la tibia con una angulación de 2º sobre el eje longitudinal de la tibia.

La figura siguiente permite esquematizar e ilustrar los mencionados movimientos:



Ideas y comentarios generales

La morfología particular de las partes óseas de la rodilla, confiere a ésta una peculiar forma de movimiento que aún no somos capaces de comprender con exactitud. Vista la dificultad en entender la biomecánica de la rodilla en general, el intentar añadir los componentes musculares y ligamentosos, no haría más que complicar la exposición hasta un punto en el que la comprensión podría resultar muy difícil, razón por la cual no me he centrado únicamente en el funcionalismo óseo. Por el mismo
motivo no he querido incluir la patología propia de las partes blandas o la afectación de la gonartrosis.

Todavía no se conoce el funcionamiento exacto de la rodilla. Los modelos actuales de seis grados de libertad permiten un acercamiento a la biomecánica real de esta articulación. Es necesario tanto la ampliación de los estudios biomecánicos como la colaboración con los ingenieros para ampliar este marco de conocimiento con tantas aplicaciones posibles, la principal de ellas las artroplastias de rodilla. Del mismo modo la unificación de criterios y el trabajo conjunto pueden llevar a un mismo fin.

REFERENCIAS

[1] Casanova, D. Biomecánica de la rodilla. Colegio Nacional de Técnicos en Traumatología y Ortopedia. San Cristóbal, Venezuela, 2008.
[2] Josa Bullich S., Palacios Y. y Carvajal J. Cinética de la rodilla. Barcelona. JIMS SA, 1995, pp. 35-48.
[3] Smith P.N., Refshange K.M., y Scarvell J.M. Developement of the concepts of knee kinematics. Arch. Phys. Med. Rehabil (84). 2003, pp. 1895-1902.

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Siento mucho la terminología espesa que he utilizado en esta entrada, sin embargo debo decir que para estudiar esta bonita disciplina, se necesitan tres diccionarios: Mandarín-Anatomía, Quechua-Fisiología y Japonés-Medicina. Al menos para un ingeniero novato como yo ;).

Saludos cordiales.

Wintermute.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Wintermute strikes back

Después de un mes de ausencia, regreso para escribir una breve entrada en esta bitácora. No pretendo justificar mi falta de compromiso ni mi desaparición, pero debo decir que recientemente he sufrido una lesión en el menisco de mi rodilla izquierda, en un intento banal y muy vago de realizar senderismo, más bien de escalar un muro de piedras de no más de ochenta centímetros de alto.

El caso es que este incidente, me ha inspirado a escribir una serie de entradas relacionadas con el maravilloso mundo de la biomecánica, en el cual me encuentro trabajando actualmente. Así que será cuestión de tiempo para que circulen por esta bitácora, mezclas y ungüentos elaborados a partir de interesantes ingredientes como lo son la mecánica, la anatomía, la ingeniería, la medicina, la ciencia de los materiales y la fisiología.



De momento, me permito clasificar, de una manera muy general, la biomecánica en cuatro disciplinas:

Biomecánica médica: evalúa las patologías que aquejan a una persona para generar soluciones capaces de evaluarlas, repararlas o aminorarlas. Esta disciplina se podría aplicar perfectamente a mi lesión.

Biomecánica deportiva: analiza la práctica deportiva para mejorar su rendimiento, desarrollar técnicas de entrenamiento y diseñar complementos, materiales y equipamiento de altas prestaciones. Esto se traduce en la investigación de las técnicas específicas del deporte, diseñar mejor el equipo deportivo, vestuario, y de identificar las prácticas que predisponen a una lesión. Por ejemplo, si yo hubiese estudiado más esta disciplina, probablemente no hubiese sufrido lesión alguna.

Biomecánica ocupacional: estudia la interacción del cuerpo humano con los elementos con que se relaciona en diversos ámbitos (en el trabajo, en casa, en la conducción de automóviles o en el manejo de herramientas) para adaptarlos a sus necesidades y capacidades. Este ámbito se relaciona con otra disciplina como es la ergonomía.

Biomecánica computacional: se refiere a la simulación mediante ordenadores de sistemas biomecánicos complejos. Usualmente se usan tanto modelos de sólidos para simular comportamientos cinemáticos, como modelos de elementos finitos para simular propiedades de deformación y resistencia de los tejidos y elementos biológicos. El tipo de análisis requerido en general es en régimen de grandes deformaciones, por lo que en general los modelos materiales usan relaciones no-lineales entre tensiones y deformaciones. En las siguientes entradas, realizaré especial énfasis en esta disciplina.

Nada más por ahora. Únicamente me queda comentar que próximamente presentaré un modelado básico de la rodilla. Quizás, así podré entender mejor la lesión que me acomete.



Saludos cordiales.

Wintermute.