lunes, 1 de noviembre de 2021

Five Parsecs from home. Episodio 5: Arenas movedizas.

 Bitácora de travesía O-597I. Apuntes de Sombra Negra.

Introduje la escopeta recortada dentro del bolso descosido y roído. En lo que debía hacer tenía que ser práctica y rápida. Conocía muy bien la pocilga donde me encontraba, desde mis tiempos en la banda de los Sospechosos Habituales. Arrakeen es el tipo de planeta donde la escoria más abyecta se refugia de las autoridades.

Mientras Mal y los otros se dedicaban a resolver la misión encargada por aquel CEO, me dediqué a buscar y encontrar al dueño de la dichosa baratija. Según lo que se había podido averiguar de su contenido, el individuo en cuestión recibía el nombre de Many Cuatro Dedos y, por las informaciones que pude recabar en algunos callejones anodinos, era muy probable que estuviese pasando el tiempo en la cantina del Manco Tuerto. 

No es un sitio para veraneo o vacaciones.

Sin duda se trataba de un recinto de mala muerte, el típico lugar donde a nadie se le ocurriría tomar una copa de hydroGyntonic o una cerveza de pésima calidad. El código de acceso era bastante estricto: una vez dentro, nadie se hacía responsable de nada. En una tarde habitual, tres o cuatro muertes eran la rutina.

El barullo se escuchaba desde fuera. Mentiría si dijese que la calma era la norma. La puerta principal chirrió y pude ver a dos hombres sentados alrededor de una mesa. En ese instante uno le pasaba al otro un paquete mal envuelto. Un grupo de músicos tocaba una canción desafinando los instrumentos.

Conseguí una mesa desocupada y coloqué sobre ésta el bolso. Había visto la fotografía del tal Many, así que la parte más difícil sería encontrarlo con vida, en cuyo caso acabaríamos con ese entuerto del modo más simple.

Un sujeto de piel oscura, fornido y con una prótesis mecánica en su brazo derecho se sentó frente a mi.

-¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste?- Sonrío y dejó ver unos dientes amarillentos y huecos.

-Nada que te importe- Respondí secamente. Mi mano se deslizó hacia el bolso.

-Aquí tienes calidad de la buena, si sabes a lo que me refiero-.

Sentí el brusco retroceso de la recortada cuando tiré del gatillo. El pecho de ese sujeto se abrió como un abanico color carmesí y seguidamente su humanidad pesada se derrumbó sobre la mesa.

La música se detuvo por un instante, pero los intérpretes continuaron tras alzarse de hombros.

-Vaya… Has matado a Murray- Dijo un sujeto delgado y de baja estatura. Su ojo derecho era azul, pero el izquierdo era un sintético infrarrojo. Obviamente me estaba analizando.

A pesar del calambre que tenía en la mano, volví a colocar el dedo en el gatillo del arma.

-Una pena. ¿Esa es mi baratija? - Señaló con una mano y pude ver qué le faltaban los pulgares en ambas cuando cogió la nadería de objeto.

-Depende-.

-Estoy seguro de que sí. Habéis conseguido eso de unos mercenarios ¿no?-.

-De los Tormenta de Sangre. ¿Cómo lo obtuvieron?-.

-Eso no importa, lo que importa es el mensaje que tengo para ti y tus amigos-.

-¿Cúal es?- Mi dedo aún estaba en el gatillo.

-Wolfmother os busca-.

-¿Quién envía ese mensaje?-.

-Wolfmother- Dejó un nanosoft en su lado de la mesa y se marchó sin más.

Una vez en el Alatriste, reunida con el resto del grupo, les actualicé sobre la situación. El agente de Unity me seguía produciendo animadversión. Me preguntaba cuándo Mal iba a tomar cartas en el asunto. Si no lo hacía él, lo terminaría haciendo yo misma.

Yula introdujo el nanosoft en la consola de la nave y en la pantalla se desplegó una silueta oscura, sentada detrás de un escritorio y con dos enormes guardaespaldas en la pared. Una voz que acusaba de cierta edad habló.

-Buenos días, señores. Mi nombre es Wolfmother, aunque mis hijos me pueden llamar Paula-.

Callahan hizo un intento de hablar, pero la anciana prosiguió.

-Vosotros aún no sois mis hijos, así que me trataréis con respeto. Dejarme ir al centro de la cuestión, porque la emergencia lo amerita. Hace dos horas estándar, la técnica ingeniera en telecomunicaciones Ellisa Alberta ha escapado de las instalaciones de Zuckerborg Tech, en Arrakeen, dirigidas por el Sr. Trent Moffcassio, a quien entiendo que conocen-.

Nadie dijo nada esta vez, pero la pantalla se dividió en dos y mostró una imagen satelital de la empleada.

El fruto de la discordia.

-La Señorita Alberta se movilizaba en un deslizador que le hemos suministrado, pero, para nuestra desgracia, el mal clima de tormentas arenosas ha provocado una avería en el aparato. A consecuencia de ello, ha quedado varada en las coordenadas cartesiano-polares que os paso. Vuestro trabajo será recuperarla y traerla a vuestra nave. Una vez allí, nos la llevaremos-.

-Si la situación es urgente, entiendo que cobraremos más de la tarifa convencional- Dijo Nadia.

-No, Señorita Malkovich. Cobraréis lo estipulado. Ni un crédito más-.

-¿Por qué es importante esa persona y a qué nos enfrentamos?- Interrogó James con suspicacia.

-La Señorita Alberta pasará a formar parte de la empresa UltraTech Corp en Trántor. Mis fuentes en el terreno me han confirmado que el Sr. Moffcassio ha reclutado a un grupo de soldados renegados para recuperar a su activo. Sacad a esa técnica de allí cuanto antes y, si tenéis el gusto, no dejéis testigos-.

Un lugar cercano al infierno.

Yula se quedó en la nave, a la espera de los contactos de esa tal Wolfmother.

El calor era agobiante y la ropa se pegaba al cuerpo. Tras tomar un par de deslizaderas, nos dirigimos hacia la localización indicada. No tardamos en darnos cuenta de que no éramos los únicos en el lugar. La nave de la técnica se hallaba varada en lo alto de una roca tallada sobre el terreno. La chica no estaba lejos, pero tampoco estaba donde debía, esto es, cerca o en el interior de su nave, esperando por nosotros.

Más allá de una duna, un reducido grupo de renegados, trabajadores por contrato, estaban poniendo a punto sus armas. La visibilidad era buena y el clima era benévolo en cuanto a las tormentas, pero en nuestra contra el lugar era un terreno de arenas movedizas que ralentizaban nuestro avance y nos hacían más difícil ese singular encargo.

No tardamos en llegar a donde la tal Alberta. Mal y yo fuimos los primeros en llegar, mientras Nadia y James se quedaban en la retaguardia para cubrirnos, y Dietrich intentaba arreglar el deslizador. Al madero ni le presté atención.

-¿Quiénes sois?- Preguntó la técnica, nerviosa.

-El comité de rescate- Respondió Mal.

-¿Y entonces ellos quiénes son?-.

-Un problema- Contesté.

Un problema solucionable.

El enfrentamiento fue muy breve, pero intenso en cuanto a intercambio de disparos. Ellos eran tres con excelente puntería. Tras culminar la eliminación, Nadia, James y yo revisamos los cadáveres.

-No me gusta- Masculló Nadia.

-¿El qué?- Habló James.

-El qué, no. El quién. Éste es un colonialista K’Erin- Pateó un cuerpo y, en efecto, era un componente de la belicosa raza alienígena K’Erin.

-¿Por qué un K’Erin está en un pelotón de pacotilla con soldados renegados?- Pregunté.

No tenía ningún sentido. Los K’Erin eran una raza invasora, expansiva y militar, en constante conflicto con Unity. ¿Qué demonios estaba pasando?

El silbido del hirviente aire fue la única respuesta.

Más dudas que respuestas.

Cuando volvimos al Alatriste, acordamos no mencionar nuestras preocupaciones. Si había algo que nos superaba era mejor evitarlo. Cuando accedimos a nuestra nave, dos sujetos armados con láser de hidrógeno mantenían a Yula sentada en la cabina. En la pantalla, la silueta de Wolfmother seguía impasible tras su escritorio.

-Dicen que si me muevo un milímetro me dispararán- Hablo la piloto con desdén y enfadada.

-Vuestro encargo- Mencionó Mal, empujando a la técnica hacia los dos armarios.

-Excelente, Sr. Zukhov. Podéis revisar vuestro Simestim para comprobar que la transferencia ya ha sido hecha-.

-Me fío de usted en eso, Wolfmother-.

-Puedes llamarme Paula-.

-Prefiero seguir llamándole Wolfmother, si no le importa-.

-En absoluto, mis hijos. Y ya que nos estamos conociendo tan estupendamente… Me gustaría que le hicieseis un favor a un buen amigo mío, una vez hayáis descansado-.

Nos estábamos metiendo en la boca del lobo y lo sabíamos.

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Así acaba este quinto episodio de la campaña. Parece que la situación se está haciendo cada vez más enrevesada para estos canallas del espacio profundo.

Os dejo la banda sonora de esta partida.

Saludos cordiales.

Wintermute.

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