domingo, 13 de febrero de 2022

Five Parsecs from Home. Episodio 13: Mercancías.

 Bitácora de travesía K-605Q. Apuntes de James Kraken.

Regresar a mi planeta natal después de una eternidad me provocaba un sentimiento de aprehensión. Aunque legalmente era un ciudadano de pleno derecho para Unity, en la práctica seguía siendo un fugitivo de los esclavistas locales. Había ascendido en las distintas categorías de esclavos hasta llegar a la labor de intermediario, una suerte de contable mal preparado, donde mi única función era registrar los siervos que eran vendidos a otros planetas mal desarrollados.

Odiaba volver aquí.

-Las comunicaciones son un desastre- Se quejó Yula desde la consola.

-En general, aquí todo es un desastre- Apostilló Malcolm con una mueca.

La dársena era una precaria construcción de hormigón y metacrilato, carente de sujeciones magnéticas y a la intemperie. Sombra, Dietrich y yo fijamos los anclajes del Alatriste, mediante pernos neumáticos, al suelo de cemento gris.

Un funcionario de Unity apareció escoltado por tres soldados fuertemente armados. No usaba un PAD, ni siquiera uno convencional. Tenía una hoja de papel rugoso y escribía con un anticuado apuntador de grafito y xenotita.

-Necesito vuestros nombres y el motivo de vuestra visita, ¿vais a comprar esclavos?- Preguntó mecánicamente.

-¿Acaso se puede hacer otra cosa aquí?- Replicó Mal.

El funcionario arqueó una ceja.

-Recordad que la compra debe estar justificada- Dijo con desidia.

No hacía falta justificar nada en realidad. El proceso era bastante trivial. Cualquiera podía acudir a los innumerables puestos de venta, ver la oferta disponible, acordar un precio y llevarse la mercancía. Eso éramos los nativos de Éfira. Una vulgar mercancía aprovechable para el capricho de otros.

La historia oficial de este planeta es que las cosas siempre habían sido así. Unity ejercía un control protocolario, permitía el comercio de esclavos y cobraba impuestos. El negocio era bastante simple y lucrativo.

Un planeta lleno de contradicciones y tiranía.

-¿Dónde vamos?- Interrogó Nadia mientras avanzábamos por un entramado de calles estrechas y grandes estructuras.

-A la Arena de Adara Maelcum- Respondí.

Adara era, con total certeza, una de las esclavistas con el mayor volumen de negocio de toda Éfira. Si había alguien que podría tener una idea sobre lo ocurrido en Kelvin 273 era ella. Pese a que no era nativa del planeta, se había hecho un hombre en medio de toda esa red truculenta. Cualquiera la consideraba como una de las primeras opciones para establecer relaciones comerciales.

La Arena era el recinto donde ella desarrollaba su comercio de esclavos. El tipo de lugar que ofrecía entretenimiento para los foráneos mientras se cerraban contratos de compra.

La entrada estaba formada por un amplio arco custodiado por miembros de la seguridad privada de Adara. La revisión era inexistente. Se entendía que se podía mirar el espectáculo y contemplar las decenas de vitrinas que ofertaban esclavos de todas las edades, encadenados con grilletes a la altura del cuello y los tobillos.

Aquel momento del día no estaba especialmente concurrido, pero gritos de éxtasis provenían desde muy cerca. En mitad de la Arena y sobre un suelo teñido por el escarlata de la sangre, dos esclavos musculados se batían en duelo. Uno estaba armado con una espada oxidada y un escudo maltrecho. El otro tenía una lanza. Ambos estaban heridos y exhaustos.

Conseguimos sentarnos en unos taburetes. De todos mis compañeros, noté que Dietrich era quien estaba más sorprendido y desubicado.

El esclavo de la lanza clavó la punta en el cuello de su adversario. Un manantial de líquido rojo brotó y la multitud gritó exaltada.

-¿Qué se supone que haremos?- Habló Sombra, malhumorada.

-Por ahora esperar- Respondí mirando hacia un lugar concreto -Es posible que ya me hayan reconocido-.

Ella estaba sentada en una tribuna ostentosa, rodeada de por lo menos una decena de guardaespaldas provenientes de todos los rincones de Unity y las colonias exteriores. Su piel azul brillaba con intensidad cuando se levantó de su trono. No recordaba una cabeza tan ovalada y plana. Quizás la edad ya le estuviese pasando factura.

Un terrible estremecimiento me recorrió la espalda al volver a verle.

-¡Amigos míos!- Alzó los brazos y se dirigió a la audiencia -Habéis presenciado una muestra gratuita de la valía de mi oferta-.

En la Arena, un par de esclavas arrastraban el cadáver del difunto mientras el sobreviviente avanzaba cojeando hacia las madrigueras donde le volverían a encadenar hasta un próximo combate.

-Tengo todo lo que buscáis- Proseguía Adara -Sirvientes para todo tipo de deseos, trabajadores fuertes para construir edificios, buceadores expertos para recuperar vuestras pertenencias… Incluso tenemos hijos pródigos-.

“Nos ha detectado” Pensé inmediatamente.

Una luz incandescente nos iluminó y cegó la vista. Una docena de sujetos armados nos apuntaban con sus rifles amartillados.

Nos obligaron a descender a la arena. Adara nos contemplaba desde la estatura de su tribuna con una sonrisa de satisfacción.

-Veréis, queridos amigos- Habló ella sin perder el gesto risueño -Aquí tenemos a un esclavo que escapó de mis redes y se atreve a volver acompañado de sus colegas-.

-Somos ciudadanos libres de Unity- Gritó Yula, indignada.

-¡Ciudadanos libres!- Se mofó Adara, acompañada de una sonora carcajada de la multitud -Aquí nadie es libre quien yo diga. ¿Se puede saber cuál es el motivo de vuestra visita?-.

-Kelvin 273- Respondí.

El silencio de ese coliseo fue aterrador.

-No sé de qué hablas…-.

-Quizás a Unity le interese saber los usos especiales de los esclavos que vendéis- Intervino Mal, con los brazos cruzados -O quizás ya estén al tanto-.

-¡Amigos míos!- Gritó Adara a la audiencia -Desde los confines de la galaxia, hemos traído exóticos guerreros para vuestro disfrute-.

Los esbirros de Adara se alejaban, mientras algunos rugidos se escuchaban desde una rejilla. Tres esclavos con el torso desnudo levantaron unas cadenas y alzaron la rejilla metálica en cuestión.

-¿Qué va a pasar?- Dietrich estaba visiblemente asustado.

-El juego del gato y el ratón- Contesté, uno de los espectáculos favoritos de la esclavista -Preparaos para correr-.

-No nos separemos- Concluyó Sombra.

-¿Sobrevivirán estos falsarios a las monstruosidades de Serna? ¿O quizás la babosa de Parxxy les drene los cerebros? ¡Veámoslo!-.

Lo que apareció a través de la abertura dejada por la rejilla me provocó repulsión. Un enorme ser con dos cabezas gritó mientras atrapaba con sus brazos a uno de los esclavos y lo estrujaba sin piedad.

Abominaciones importadas desde algún lugar horrible.

-Os daré una oportunidad para sobrevivir- Nos dijo Adara desde la tribuna -Buscar y encontrar el dispositivo acústico con una frecuencia que les reventará los oídos a esas monstruosidades. Si lo hacéis, os dejaré en paz-.

Los pasos de los gigantes provocaban temblores puntuales, mientras que la babosa se deslizaba rápidamente por el suelo.

Conocía bien el juego de haberlo presenciado decenas de veces. El dispositivo estaba siempre en el mismo lugar y no funcionaba. Era un vulgar señuelo para los incautos. La verdadera salida estaba en la rejilla abierta y hacía allí corrí, haciendo que el resto me siguiera.

La triquiñuela no había funcionado.

Cuando nos encontramos en el lugar indicado, disparamos hacia las bestias salvajes antes de entrar. 



Correr era la única opción.

El movimiento fue inesperado.

-¡Deténganlos!- Gritó Adara con angustia.

Recordaba muy bien cómo llegar hasta la tribuna. Atravesamos escaleras y túneles, hasta aparecer ante el mismo trono de la esclavista. Seis de nuestras armas le apuntaban directamente mientras más de una decena de sus guardaespaldas hacían lo propio con nosotros.

-Te has descuidado, vieja- Le dije.

-No saldréis vivos de aquí-.

-Tú tampoco- Nadia le apuntaba con el laser beam -Te quedarás sin cabeza antes de que tus amigos aprieten el gatillo-.

-Bien jugado- Adara se río y movió las manos, ordenando a sus secuaces que bajaran las armas. Nosotros no hicimos lo mismo -Soy una empresaria. Todo es el resultado de una relación de causas y efectos. Es probable que haya escuchado algo sobre Kelvin 273-.

-Estás tardando en hablar- Dijo Mal.

-La testaferro de alguien poderoso en Trántor hizo compras masivas a distintos proveedores hace un tiempo, quizás ocho o nueve meses estándar. Pagaba muy bien y solía ganar casi todas las subastas-.

-¿Una testaferro?- Le interrumpí.

-Si, cariño- La esclavista asintió -Los envíos de los esclavos que había comprado se efectuaron a ese macizo de hielo ¿A quién le gustaría vivir allí?-.

-¿Y?- Sombra entornó los ojos.

-¿Qué más puedo decir?– Adara se encogió de hombros -Ella pagó por la mercancía y yo vendí. Causa y efecto-.

-El nombre de esa testaferro- Hablé.

-No usaba nombre, pero respondía al alias de Wolfmother-.

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Las revelaciones continúan y parece que cierta empleadora no se ha portado muy bien.

Os dejo la banda sonora de este episodio.

 


Saludos cordiales.

Wintermute.

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