martes, 22 de marzo de 2022

Five Parsecs from Home. Episodio 16: Trampa salvaje.

 Bitácora de travesía S-608Y. Apuntes de Yula Malkovich.

No podía saber con certeza qué era lo más exasperante de ese tipo. Podrían ser sus ojos saltones y falsos, o bien su cadavérica cabeza en forma de óvalo invertido, quizás su voz chillona y atorrante. Lo más seguro podría ser una suma de estupideces falsarias.

Apareció detrás de la esclusa, torcida y estrujada tras la colisión de la nave. La portezuela hexagonal se abrió parcialmente, atascada por el mecanismo roto de apertura. Sombra ya le había puesto su pistola de mano en mitad del rostro, con el dedo firme en el gatillo.

-No disparéis, por favor…- Suplicó -Soy un comerciante de Anskull. Tengo mucho dinero y…-.

-¿Con cuáles mercancías comercias?- Interrogó James, entornando los ojos.

-Especias, principalmente- Contestó tras un quejido -Esos androides me han secuestrado… Desconozco cuáles eran sus intenciones… ¿En qué planeta estamos?-.

-En Éfira- Respondió mi hermana.

El sujeto se retorció y se deslizó por la pequeña abertura. Era delgado, pero la proporción de su cabeza no se correspondía con el resto de su cuerpo. La cabeza en cuestión estaba cubierta con una cúpula de poliuretano transparente y de alta densidad.

-Es extraño encontrar a un Grenord que trabaje de comerciante- Comentó Mal, distendidamente.

En el pasado había escuchado algunas historias sobre los Grenord. Una raza de nómadas que vagaban por Unity y que estaban en peligro de extinción. Su planeta fue destruido por un cataclismo y se caracterizaban por su escasa capacidad de procreación. Se decía de ellos que eran muy belicosos, o al menos eso era lo que había podido aprender durante mis días en el puesto de investigación XL-679.

 

¿Alguien de fiar?

-He tenido que adaptarme. Me llamo Kromthryth Carehruntak- Hizo una pausa para quitarse el polvo de su túnica de color escarlata -Necesito un favor vuestro, ¿me acompañáis hasta la sede de la Regencia de Unity? ¿sabéis dónde está?-.

-Por supuesto- Accedió Mal con una sonrisa. El tipo de sonrisa que nos alertaba de algún plan improvisado.

Caminamos por el entramado de calles repletas de esclavistas mostrando su mercancía. Jóvenes musculosos para trabajos forzados, ancianos escribanos o animales de distintas procedencias para la carga de objetos pesados.

De vez en cuando nos encontrábamos con miembros de la seguridad y orden de Unity, armados con rifles de infantería y vigilantes. Sin duda, debía ser por la ordenanza de cierre establecida por la Regente, aunque también cabía la posibilidad de que formaban parte de lo cotidiano en ese mugriento lugar. Para ser sincera, Éfira me parecía un planeta odioso.

Fui la primera en detectar una pareja de ojos que nos seguían. Miré a Mal y con tres parpadeos consecutivos le hice saber que alguien nos estaba dando caza.

Giramos a la izquierda en una intersección que llevaba a dos estructuras enormes, donde se hacían subastas de esclavos y combates para una muchedumbre enardecida. Un enorme holoproyector mostraba en esos momentos a tres hombres con el torso desnudo enfrentarse sin armas a una criatura de cinco patas y tentáculos alargados y viscosos.

En las afueras de una de las estructuras, un número indeterminado de asistentes agitaban los brazos y gritaron cuando uno de esos tentáculos destripó a dos de esos hombres. En el interior también se oyeron más vítores.

Ya nos perseguían cuatro parejas de ojos.

 

Poco espacio para mucha gentuza.

-Dicen que las especias de Anskull son muy picantes- Comentó James, sin mucho interés.

-Así es…- Dijo aquel individuo con un asentimiento -¿Estamos cerca de la Regencia?-.

-No falta mucho- Respondió mi hermana.

-Os agradezco mucho…-.

Llegamos a un callejón vacío y solitario. El tipo de callejuela que estábamos buscando para resolver la situación. Mi mano derecha ya estaba sujeta a mi arma. De todos nosotros, Dietrich parecía ser, otra vez, el más reticente.

-¿Es aquí?- Preguntó el extranjero de nombre impronunciable.

-Corta el rollo- Le espetó James -Anskull es un planeta prisión. No hay especias allí-.

-Maldita sea…- Masculló el Grenord, mirando torvamente a los lados.

Al final del callejón aparecieron nuestros perseguidores. Un grupo de mercenarios muy bien armados. Lizzards, ratlings y un enorme Gorh constituían el escuadrón.

-Parece que mis amigos han llegado- Dijo el Grenord con aparente satisfacción -Mi contratista confiaba más en los Soulless, pero yo prefiero la eficacia de los gremios locales-.

-Somos del Gremio de Destructores- Anunció el Gorh, con voz monótona -Por vuestras cabezas se os ofrece una gran recompensa-.

-¿Nos podemos comer el corazón antes? ¡Yo quiero comer el corazón!- Aulló un ratling.


Un grupo de idiotas muy numeroso.

-Haréis lo que os plazca con los cadáveres, pero las cabezas son mías- Interrumpió el Grenord -Las necesito para cobrar. Vosotros tres encargaros del flanco derecho. El resto iréis conmigo y…-.

Las dos primeras ráfagas fueron de Mal y mi hermana. Nadia le reventó el pecho con su laser beam a un Lizzard, mientras que el disparó del Cap le cercenó el cuello a otro.

Para nuestra fortuna el callejón era amplio y, principalmente, repleto de coches mal aparcados y contendores de basura. Conseguimos resguardarnos detrás de los distintos obstáculos. Poco puedo relatar de ese combate. Estábamos ya muy acostumbrados a enfrentamientos incluso más difíciles, así que no tardamos en eliminar a un sicario más y al Gorh. Ese fue el momento que provocó la huida del resto de mercenarios. Sombra le disparó por la espalda a uno de ellos.

El Grenord mentiroso se vio repentinamente solo. Quiso escapar, pero le disparé en una pierna. Se desplomó en el frío suelo.




Un enfrentamiento más. Nadie se acercó, no hubo curiosos. Sólo unos cuantos mercenarios muertos.

-Ahora nos dirás la verdad- Habló James, mientras se agachaba frente a él -¿Quién te ha enviado?-.

-¿Creéis que hablaré? Ya estoy muerto-.

-Puedes hablar o te llevaremos a donde uno de los esclavistas. Quizás encuentren algo que hacer contigo- Intervino Mal.

Los ojos del falsario se llenaron de terror.

-La nave y los Soulless fueron suministrados por alguien de Trántor…-.

-¿Nombre?- Preguntó Dietrich.

-Una mujer… No sé su nombre… Pagó una buena cantidad… Debéis ser su grano en el culo-.

-Has dicho que querías ir a la Regencia, ¿no?- Habló James, risueño.

Treinta minutos después estábamos de vuelta en la oficina de la Regente. Valencia se mostraba muy receptiva a escuchar nuestra versión de los hechos. Una nave destrozada, un grupo de sicarios que buscaban a alguien, Soulless inservibles y con la memoria convenientemente formateada. No era posible ocultar que nos buscaban a nosotros, pero al menos sí que pudimos omitir ciertos detalles de importancia.

-De acuerdo- Dijo la Regente luego de un prolongado silencio -Abriré otra vez las líneas de acceso a Éfira. Entiendo que querréis salir cuanto antes-.

-Si no es molestia- Le respondió Mal con sorna.

-¿Qué haréis con el Grenord?- Pregunté.

-Le interrogaremos, pero resulta ser que está fichado y buscado en nueve sistemas planetarios de Unity. Es muy probable que me lo quede. Necesito un ordenador nuevo y esa raza suele caracterizarse por su elevada actividad cerebral. Es posible que me dure un par de años con suerte- Valencia no pudo ocultar una sonrisa de satisfacción.

Cuando regresamos a la dársena, preparamos al Alatriste con rapidez. Nuestra nave estaba a punto, preparada y repleta de combustible. Teníamos un plan y un largo viaje nos esperaba. La Estación Espacial Zeus no estaba cerca de nuestra localización.

Dietrich estaba sentado en una silla del puente de mando, a mi lado, frente a un pupitre mirando fijamente la holopantalla. Esquemas de un edificio se desplegaban en rápida sucesión. Detrás de él, Sombra jugaba con un apuntador.

-¿Cómo has conseguido los planos?- Interrogó el científico.

-Unos amigos- Sombra se encogió de hombros.

-¿Son los mismos que nos van a ayudar?- Le pregunté, sin perder la mirada de mi ruta de navegación.

-Así es- Ella podía ser enigmática cuando quería.

Dietrich apoyó el mentón en una mano y suspiró.

-Espero que estés seguro de esto- Le dije.

-Lo estoy- Respondió sin inmutarse, despacio y en voz baja -Ella nunca se ha equivocado-.

Nos separamos de la ruta comercial. Teníamos que hacer dos saltos en el hiperespacio antes de alcanzar el último tramo.

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Parece que los canallas miserables han salido por fin de ese planeta esclavista poniendo rumbo a su próximo destino.

Si has llegado hasta aquí, gracias por leer.

La banda sonora de este episodio.

 


Saludos cordiales.

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