viernes, 4 de marzo de 2022

Five Parsecs from Home. Episodio 15: Chatarra espacial.

 Bitácora de travesía W-607G. Apuntes de Nadia Malkovich.

Me disgustaban los modales de esos sujetos, unos gigantes de dos metros de estatura con yelmos de acero en la cabeza, petos metálicos implantados en el pecho y omóplatos, y brazos musculados artificialmente con inyecciones de metatosterona.

Quien parecía ser el jefe de esos silenciosos militares, era una radiografía diametralmente opuesta. Un enclenque de metro y medio, piernas torcidas y un ojo infravioleta.

No sabía quién de ellos me ocasionaba más recelo.

Nos condujeron a un edificio funcional y con escasas ventanas. A simple vista parecía uno más en todo aquel entramado de construcciones monótonas de Éfira, si no fuera por el cartel luminoso que anunciaba la Regencia de Unity en aquel planeta.

Nos recibió la misma Regente en persona. Una mujer de cabello negro y piel pálida, vestida con ropa costosa, impropia. Alguien que parecía fuera de lugar entre toda la fauna que pululaba por ese nido de esclavistas.

A su lado, un par de hombres permanecían sentados sobre unos taburetes de poliuretano mal fabricados. Su visión era cuanto menos espantosa. Su cabeza estaba abierta y una docena de agujas oblongas perforaban la parte del cerebro abierta. El cableado culminaba en una corona alrededor de las sienes, donde una tonelada de silicio de les abstraía de la realidad que les rodeaba. Suero y anfetaminas eran inyectados a sus venas.

Los había visto ya en ese planeta luego de nuestro encuentro con Adara. James había dicho que eran esclavos convertidos en computadores humanos conectados de forma permanente a la Matriz. Era el modo atroz que había en este lugar para transmitir datos a todos los rincones del universo conocido.

Aparté la mirada de esa imagen. Había presenciado actos terribles, pero eso me repugnaba. De hecho, todo lo de Éfira me repugnaba. Aunque no se lo había dicho aún, admiraba a James por conservar su humanidad entre tanta mugre.

Uno de esos computadores humanos. Una vida muy miserable sin duda.

-Buenas tardes. Me llamo Valencia Jodoroswki. Perdonar si os han importunado mis subordinados-.

-No hacía falta enviar a esos matones- Replicó Mal, alzándose de hombros -Simplemente tendrías que haber llamado-.

-Lo tendré en cuenta para la próxima vez- Repuso la Regente -Jung-Espinosa me ha informado sobre vuestras habilidades y confío en que me ayudéis en resolver un problema-.

Valencia Jodoroswki, un engranaje más de la maquinaria de Unity.

-Veréis, acabo de decretar la prohibición de libre entrada y salida a Éfira. Nuestros Raptor han interceptado una nave no autorizada que ha penetrado ilegalmente la ionosfera. La nave en cuestión ha impactado en el cuadrante lambda de la región oeste-.

-El lugar donde están las granjas de nuevos esclavos. Millones de niños con un futuro lamentable- Habló James con amargura.

-Es lo que hay. En Unity simplemente nos adaptamos a las costumbres locales- Prosiguió Valencia -Tenemos la zona acordonada y asegurada. Nuestros oficiales de seguridad y los aerodrones han reportado de distintos movimientos, pero no han ingresado en los restos de la nave-.

-¿Y qué tenemos que ver nosotros con eso?- Preguntó Yula.

Valencia hizo una pausa y se sentó en su cómodo sillón.

-La información que disponemos antes del derribo indica que los tripulantes de la nave tenían seis objetivos muy específicos- Hizo una pausa, entrelazó los dedos de sus manos y apoyó la barbilla sobre éstos.

-¿Cómo sabéis eso?- La pregunta de Mal era evidente pero necesaria.

-Ahora mismo diría que Unity es vuestro único aliado, os guste o no- Respondió la Regente -Los recursos económicos que me asignan desde el Gobierno Central son escasos y cada agente de seguridad es un activo muy valioso para mí. No voy a arriesgar a ninguno de ellos para investigar por qué demonios unos elementos desean eliminaros. Es vuestra responsabilidad limpiar vuestro desastre, así que iréis al lugar del siniestro y haréis todo cuanto sea necesario para resolver el problema, ¿queda claro? Naturalmente que os compensaremos los gastos-.

-¿Y si nos negamos?- Pregunté, mientras apretaba los puños con fuerza.

-Necesitamos más computadores humanos. No suelen durar mucho- Señaló Valencia con la mirada a los dos infelices en los taburetes.

Una árida ladera con arena amarillenta era el preludio de una duna donde estaba enterrada lo que quedaba de una enorme lanzadera modelo Nostromo. Nos arrastramos por el entorno hasta la punta más alta de la ladera. Sombra me pasó sus prismáticos y pude detallar aquella chatarra. 

El primer reconocimiento indicaba que no había nadie.

-Aguardaremos aquí- Dijo Mal.

El primero de los Soulless apareció tras una hora de espera. Sus pasos eran firmes en la arena blanda. Escaneaba el horizonte mientras rotaba su cabeza. El segundo de aquellos androides avanzó tras unos minutos más. Portaba una ametralladora de repetición y una torreta en su hombro derecho. El tercero no tardó en salir de la nave. Cojeaba de la pierna derecha, quizás como consecuencia del impacto.

Finalmente, apareció el último. Un modelo de guerra de seis patas y gran tamaño. No era la primera vez que veía uno así. Era de los caros.

 El reconocimiento posterior era algo peor.

-Son de la División de Armas de Industrias Virek- Mencionó Dietrich en voz baja.

-¿Sabes cómo destruirlos?- Interrogó Yula. Mi hermana cargaba su rifle con nerviosismo.

-No soy un experto- Replicó el científico, ladeando la cabeza -Pero el sistema giroscópico del hexápodo es muy lento-.

-Tradúcelo en un idioma que pueda entender- Le recriminé.

-Su rango de tiro es principalmente frontal. No tiene suficiente tiempo de reacción si se le ataca por los flancos- Siguió Dietrich -A los otros, por estadística pura, se les debería eliminar con potencia de fuego-.

-De eso tenemos suficiente- James ya tenía lista su laser beam.

-Atacaremos desde los dos flancos entonces- Dijo Mal, hizo una pausa y me miró -Nadia danos cobertura desde la retaguardia-.

Tras esperar más y corroborar que no había algún otro Soulless, nos lanzamos al combate una vez más.

Los androides tardaron en reconocernos, quizás nos ayudó el aterrador silbido del aire que se propagaba a través de las laderas. El primer disparo de mi rifle impactó en la coraza del hexápodo. Los otros tres fijaron su objetivo y comenzaron a dispersarse. Entre los restos de la nave, pudimos ocultarnos y conseguir repelerlos uno a uno. Primero destruimos al cojo, luego al de la torreta y después al vigilante.

El hexápodo fue otra cuestión.

Como había dicho Dietrich sus disparos iban en una sola dirección. Así que tuvimos que hacerle un rodeo. Mientras James, Mal y mi hermana atraían su atención; Sombra, científico y yo descargamos ráfagas de nuestras armas hasta conseguir reventar la estructura acorazada exterior del robot.





Un enfrentamiento muy difícil.

Dietrich insistió en examinarlos a todos. Conectaba su PAD a sus cerebros electrónicos en busca de quién sabe qué. A veces ese hombre me desconcertaba y exasperaba.

-¿Estás bien?- La cálida mano de James me había tocado el hombro. Le correspondí con un leve asentimiento.

Luego de hacer lo mismo con el hexápodo, sus ojos se entornaron en un gesto de sospecha.

-¿Algo interesante?- Comenté.

-Quizás- Musitó, mientras descargaba datos del androide -O quizás nada en particular. Este Soulless tiene un extenso banco de archivos que necesito mirar a fondo-.

Un chirrido nos interrumpió. Se trataba de alguien que intentaba abrir la desvencijada esclusa de la nave, de su interior apareció alguien con las manos en alto.

-¡No disparéis por favor!- Gritó -Me han secuestrado-.

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Si has llegado hasta aquí, muchas gracias por leerme. Como siempre, dejo la banda sonora de este episodio.


Saludos cordiales.

Wintermute.

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