martes, 18 de enero de 2022

Five Parsecs from Home. Episiodo 11: Competencia local.

Bitácora de travesía T-603K. Apuntes de Yula Malkovich.

-Menudo montón de basura- Mascullé desde mi consola en cuanto divisé aquel bloque de hielo amorfo en mitad de la negrura del espacio profundo.

Para llegar hasta Kelvin 273 había que navegar por una ruta de comercio plagada de enormes cargueros repletos de minerales y fuertemente custodiados que iban en una dirección, y otros tantos que regresaban vacíos en sentido contrario, hacia ese planeta blanco.

Los lagrangianos no ayudaban a trazar un viaje confortable, puesto que el planeta en cuestión se hallaba en la trayectoria elíptica de un planeta más grande, inhabitado porque su presión atmosférica es cien veces más grande que en Trántor y su entorno natural estaba plagado de ácido sulfhídrico.

Lo único bueno de ese viaje es que estábamos a salvo de cualquier pecio pirata o algo peor.

-Aún estamos a tiempo Mal, tenemos suficiente hidrógeno para llegar a Salusa Tercius- Hablé aminorando la marcha.

-Continúa, por favor- Fue la respuesta que recibí.

Gruñí y establecí contacto con el personal de tierra.

-Alatriste solicitando permiso para acceder a vuestra ionosfera- Hablé por el comunicador.

Nadie respondió, pero dos lanzaderas rápidas de Unity modelo Raptor hicieron acto de presencia.

-Nave reconocida y aceptada. Dársena A J001. Precaución con las corrientes elásticas- Dijo una voz por la megafonía.

-¿Qué demonios es eso?- Preguntó Sombra desde su asiento.

-Significa que os sujetéis bien- Contesté sin desviar la mirada de los controladores.

El acceso a la primera capa de la atmósfera local sacudió la nave, pero conseguí estabilizarla a tiempo. Las corrientes elásticas se originan en aquellos planetas con movimiento dextrógiro acelerado. A nuestro lado, las dos lanzaderas aguantaron muy bien.

Pero aún quedaba lo peor.

Atravesar la última capa ocasionaba una elevación brusca que debía subsanar a tiempo, debido a los cambios en la densidad del aire. Hice los cálculos tan rápido como pude, y los alerones de nuestra nave compensaron cualquier efecto.

Lo primero que pude contemplar de ese planeta fue una extensión interminable de color blanco, interrumpida únicamente por estructuras que se alzaban como obeliscos plateados y salpicados por lo que parecía ser una tonelada de nieve.

Un paraíso invernal.

Las dársenas eran espaciosas para nuestra nave, lo cual evidenciaba que eran utilizadas principalmente por los cargueros. En las dos dársenas adyacentes, las naves escoltas se dejaron caer suavemente.

-Esperar al Regente- Dijo una voz.

-Preparémonos- Anunció Mal.

Dos capas de ropa térmica, dos chaquetas gruesas con piel de anquilosermo de Hécate, guantes, tres pantalones y un gorro hermético. Muchos kilos de ropa para cubrirme y protección para un frío inclemente.

En algún momento, alguien golpeó una esclusa del Alatriste. James abrió y una ráfaga de viento mezclada con hielo nos impactó de lleno.

-¡Mi nombre es Cassios Gea!- Gritó un hombre alto, de piel pálida y vestido con ropas blancas -¡Soy el Regente! ¡Acompañarme!.

No había opción ante tal orden. Dos sujetos ataviados de armaduras y mostrando armamento de grueso calibre le acompañaban.

Le seguimos por los muelles del puerto espacial hasta llegar a una edificación, cuyo portal se abrió ampliamente nada más llegar. Nadie dijo nada hasta que el portal fue cruzado y cerrado.

Cassios se sacudió la nieve con mucha agilidad y se quitó el abrigo. En el interior hacía un calor de narices. Enormes calefactores y calderas eran el mobiliario principal.

-Bien, vamos a mi oficina- Habló.

Nos condujo hasta una sala modesta en tamaño. Para mi sorpresa, los escoltas permanecieron fuera. Se sentó en una mesa y encendió un cigarrillo con parsimonia.

-¿Fumáis?- Preguntó.

Sombra fue la única en aceptar.

-Os voy a decir cómo funciona todo por aquí- Prosiguió -Kelvin 273 tiene exactamente 1456 minas de xenotita, 458 minas de heragón y 2391 minas de joltán, que son explotadas de forma continua y sin descanso. Los trabajadores se agrupan en cien uniones sindicales, que normalmente no suelen dar el coñazo-.

Detrás de él, una pantalla holográfica mostraba un enorme perfil.

Intimidante es poco.

-Se llama Killian Trevor- Le señaló con el humeante cigarrillo -Es un dracónido de mal humor, pero dirige el Sindicato Número 51, que agrupa los sectores stigma y sampi, en la región sur. Asumió la dirección hace doce períodos satelitales, no mucho vamos. Desde entonces, ese sindicato se ha vuelto hostil contra Unity y se producción se ha reducido a cero-.

-¿Y qué pintamos nosotros en todo eso?- Preguntó Nadia. Mi hermana siempre tan encantadora.

-Los sindicatos siempre piden lo mismo, son predecibles. Aumentos de sueldo, un día más de vacaciones… Lo típico. Killian, en concreto, pidió que las patrullas de Unity no se acercaran a sus sectores. Para asegurarse de eso, ha formado unas milicias que custodian los perímetros-.

-Y queréis que resolvamos vuestro entuerto- Intervino Mal.

-No exactamente así. A los sindicatos se les paga para que todo funcione. Veréis, Unity es una máquina perfecta, cada engranaje tiene su posición y todo está bien lubricado. No se hace algo si no está lo suficientemente meditado. El problema es cuando el diente de un engranaje se estropea. En ese caso, Unity sustituye el engranaje ¿lo entendéis?-.

James hizo una mueca.

-No queremos aniquilar al sindicato entero. Queremos a Killian muerto-.

-Para luego sustituirlo por quien os convenga- Dijo Mal, con sorna.

Cassios apagó el cigarrillo sobre la mesa.

El plan era simple. Una lanzadera de las autoridades locales nos dejaría cerca, del perímetro oeste, donde se suponía que el dracónido estaba reunido con gente de su entera confianza, según un informe de Inteligencia.

Killian Trevor y sus más fieles seguidores.

Nada más llegar no fue difícil infiltrarse en las líneas del sector sampi. El frío no era lo peor. Un aire cortante silbaba desde un desfiladero cercano, hasta el punto de que nos arrastraba hacia este. Conseguimos llegar hasta el puesto de vigilancia de una mina, cuando fuimos sorprendidos.

-¡Intrusos! ¡Cargad!- Exclamó alguien.

Para ser sindicalistas u obreros tenían excelente puntería. Nos refugiamos detrás de estatuas de bronce que simulaban dracónidos primigenios. Nadia y James se quedaron en la retaguardia ofreciendo fuego de cobertura, mientras Sombra, Mal, Dietrich y yo avanzábamos en dirección hacia el grupo. Ellos eran cautelosos, pero parecían tener una excelente precisión.



No había dudas de que escondían algo.

Fue Nadia la que concentró los disparos en contra del enorme líder, pero Mal consiguió dispararle en el pecho con su rifle.

Killian se derrumbó en el suelo y soltó su arma. Dos de sus lugartenientes escaparon y se perdieron entre la ventisca blanca.

Cuando alcanzamos su posición, encontramos al dracónido aún vivo.

-Unity ha enviado a unos perros…- Habló con una voz seseante y escupiendo sangre negra de sus fauces-.

-Vosotros no sois mineros- Habló James.

-Ese acento…- El moribundo se río -¿Eres de Éfira?-.

Mi compañero se sorprendió.

-Conozco los gritos de tu gente… Nuestra misión aquí ya ha sido cumplida… Hemos matado a todos los mineros y hecho… Lo que se nos ha pedido…-.

-¿De qué hablas?- Preguntó James, fúrico, al tiempo que le apuntaba con su arma.

-La Matriz es extensa… Pronto lo será más…-.

Tras un último aliento, el dracónido murió.

Una muerte sobre un manto blanco.

-¿Qué pasa aquí? ¿Qué ha querido decir?- Hablé irritada.

-No lo sé, pero ya que estamos aquí, investigaremos un poco más- Zanjó Mal.

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Hasta aquí este nuevo episodio. Ya hemos pasado el ecuador de la campaña y parece que hay algún entramado por descubrir.

La banda sonora de este episodio.

 


Saludos cordiales.

Wintermute.

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