sábado, 24 de diciembre de 2022

Dioses genéticos: Capítulo 2. Escenario de un crimen

 

2

Escenario de un crimen

 

-Disculpe señor, pero no puede fumar aquí- Dijo un novato forense con voz suave mientras señalaba una desproporcionada pipa de aluminio.

 

El dueño de semejante pipa era el Inspector Andrew Poincaré, asmático, con cincuenta años de edad, divorciado, padre de dos hijas y, para colmo de males, calvo. Bufó exasperado al tiempo que pulsaba un botón situado discretamente en el cuenco del instrumento, provocando que la boquilla se cerrara herméticamente, evitando en consecuencia el escape del humo negro ocasionado por la quema de nicotina.

 

Andrew contempló cómo un par de cadetes acordonaban mediante holocordones la zona donde se había producido el incidente. Un holocordón consistía en un mástil que emitía una cinta holográfica de color amarillo fosforescente que advertía a cualquier despistado que no se podía cruzar al área enmarcada dentro de los mástiles.

 

-Inspector Poincaré- Dijo una voz gruesa en la distancia, anticipándose ante la conversación usual que se sostenía en situaciones de esa índole.

 

El interlocutor era Jimmy Hender, médico forense con veinticuatro años de experiencia, una reuma aguda que le obligaba a llevar bastón, barba hirsuta, cabello gris despeinado y uñas largas. En ese momento se inclinaba sobre una mezcla de fluidos escarlata y carne amorfa, que analizaba meticulosamente por medio de un registrador automático. El aparato en cuestión permitía, entre algunas prestaciones, hacer radiografías en ambientes con iluminación diversa, medir la temperatura corporal y llevar a cabo autopsias sin la necesidad del anticuado bisturí.

 

-¿Se sabe ya la causa de la muerte?- Preguntó Andrew, innecesariamente.

   

-A falta de una autopsia más detallada, puedo afirmar algunas conjeturas. Pulmones perforados por costillas, politraumatismo craneoencefálico, rotura de la columna vertebral, lo típico que ocurre cuando alguien decide quitarse la vida arrojándose desde cierta altura-.

 

-¿Conocemos ya su identidad?-.

 

-He reconocido el dedo meñique entre este amasijo de filetes mal cortados, así que solo he podido obtener una identificación preliminar. Ya sabes que el protocolo exige que esta información debe ser revelada cuando se verifique por completo-.

 

-Si, si, si, ya. Pero tenemos un nombre ¿no?-.

 

-Lars Svensson- Musitó el forense en un susurro mínimo e inaudible.

 

Andrew mordisqueó el labio inferior. El nombre le era muy conocido y familiar. Lars Svensson, el segundo mejor genetista del mundo, tan solo situado por detrás de su padre. Sin duda, esta muerte atraería la atención del público y de los medios de comunicación. Lars Svensson era el virtual dirigente del único instituto que llevaba a cabo la denominada “Genética Darwiniana”, una teoría que él no entendía del todo bien, aunque sí sabía que versaba sobre la creación de personas en unas espantosas cámaras.

 

Andrew se hallaba en ese instituto.

 

El cadáver también se hallaba en ese instituto.

 

-¿Crees que ha sido un suicidio?- Interrogó el forense luego de incorporarse con la ayuda de su bastón.

 

-Podría ser- Respondió Andrew, mirando hacia arriba.

 

Una veintena de puentes se alzaban en forma secuencial hasta una cúpula de hormigón revestida en acero inoxidable y oro resplandeciente. Un suicidio era una opción, pero la víctima era tan vigorosa, tan astuta, tan juvenil… ¿Por qué lo haría? ¿Cuál sería el motivo que le habría impulsado a tomar semejante decisión?

 

-¡Un suicidio!- Exclamó un sujeto gordo, adusto, vestido con una corbata mal ajustada, de ojos oscuros y bajo de estatura –Es evidente, Andrew. Sea quien sea, concluyó que su vida no valía nada, así que se arrojó desde alguno de los pisos superiores-.

 

-Felicitaciones, Detective. Ha resuelto usted el caso de la forma más ineficiente posible- Ironizó Andrew con una sonrisa.

 

El Detective Tobías Carter ladeó la cabeza con gesto indiferente. Ambos habían sido compañeros en la academia policial y Tobías había optado por el estancamiento en su profesión.

 

-En cierta forma, Tobías- Intervino Jimmy con tono conciliador –Tu conclusión no está del todo errada. Es indudable que cayó desde algún piso superior. Dado el estado del cadáver, la caída debió haberse originado desde el piso trece. Probablemente desde el quince. La caída libre debió haber seguido una curvatura aproximadamente parabólica, así que puedo calcular con precisión el piso exacto-.

 

-De cualquier forma, sólo nos quedaría averiguar las circunstancias de…- Habló Andrew.

 

-Del suicidio- Interrumpió Tobías.

 

Andrew quiso contradecir al detective, pero alguien irrumpió abruptamente en el escenario. Se trataba de un hombre ataviado con un pulcro traje y bata blanca, alto, de escaso cabello, gafas acristaladas y con unos profundos ojos verdes como esmeraldas. El inspector lo reconoció en el acto. Se trataba del genetista más prestigioso del gremio y el padre de la víctima.

 

-¿Qué ha pasado? ¡Es mi edificio! ¿Qué hacen ustedes aquí?-.

 

Andrew se acercó con cautela. De acuerdo a su análisis previo, supo que el anciano desconocía los detalles de los hechos acaecidos. Intuyó que su tiempo y el de su equipo, tenían los minutos contados, así que necesitaba ganar algunos segundos. De su bolsillo extrajo una lámina circular donde se materializó una imagen tridimensional de su persona.

 

-Inspector Andrew Poincaré, estoy a cargo de la investigación. Hace cuarenta minutos recibimos una llamada procedente de este edificio, donde notificaban que alguien había fallecido-.

 

-Están en un edificio gubernamental. La Policía Tecnológica no puede entrar a un edificio gubernamental sin la autorización de un juez-.

 

-Sr…-.

 

-Svensson, Dr. Hans Svensson- Corrigió el hombre, haciendo especial énfasis en su titulación –Como he dicho…-.

 

-Dr. Svensson, ha ocurrido una muerte y a consecuencia de los hechos, hemos intervenido a la mayor brevedad posible-.

 

-Entiendo su posición, Inspector Poincaré, y no sabe cuánto la agradezco. No obstante, a partir de este instante, la seguridad privada del instituto se encargará de este… incidente. Así que le pediré amablemente que, tanto usted como su equipo, se retiren de manera irrestricta e inmediata-.

 

-Sólo hasta que consiga una autorización judicial, Dr. Svensson-.

 

-Entonces regrese cuando la tenga, Inspector Poincaré-.

 

El peculiar duelo había terminado o, más bien, había sido postergado hasta otra ocasión. La burocracia estatal le daba una autonomía inédita a los organismos religiosos, a las organizaciones sin ánimo de lucro, a las universidades y a los institutos destinados a la investigación del fenómeno conocido como “mejora progresiva de la humanidad”.  Ese instituto examinaba a fondo ese fenómeno.

 

Cuando devolvió la mirada, se percató que Jimmy ya estaba arrastrando su bastón hacia el hall de entrada. Por su parte, Tobías fumaba un cigarrillo en las afueras y el resto de los cadetes ya recogían los holocordones. Andrew se despidió del Dr. Hans Svensson con un gesto inexistente que no fue correspondido.

 

La única duda que surcaba por la mente del veterano inspector era cómo iba a reaccionar la seguridad privada del instituto cuando se enteraran que el hijo del genetista más prestigioso había fallecido luego de una vertiginosa caída. 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario