Capítulo III.2
Giovanni Van der Meer era el presidente de
la Congregación de Navegantes Espaciales, una institución fundada a raíz de los
intercambios comerciales establecidos entre Selena y las cada vez más escasas
comunidades submarinas que aún habitaban la Tierra. A pesar de tener un cargo
meramente burocrático y administrativo, tenía el espíritu indomable y
aventurero de su tatarabuelo Ángelo Van der Meer, el capitán que dirigió la
primera expedición migratoria a la Luna.
Aquella mañana debía rellenar una docena
de formularios digitales para las aduanas, emitir los albaranes de entrega de
los rubros alimenticios que serían enviados a lo que quedaba de la República
Atlántica, y reunirse con los emisarios de la Iglesia del Nuevo Universo con el
propósito de pagar el diezmo anual.
Odiaba tener que pagar de su propio
bolsillo a unos haraganes de pacotilla. No obstante e infelizmente, esos
haraganes tenían mucho poder.
Le era muy complicado de entender cómo El
Predicador, un vagabundo que instruía un discurso populista, había llegado a
fundar una institución de extremismo religioso. Aquel sujeto, señalado como
docente por algunos, aprovechó la confusión y debilidad reinante durante las
migraciones iniciales para lavar el cerebro de personas humildes con una
palabrería incoherente.
Sus cavilaciones se vieron interrumpidas
por un aviso de su secretaria. Jazmín era una simpática robot con ruedas de
oruga que acostumbraba a olvidarse de los modales humanos y aceptar sin rechistar
las abusivas órdenes de sus superiores. Sin embargo, Giovanni le tenía un cariño
confeso a ese antiguo modelo de chatarra mecánica.
-Herr Van der Meer, Frau Laura O’Riley ha
venido a verle según la hora prevista- Anunció Jazmín con su voz átona y
neutral.
-Hazle pasar, por favor- Dijo Giovanni,
alzando la vista levemente.
Media docena de leds color rojo se
iluminaron en la sonrisa automatizada de la robot.
Laura O`Riley era una joven de treinta
años que, a simple vista, aparentaba menos edad. En su larga cabellera
pelirroja apenas asomaban canas, sus mejillas sonrojadas y pecosas eran una
invitación directa a sus labios escarlata, sus ojos azul eléctrico eran el
preámbulo de un sueño reconfortante y, a la vez, imposible.
Decididamente, Giovanni estaba
perdidamente enamorado de esa mujer, muy a pesar de que sabía que era
inalcanzable, gracias en parte, a que ella se dedicaba íntegramente a su trabajo.
Su padre era el bisnieto del afamado precursor Jensen O’Riley y, por tanto, Laura había heredado el don para
la ciencia que corría por los genes de esa familia.
-Querida Laura, muy buenos días- Saludó el
comerciante, al tiempo que sus ojos verdes brillaban con agitación.
-Hola Giovanni- Fue la única contestación
que pudo gesticular la científica quien, con aspecto cansado, se derrumbó sobre
un sillón.
-¿Te pido un café o quizás una copa?-.
-No, gracias…- Quitó de la frente con su
mano un mechón de pelo besado por el fuego –Espero que me disculpes, tengo poco
tiempo y tantas cosas por pedir…-.
-Tú dirás, Laura. En el pasado nuestras
familias estuvieron hermanadas y, francamente, deseo mantener esa relación de
amistad-.
-Eres muy bueno- La chica sonrió
fugazmente –Verás, lo que ahora voy a decirte es confidencial y no debe salir
de esta oficina-.
-Puedes hablar con absoluta franqueza-.
-Me alegro. En la Agencia Aeroespacial se
está desarrollando un proyecto de especial importancia. En los últimos cinco
años terrestres hemos realizado un descubrimiento particularmente trascendental
y, a la vez, inquietante-.
-¿Puedo saber de qué se trata?-.
-Lo sabrás en su debido momento, si
aceptas mi propuesta-.
Giovanni encajó estoicamente el golpe
moral.
-Para llevar a cabo dicho proyecto-
Prosiguió la mujer, cruzando las esbeltas piernas –Necesitamos de recursos que
no disponemos, pero que tú sí podrías conseguir-.
El comerciante dejó de lado sus
sentimientos no correspondidos y adoptó la actitud negociadora y taimada que
tanto le caracterizaba.
-Entiendo que por recursos te refieres a
dos cosas: naves y suministros- Giovanni apoyó la barbilla sobre las manos
entrecruzadas –Además, necesitarás de tripulación-.
Van der Meer no era un hombre de ciencias,
pero era astuto y conocía los números. Sabía que dos y dos eran cuatro, y que
la Agencia Aeroespacial era un organismo pobre y económicamente inviable. Sus
investigaciones eran costosas y sus equipos agotaban el presupuesto de ese
instituto. El comerciante decidió devolver el golpe con una maniobra muy
atrevida.
-Todavía no he descrito la naturaleza de
nuestro proyecto- Replicó Laura, luego de un incómodo silencio.
-No, pero lo puedo imaginar. Vuestro
proyecto debe tratarse de algo que está fuera del alcance de Selena. De lo
contrario ¿por qué estarías aquí? Incluso si la Agencia necesitara de algún
tipo transporte alrededor de la Luna, estoy seguro que también vendrías a
verme-.
-No te equivocas- Por un momento, una
sombra de agotamiento cruzó la mirada de la mujer –En efecto, requerimos de esa
clase de recursos que ofreces. La tripulación tendrá que ser el mínimo
necesario y deberán tener una experiencia probada de al menos cien ciclos
lunares-.
-No es problema. Cualquier navegante que
esté bajo mi mando reúne ese requisito-.
-La expedición durará entre seis meses y
dos años terrestres, dependiendo del avance de nuestras investigaciones.
Además, el viaje deberá estar custodiado por personal militar, eso incluye por
tanto la presencia de material bélico en vuestras naves ¿Hay algún
inconveniente con eso?-.
-Ninguno. Solemos llevar armas en nuestros
viajes a la Tierra y tenemos a nuestra disposición a un ejército privado. Por
protección, ya sabes lo violentos que pueden llegar a ser los habitantes de las
ciudades acuáticas-.
-Una cosa más. Desgraciadamente, un
representante de la Iglesia del Nuevo Universo nos acompañará-.
-Conozco el peso político de esos
farsantes, así que tampoco será un problema-.
-Bien, Giovanni. Parece que tenemos
entonces un trato- Laura se levantó en toda su estatura y tendió la mano al
comerciante, quien no dudó en estrecharla.
-Me alegra que hayas pensado en mí-.
-Eres el único a quien podía acudir- Laura
se encogió de hombros.
-Hay algo que no me has dicho- Habló Van
der Meer, ignorando el último comentario de la pelirroja -¿Cuál será el destino
de este desplazamiento?-.
-Ganímedes-.
El rostro del presidente de la
Congregación de Navegantes Espaciales palideció por un instante muy breve.
Desde la primera migración, jamás se había programado un viaje tripulado tan
largo y desconocido.
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