Capítulo I.8
El vehículo era de color negro, con
vidrios tintados y blindados, puertas de pesado acero, carrocería revestida en
titanio galvanizado y un potente motor eléctrico a base de baterías de litio
que debían ser recargadas cada hora. En resumen, el vehículo era una oda
patética al consumo desmedido e inútil de energía, tal como sucedía en el
lejano tiempo de los combustibles fósiles. En su interior, reinaba la
indolencia y la molestia gracias a la apática presencia del General Bill
Faraday.
Gruñó cuando el vehículo detuvo su avance
cerca de la multitud formada por curiosos, policías y personal de la
edificación donde había estado horas antes.
-Señor, hemos llegado- Habló un chófer
mecanizado y con voz automática.
Bill detestaba estar allí, pero era su
obligación hacerlo. Había pasado una hora desde que su supervisor y jefe
directo en el Servicio de Inteligencia Mundial le comunicara la naturaleza del
incidente que tenía lugar en esas instalaciones militares. Se incomodó
enseguida, pero también contempló una oportunidad. El sólo hecho de que el
prepotente de Marcus Richardson fuese víctima de un secuestro, le daba motivos
para exigir una mayor intervención en el proyecto de las yoyotermitas o como
sea que se denominasen.
Descendió con agilidad y provocando un
balanceo momentáneo en el vehículo. Con paso firme, se acercó hacia donde se
hallaba el contingente de la policía y preguntó por la persona que dirigía la
situación.
-Soy yo. Inspector Ignacio Fuentes, a sus
órdenes- Dijo un hombre muy delgado y con un bigote negro.
-Bien, Inspector Fuentes, tengo dos
noticias para usted. La primera es que ahora soy yo el que gobierna el cotarro
aquí y la segunda es que procederemos a entrar-.
-No estoy de acuerdo, General Faraday.
Allí dentro hay un asesino en serie al que le seguimos la pista desde hace dos
meses…-.
-Pues no le han seguido la pista como es
debido- Replicó el militar con desgano –He ordenado hace veinte minutos el
asalto de un escuadrón de élite que acabará con ese tipo-.
-General, tiene como rehén a un empleado y
ha descuartizado a una mujer que no hemos podido identificar. Tenemos a un
negociador dentro, así que le pido una oportunidad-.
-¿Y qué es lo que ha logrado?-.
-De momento nada específico. El
secuestrador ha pedido que el Sombrero Loco le sirva un té y que Pulgarcito le
dé un sándwich de jamón-.
-¡No pienso escuchar semejantes
incoherencias!- Bill se encaró con el raquítico policía y le puso el dedo
índice en el pecho –Su asesino retiene a un hombre cuyo conocimiento vale
millones, así que no daré marcha atrás a mi escuadrón ¿entiende mi postura?-.
-Será un derramamiento de sangre del cual
no queremos formar parte- Replicó Fuentes, haciendo caso omiso de la evidente
diferencia de contextura que había entre ambos.
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