domingo, 3 de noviembre de 2019

Éxodo: Capítulo I.10


Capítulo I.10

A las 7:34 de lo que aparentaba ser el inicio de una soleada mañana, Charles McDonald había concluido la redacción de un informe sustancioso en el que planteaba sus dudas e inquietudes en relación al proyecto de las yoctotermitas. En primer lugar, pensaba en anunciarle directamente sus intenciones a Marcus, por el respeto que aún sentía por él. Acto seguido, acudiría a los superiores del Servicio de Inteligencia Mundial, contaría su visión de los hechos y su antiguo amigo recibiría una lección que difícilmente olvidaría.

Veinte minutos después, desayunó cereales con uvas pasas hidrogenadas y leche sintética de vacas clonadas. De su boca, salió una palabra ronca mezclada con el ruido sordo del masticado que activó una pantalla plana. La pantalla cubría, a lo ancho y largo, la pared del comedor y emitía imágenes en tres dimensiones con alta resolución.

No le hizo falta hacer zapping. Todos los canales emitían la misma escena: una joven de cabello oscuro, ojos rasgados, figura esbelta y rostro poéticamente angustiado, hablaba de forma apresurada y sin pausa sobre un incidente de gravedad. Inicialmente, Charles no le dio la debida importancia a la noticia, pero cuando se percató que tras aquella reportera se alzaba el edificio donde trabajaba y al cual pretendía asistir, incrementó el volumen del dispositivo con súbito frenesí.   

-…no sabemos exactamente la naturaleza de esta epidemia- Narraba la chica, cuyo nombre era Alice Won según un subtítulo en relieve –Hasta los momentos la única certeza sobre la cual podemos informar, es que hay dos personas infectadas por el virus. Un hombre en estado de observación y una mujer que ha fallecido. Los especialistas esperan que con la autopsia se puedan obtener indicios que permitan clasificar la verdadera índole de esta enfermedad-.

La cámara centró su atención en un sujeto voluminoso y con un rostro inflexible que Charles reconoció al instante. Detrás de ese personaje, tres hombres vestidos con trajes blancos e impermeables trasladaban en una camilla a un paciente inerte.

-Con nosotros se encuentra el General Bill Faraday ¿Puede facilitarnos algún detalle sobre este suceso?-.
-En primer lugar, quiero enviar un mensaje de tranquilidad a la población. Tenemos la situación bajo control. Hemos puesto en cuarentena a las dos víctimas y esperamos que en las próximas dos horas, la investigación finalice-.

-¿Podría darnos los nombres de esas dos víctimas?-.

-Por el momento, únicamente puedo confirmar que Martha Danielle y Jaxx Butterfly se encuentran en observación médica-.

Al margen de la conversación, los tres sujetos vestidos de traje se detuvieron para examinar el infectado.

-Pero, una fuente interna nos ha informado que la Srta. Danielle ha sido asesinada por…-.

-Esa información es falsa- Interrumpió Faraday sin inmutarse.

-¿Y qué relevancia tiene la intervención del doctor Marcus Richardson en estos hechos?-.

-No haré ninguna declaración al respecto-.

Un grito desgarrador entorpeció la entrevista y el origen de semejante graznido provenía de la camilla. El supuesto paciente alzaba con convulsión los brazos y se retorcía en un ángulo improbable, mientras uno de los paramédicos de traje blanco intentaba sin éxito inyectarle un fluido transparente y glutinoso.

-¡No dejes de grabar!- Masculló en algún momento la periodista.

La cámara se acercó al contagiado y la imagen fue, como mínimo, grotesca. El enfermo carecía de piernas, en apariencia cercenada y cauterizada por algún tipo de arma láser. El estómago estaba abierto y disponía de un agujero deforme, que dejaba al descubierto vísceras mezcladas con líquidos carmesí y rosados.

Sin previo aviso, el asistente de la inyectadora se percató de que su traje era literalmente engullido por una especie de corrosión malsana en aumento.

-¡Qué alguien le quite la cámara a ese tipo!- Chilló rabiosamente Bill Faraday.

-¡Están coartando la libertad de expresión! ¡Señores espectadores, observen los hechos y deduzcan sus propias conclusiones! ¡Nos han mentido y…!-.

-¡He dicho que dejen de grabar!- Ordenó la voz del militar antes de que los nudillos de un puño macizo dieran el paso a una imagen destellante de color gris.      
   
Charles estaba estupefacto.

-Damas y caballeros, acaban de ver la repetición del último reportaje que ha realizado nuestra compañera Alice Won hace cinco horas- Anunciaba un presentador de edad madura y con corbata –Hemos intentando contactar con ella, pero el ejército ha definido la zona de seguridad con un radio de diez kilómetros…-.

McDonald marcó un número en una pantalla digital. Después de dos tonos, una mujer habló con tono espantado.  

-¿Adele?-.

-¡Charles! ¿Por qué no nos has llamado? ¿Has visto las noticias? ¡Estaba preocupada por ti! ¡Eres un desconsiderado! ¿Acaso no entiendes…?-.

-¡Adele! ¡Escúchame! Es importante que lo hagas ¿Tienes algún modo de llegar a una lanzadera submarina?-.

-Charles, me estás asustando…-.

-Dime ¿Puedes conseguir una lanzadera submarina?-.

-Si… ¡Sí! ¿Por qué lo preguntas?-.

-Bien…- Se llevó una mano a la frente e intentó ordenar sus ideas –Llama a papá, a mamá, a tu novio y escapa cuanto antes en la lanzadera…-.

-Espera, espera, espera ¿A dónde pretendes que vaya?-.

-¡No lo sé! ¿No visitas habitualmente bases oceánicas? Podrías ir a una de ellas-.

-Son instalaciones militares secretas. No puedo presentarme así como…-.

-Adele… ¿confías en mí?-.

-Sí, confío plenamente en ti, pero estoy confundida-.

-Lo entiendo, Adele, pero haz lo que te pido-.

-¿Y qué hay de ti? ¿Qué vas a hacer?-.

-No te preocupes por mí. Os encontraré- Sentenció Charles, sabiendo que engañaba a su hermana.

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