sábado, 19 de septiembre de 2020

Infiltración: Tercera (¿y última?) parte: Incertidumbre negra.

 Si creía que ese intento de infiltración estaba torciéndose hacia inequívocos derroteros, era porque aún no había llegado el desastre definitivo. La pista de aterrizaje era un infierno en llamas y en la zona donde estaban los camiones ya se escuchaban los primeros enfrentamientos.

Tras el hangar, un edificio enorme con una cúpula metálica se alzaba por encima de toda la estación de bombeo.

-Está allí- Hablé en voz baja, más para mí mismo.

-Iremos- Dijo Liz.

Los tres nos dirigimos hacia esa estructura. En apariencia era un edificio alto, pero poco más. Inicialmente había pensado que se trataba de dependencias administrativas y salas de control, pero ignoraba que había algo más y ése fue mi principal error para lo que sobrevino después.

La puerta principal era sede de un silencio anodino y fuera de lugar, a tenor de los disparos que en el exterior se escuchaban. Por la radio se oían avisos de toda clase.

-¡Nos atacan en el Sector 8!-.

-¡Idiotas! No disparéis cerca de los camiones con combustible-.

-¡Necesitamos más asistencia en la zona de bombeo!-.

-¡Nos están acribillando!-.

-¡El combustible! ¡El combustible!-.

-Preparar ya el plan de contingencia-.

Dos asuntos me llamaron poderosamente la atención. Su especial preocupación por el combustible y un repentino plan de contingencia. Si no estaba equivocado, este tipo de planes normalmente incluyen rutas de escape. ¿Uno de esos aviones, quizás? ¿Algún conducto subterráneo?

No pude pensar con más detenimiento porque mientras ese tipo de preguntas me invadían, el ataque masivo comenzó de pronto. Subíamos por una escalera en espiral cuando desde algún punto más arriba, las detonaciones comenzaron.

Se trataba de una docena como mínimo y todos ellos disponían de ametralladoras y revólveres rápidos. Temiendo por la niña, la llevé contra la pared. Obviamente estábamos en una situación de desventaja, pero los disparos no buscaban acertar. Simplemente eran de cobertura.

Con Orgullo regresé el ataque de forma ocasional, buscando avanzar al tiempo que los agresores se ocultasen.

Repentinamente, los cimientos del edificio temblaron y un chirrido anunció lo que ya era prácticamente inminente. La cúpula se abrió por la mitad y dejó a la vista un cielo estrellado y limpio. Tras avanzar un poco más por las escaleras, alcancé un suelo estable con lo que ya era obvio. Una aeronave de gran envergadura estaba a punto de partir y veinte hombres iniciaron un tiroteo.

-¡Cloe, pequeña! ¡Huye!- Grité con agitación antes de lanzarme hacia aquellos sujetos con mis dos pistolas en alto.

Elizabeth corrió detrás de mi hacia una locura.

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Desconocí cómo había llegado a aquel sitio, pero era más que evidente que me encontraba en el interior de la aeronave, a tenor del ruido de motores y alguna turbulencia casual.

Me dolía la zona de la costilla y estaba incómodo debido a la posición en la que me hallaba. Me tenían atado con cadenas de hierro a la altura de los tobillos y las muñecas. También tenía dolor en la nuca, justo dónde me habían golpeado para dejarme inconsciente.

Aunque lo peor era el olor. Nadie había limpiado ese sitio en mucho tiempo.

El quejido de la puerta metálica y el cerramiento me anunció que alguien se aproximaba.

Una masa voluminosa accedió a la habitación. Me pareció increíble que alguien tan ancho pudiese acceder por esa puerta, probablemente hecha a medida. Quien supuse que era Gorda se hallaba cómodamente instalada sobre un carrito con ruedas, empujado por dos de sus lacayos. Otros tres sujetos armados le acompañaban.

-Así que tú eres Maxwell de Rivia- Dijo con una voz suave y ácida.

-Depende de quién pregunte- Repliqué.

-Insolente- Continuó ella, con una mueca de fastidio –Aunque debo agradecerte por algo. Has tenido la amabilidad de traer contigo a Elizabeth Von Wellinghërt-.

-¿Qué la habéis hecho?- Interrogué, lanzándome hacia adelante. Las cadenas enquistadas en la pared me obligaron a irme hacia atrás.

-Por ahora nada- Sonrió y su papada se movió -M quiere que esté en buen estado e intacta y así se la voy a entregar… Sin embargo, no me ha dicho nada sobre ti-.

-Entonces así es como debe ser- Hablé, resignado.

-Ése no es mi problema-.

-Dime una cosa, ¿qué estabais haciendo con todo ese combustible?-.

-Incendiar la ciudad, pero eso no sé si ya será posible. Por lo menos, M tendrá a su codiciada fuente de conocimiento, esa chica Von Wellinghërt. Una cosa por otra. Un fallo por un éxito. No hablemos más de lo que no importa. Charlemos sobre lo que te sucederá-.

Le miré torvamente.

Sus esbirros me sujetaron y, mientras me retorcía, noté cómo me inyectaban alguna solución en el brazo.

-Vas a dormir durante unas horas. Cuando te despiertes, lo harás en una de las mesas del Cirujano-.

Quise decir algo, maldecir la suerte, dispararle, pero mi cuerpo desfalleció tenuemente hacia una incierta negrura.

Mi último pensamiento fue hacia Elizabeth. 

 




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