domingo, 13 de septiembre de 2020

Infiltración. Segunda parte: Desviación del plan.

 El hangar no estaba lejos. Liz, la pequeña Cloé y yo corrimos juntos. Las necesitaba a ambas. El plan inicial era que, mientras Elizabeth y yo cubríamos el perímetro, la niña podía sabotear la cabina de la aeronave gracias a su flexibilidad y tamaño. De este modo, se inutilizaría e impediría el aterrizaje de más naves.

Digo inicial porque se torció hacia un derrotero completamente distinto.

Un operario desenganchaba la maguera tras acabar el trasvase hacia una tubería. El piloto por su parte permanecía en la cabina, esperando la orden de partir.

Me acerqué por detrás y le golpeé con la culata de Orgullo, uno de mis revólveres. Liz ayudaba a la niña a subirse a la eslora de la aeronave.

Desgraciadamente no conté con un segundo operario que me sorprendió desde el flanco izquierdo, portando una llave ajustable de gran tamaño. La blandió desde abajo con el fin de romperme la cabeza, pero pude esquivarla, aunque el revólver se me cayó en el proceso. Retrocedí y cargué hacia adelante. El combate cuerpo a cuerpo no era mi especialidad, pero confiaba en noquearle. 

El sujeto volvió otra vez al ataque con la llave, pero tenía la guarda baja y le propiné un puñetazo a la altura del tórax. La herramienta cayó y le di un segundo golpe en la mandíbula.

La segunda circunstancia fue que no muy lejos de allí, un hombre musculoso, de tez oscura y con rostro astuto se percató de la pelea. Tras despojarse de la chaqueta, decidió acercarse mientras se sonaba los nudillos. 

El operario se arrodilló tras mi segundo golpe. Le rompí algunos dientes con un tercero.

Volví la mirada y pude observar que el piloto apuntaba a Liz y a la niña con una pistola. Desenfundé a Prejuicio, mi segundo revólver, pero la costilla rota volvió a protestar. Por fortuna, Elizabeth si fue más rápida y disparó primero. El cadáver del piloto se derribó contra los controles, empujando una palanca en el proceso. Los motores crujieron con virulencia y la aeronave comenzó a dar vueltas alrededor de su propio eje.

Quise ayudarles, pero noté que una mano atenazaba mi revólver y lo arrojaba a otra parte, cerca de Orgullo. 

-Así que tenemos un intruso- Anunció el hombretón. Me superaba en altura por una cabeza. Era enorme. Debía medir más de dos metros de estatura -Me divertiré un poco contigo-.

No esperé más y mi puño mecánico se encajó en su cara. El tipo sonrió y escupió algo de sangre. Avanzó, pero en ese momento el ala de la aeronave pasó muy cerca. Nos agachamos a tiempo, acostándonos en el suelo. Las hélices giraban a gran velocidad.

Fui el primero en levantarme. Era más que obvio que no iba a ganarle en un combate físico, pero sí podía hacerlo si vaciaba un tambor completo en el pecho de ese individuo.

Más arriba, Liz y Cloé ya estaban dentro de la cabina, pero el cristal se cerró. 

Más abajo, el hombretón me había dado una patada en el estómago y el dolor de la costilla regresó en todo su esplendor. Me llevé el brazo a la zona afectada y el bastardo se río.

Rodé hacia la izquierda, oculto entre las dos ruedas delanteras. El musculoso se abalanzó y consiguió atraparme por la pierna izquierda. Con la derecha pude darle un par de patadas en la nariz, hasta el punto de conseguir zafarme. Orgullo y Prejuicio estaban en la otra punta. 

Cuando me levanté tuve que volver a agacharme. Una hélice pasó muy cerca.

Para complicar aún más el enredo, una furgoneta pasó con varios hombres armados, que naturalmente se habían percatado de la situación. 

Desconozco cómo lo consiguieron, pero comprendí que la pequeña había conseguido estabilizar el avión en sus movimientos circulares mientras que Liz les disparaba con una torreta defensiva, dispuesta en la aeronave para tal fin.

El hombretón dio un par de zancadas y ya lo tenía encima de mi. Pretendía clavarme un cuchillo muy afilado en la garganta. Detuve sus manos con la prótesis y le encajé un par de puñetazos a la altura del hígado, ocasionando que el cuchillo se cayera y que yo me liberara de su opresión. Rodé por el suelo otra vez, esquivando las ruedas y alcanzando a Orgullo y Prejuicio. Cuando pretendí apuntarle con ambas armas, vi que él ya hacía lo suyo con una pistola. 

-Bien, tendré que interrogar a tus amigos. Gorda no quiere molestias-.

Vi lo que venía a continuación, así que cubrí mi rostro con las manos, empuñando ambos revólveres. 

La sonrisa del sujeto cambió a una mueca de confusión. Cuando volvió la mirada, esa mueca se convirtió en un gesto de terror.

No tuvo tiempo de esquivar la hélice. 

El ala izquierda de la aeronave se tiñó de una mezcla de sangre y sesos.

El resto del ya cadáver se derrumbó lentamente. 

Conseguí reponerme y subir hacia la cabina, cerrada y trabada. Disparé en la cerradura y pude abrirla para que las dos pudiesen salir. En el proceso, la palanca del avión le dirigió hacia adelante, inexorablemente hacia la pista de aterrizaje. En el trayecto coincidió con otra aeronave provocando un atronador accidente.

La infiltración se había ido a la porra. 

Me tomé un segundo para respirar y guardar a Orgullo en su funda. Maldito dolor.

-¿Estáis bien?- Pregunté.

Nos interrumpieron. En el cadáver del gigante, una radio sonaba a la altura de su cinturón. 

-Vinicius, Vinicius, amorcito… ¿Qué ha pasado?- La voz era melodiosa, armónica y delicada.

Cogí la radio.

-¡Vinicius! ¡Responde!- Esta vez la voz estaba enfadada. 

-¿El musculito aceitoso?- Dije y al otro lado se escuchó un chasquido -La última vez que le vi tenía la hélice de una aeronave empotrada en el trasero-.

-¿Quién eres?-. 

-¿Eres Gorda?-.

-¿QUIÉN ERES?-. 

-Vamos a por ti- Amartillé a Prejuicio y corté la comunicación.

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