miércoles, 15 de abril de 2020

Éxodo: Capítulo III.9


Capítulo III.9

-Cada seis horas terrestres visitamos al Primero. Tenemos que cuidar de su salud- Comentó 67802 con expresión preocupada.

-Eso es cuatro veces al día según el movimiento de rotación de la Tierra- Agregó 45901.

-En realidad no, 45901. Un día terrestre tiene exactamente 23 horas, 56 minutos y 4 segundos-.

-En efecto, 67802. Olvidé el tiempo que requiere la Tierra para avanzar en su órbita. Ruego que disculpes mi gravísimo error-.

Mientras la singular pareja discutía, los cuatro cautivos se hallaban sorprendidos por el entorno que les rodeaba. Avanzaban por un sendero estrecho, custodiado por montañas con grama artificial. En ocasiones, el camino proseguía en puentes de piedra maciza que se elevaban sobre riachuelos de agua cristalina. Laura se detuvo en uno de esos puentes y vislumbró a un pez de piel transparente, que dejaba a la vista diminutos engranajes y mecanismos. Más adelante, una estatua de radiante cuarzo con la forma de un hombre desnudo y con barba, recogía agua de un manantial tan sólo para expulsarla a un río mediante una vasija de jaspe.

Súbitamente, una de las gigantes máquinas bípedas que habían visto durante la captura de Sombra de Deimos, apareció tras una montaña. Giovanni calculó que mediría siete metros, aunque bien podrían ser ocho. Con grandes zancadas, pasó sobre el grupo sin prestarles atención.

-No os asustéis, por favor- Suplicó 67802 –Usamos caminantes mecatrónicos para labores arduas como la construcción. Nuestros hermanos los pilotan con maestría-.  

El sendero terminó en una casa de aspecto humilde, fabricada con bambú, troncos de roble y barro. No tenía ni puertas ni ventanas. Tan sólo había una abertura estrecha, custodiada por otro sujeto enjuto, análogo a los dos guías.

-Hola, 34982- Habló 45901 luego de hacer una breve inclinación hacia adelante –Han llegado nuestros amigos. Salúdales, por favor-.

-Buenos días, huéspedes. Me llamo Hiroshi Iwata 34982 ¿Vienen a visitar al Primero?- Dijo el aludido, haciendo la misma reverencia.

-Más bien, diría que nos han secuestrado- Replicó Larry, con mirada torva.

-¡Eso no es posible! ¡El Primero os ha invitado!- Protestó 34982, indignado.

-Os imploro que paséis- Intervino 67802, tratando de sofocar los ánimos –El Primero os espera muy ansioso. No temáis por vuestra seguridad-.

El capitán navegante fue el primero en entrar, tomando a Laura de la mano. La estancia era modesta y muy escueta. Un ventilador de tres aspas giraba lentamente, movimiento que era acompañado por el ruido tenue de una máquina insignificante. La máquina tenía una pantalla que, a todas luces, registraba el pulso cardíaco de una persona.

Esa persona se hallaba sentada en una silla de mimbre. Su cabello era blanco como la nieve que cubría las altas montañas de la vieja Tierra, su rostro estaba marcado por arrugas similares a las olas de las playas, sus vidriosos ojos alargados mostraban una emoción indescriptible. A la altura de su muñeca derecha, una aguja había penetrado en la frágil carne y le suministraba un líquido transparente desde un gotero situado en un pedestal a su derecha.

-Sed bienvenidos…- Dijo el anciano, con voz cansada y rota –Os he esperado desde hace muchos, muchos años… Os pido disculpas por el modo en que habéis sido traídos a mi presencia… Mis hijos pueden llegar a ser muy crueles…-.

-No nos han dicho nada sobre nuestra tripulación- Habló Van der Meer.

-Se encuentran a salvo en nuestras instalaciones…- Una sonrisa insignificante dejó ver los dientes blancos del octogenario –Creo que tendré que darles una buena reprimenda a mis hijos por el trato que os han dado-.
-Han amenazado con matarme- Dijo el capitán, sin ceder su postura.

-¿Ellos?- La risa del anciano fue prolongada por una fuerte tos –Son inofensivos- Llegó a decir, una vez calmado el ataque.

-¿Ha sido usted quien envió el mensaje?- Preguntó Laura, impaciente.

-Sí. He sido yo… He soñado tantas veces con este momento… Es el único que no he podido ver en mis viajes… Una paradoja temporal, sin duda-.

En ese instante, la científica se percató de la presencia de un objeto singular situado en la esquina del caseto. Se trataba de un púlpito emplazado sobre una plataforma circular. Una precaria mampara rodeaba el dispositivo y, en algunos puntos, se evidenciaban signos de óxido, abolladuras e impactos de bala. A simple vista, era difícil adivinar el propósito de semejante aparato.

-Veo que le interesa…- Mencionó el anciano –Si el Sr. Van der Meer dispone de una flota de galeones espaciales para el comercio entre Selena y la Tierra, yo tuve la suerte o la desventura de crear la única máquina del tiempo para viajar a través de milenios de historia…-.

-¿Máquina del tiempo? Eso es imposible- Dijo Larry, con sarcasmo.

-No lo es…- Hizo una pausa para aclararse la garganta –Si tenéis tiempo, os solicito fervientemente que escuchéis mi relato…-.

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