Capítulo I.4
Jaxx Butterfly era un psicópata de poca
monta pero con mucha imaginación. Su cerebro actuaba con mucha eficiencia cuando
se trataba de asesinar, lo cual le ocasionaba un éxtasis que no sentía con
alguna otra clase de experiencia. Le fascinaba trazar una línea roja muy fina con
un escalpelo a lo largo del cuerpo de sus víctimas mientras estaban vivas, le
encantaba escuchar los gemidos de dolor ahogados por la mordaza que previamente
colocaba en las bocas de sus desdichados mártires, le gustaba mutilar los dedos
para después chupar la sangre, y se corría con intensidad cuando vaciaba las
cuencas oculares mediante el práctico uso de una cuchara.
En ese momento tenía éxtasis.
En ese momento se disponía a asesinar a
una persona.
Se trataba de una joven ingeniera que trabajaba
en un centro de investigación para nuevas tecnologías militares. Aunque Jaxx no
sabía nada sobre ciencias, tenía un conocimiento exacto sobre anatomía. Sabía
que si cortaba con su bisturí en la zona aledaña a los pezones, podría infligir
un dolor maravilloso.
La víctima se llamaba Martha Danielle,
tenía veinticuatro años, una hermosa piel de ébano, ojos negros y se sentía muy
afortunada por trabajar bajo la tutela del doctor Marcus Richardson, la mente
maestra de la biomecánica contemporánea. Aquella mañana se despertó muy
temprano, ilusionada por la noticia que había recibido la noche anterior: el
proyecto común con el sector militar resultó ser un éxito y ello implicaba una
maravillosa subvención a su departamento y un jugoso aumento de sueldo. Decidió
que pasaría unas merecidas vacaciones en las Bahamas, tendría a un individuo
fibroso y musculoso a su servicio para servir daiquirís mientras agitaba una
palma color olivo, y muy posiblemente pasaría una noche loca al lado de algún
turista rubio de cuyo nombre jamás se acordaría.
Ahora nada de eso importaba. Quería
gritar, pero aquel sujeto de cabello desordenado y gris le había tapado la boca
con un trapo sudoroso. Quería escapar, pero el enajenado con una cicatriz
espantosa en la frente le había encadenado a una mesa. No podía hacer nada, ni
siquiera tuvo ocasión de evitar aquel desastre.
La sala de calibraciones para equipos
nanotecnológicos no era el sitio más concurrido en esas horas del día, pero
debía acudir allí para buscar los anemómetros de ultrasonido, requeridos para
las pruebas de validación de las yoctotermitas. Ignoraba cómo una persona
extraña podría infiltrarse en un recinto tan seguro como la Oficina para
Investigaciones Bélicas, pero lo cierto era que ese tipo sin cordura lo había
hecho. Primero, le sorprendió por detrás con una barra metálica. Luego, le
golpeó en el brazo, provocándole seguramente una fractura en el codo y un
desmayo inmediato. Para cuando despertó, yacía sobre la mesa hexagonal donde se
llevaban a cabo los procesos de milisoldadura para las tarjetas electrónicas de
control.
-Siento mucho hacer esto, Cenicienta- Dijo
Jaxx con voz temblorosa –Pero alguien tiene que hacerlo. Tus hermanas han sido
muy putas y ahora deben enfrentarse al castigo de la patata caliente ¿me
entiendes, verdad?-.
Martha no entendía nada. Sólo sabía que
iba a morir, si no hacía algo antes.
-¿Qué me estás diciendo? ¿Has regresado?-
Preguntó el desequilibrado con cara de sorpresa -¡Estás de suerte, Cenicienta!
¡El Gato con Botas está aquí con nosotros! ¡Qué alegría!-.
Si,
Jaxx. Estoy contigo. Tenemos que hablar.
-¿Hablar? ¿Por qué? ¿Qué he hecho ahora?-
Chilló sin propósito y con gesto estúpido de clemencia.
No
has hecho nada, Jaxx. Por el contrario. Debo felicitarte.
-¿Lo ves, Cenicienta? ¡El Gato con Botas
me ha felicitado!-.
No
cantes victoria porque todavía tienes trabajo que hacer ¿Lo entiendes?
-Lo comprendo perfectamente…-.
¡No!
¡No comprendes nada! ¡Lo sabes!
-¡No lo sé! ¡Sólo hago lo que me dices!-
Exclamó Jaxx, colocándose en cuclillas y escondiendo su rostro tras las manos.
Pero
te gusta hacer lo que te pido ¿no? ¡Reconócelo!
-Sí, sí, sí… ¡Sí!-.
¡Más
fuerte! ¡No escucho!
-¡Me encanta!-.
Di
que te excita.
-¡Me excita!-.
Bien.
Muy bien. Es un comienzo, Jaxx. ¿Ves a la zorra de allí?
-La veo- Dijo, incorporándose y viendo con
decisión a la indefensa chica.
Vamos
a quitarle el útero a esa perra. No vamos a permitir que su prostitución se
reproduzca en nuestro mundo perfecto.
Jaxx Butterfly alzó el bisturí por encima
de su cabeza, dejando que el peligroso brillo de su filo se reflejara en los
aterrados ojos de Martha Danielle.
La ingeniera, ignorante de quién era el
Gato con Botas y del estado mental de su captor, en ese instante supo y aceptó
que iba a morir.
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