domingo, 14 de julio de 2019

Suspiro final

De vez en cuando me gusta escribir en algún foro una historia conjunta con usuarios de otras latitudes. En uno de ellos, escribí el siguiente relato autoconclusivo ambientado en una temática Steampunk con tintes de género Noir. Después del texto tenéis algunas imágenes de ambientación.

¡Disfrutar!

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Esta ciudad es un puto vertedero. Tienes que quererla para vivir aquí... O tienes que hacer mucho dinero en ella.

Mis razones son otras. Le di una última calada a mi cigarrillo antes de estrujarlo contra el marco de la ventana de madera. El trabajador sexual yacía sobre la cama a mis espaldas. Su disgusto era más que evidente. No iba a cobrar por el servicio prestado.

-La semana pasada le pagamos a los de Antivicio- Comentó innecesariamente tras un bufido -Esta semana le hemos dado el soborno a los funcionarios de Aduanas y esta noche has llegado tú-.

-Y volveré la semana próxima. Recuérdaselo a tu proxeneta- Le recordé sin voltear.

En la distancia y más allá de la ventana, la urbe seguía su ritmo natural con indiferencia. Deseaba escapar de allí pero ese maldito traslado no llegaba, a pesar de mis constantes solicitudes. Todo cuanto veía estaba muerto. No había moral. Sólo quedaba sitio para la adaptación. Si quería llevarlo de la mejor forma posible, lo mejor era nadar a favor de la corriente del río.

Al menos ésa era la forma que tenía de engañarme a mi misma.

Tonta ilusa.

Me vestí con calma, mientras el chico me miraba de soslayo y con desconfianza. Mi arma reglamentaria, una escopeta recortada de dos balas, se resguardó tras la gabardina. Mi placa de bronce se ajustó correctamente en el cinturón. Los ojos azules de aquel muchacho me tenían cautivada. Era la segunda vez que lo probaba y había respondido muy bien. Afirmaba tener la edad legal de consentimiento. Parecía ser cierto. Pero tampoco era un dato confiable. Los certificados de nacimiento se podían falsificar si se pagaba la cantidad adecuada.

Abandoné la habitación tras un portazo. El motel barato era un hervidero de gemidos a esas horas, pero mi turno estaba por empezar pronto, así que tenía mucha prisa.  Conduje mi precario vehículo en un tráfico interminable y, tal y como esperaba, llegué tarde a mi lugar de trabajo.

La estación de policía del Distrito Noreste estaba frenética para ese entonces. Había mucho revuelo, desorden y caos. Un par de inspectores pasaban de un extremo a otro de la entrada principal, cargando docenas de documentos. Parejas de patrulleros salían a empujones y con rostros preocupados. Lars, un detective recién ascendido pasó con presteza a mi lado.

-¡Eh! ¡Lars! ¿Qué demonios está pasando? ¿Por qué hay tanto revuelo?-.

-¿No lo sabes?- Replicó, mientras se aseguraba que su arma estaba debidamente cargada -Algún grupo de idiotas ha atacado la mansión del alcalde cuando daba una fiesta privada y se han llevado a una extranjera muy importante. Alguien de la familia Von Welinghërt...-.

-¿Y dónde está el sargento?

-En su oficina, hecho una furia. Si fuera tú no iría. Lo siento. Debo irme-.

Ignoré la advertencia de Lars. Si había tal revuelo era muy probable que hubiese otro tipo de delitos. Jim Murray era un sargento muy obtuso, de esos que sólo atienden las llamadas de sus superiores para colgarse medallas por méritos inexistentes. En ese momento le gritaba órdenes a dos cadetes.

-...buscar en la estación de tren por si planean salir de la ciudad. Revisen cada palmo de cada vagón y la maleta de todo pasajero. Tenéis autorización para destrozar todo lo que consideréis sospechoso. ¿Alguna duda?-.

-¡No, Señor!- Exclamaron los dos cadetes al unísono e impacientes, antes de salir con rapidez.

Murray volvió a su escritorio. Esperé unos minutos para interrumpir.

-Autorización para destrozar ¿eh? ¿Me he perdido de algo?-.

-Ahora no tengo tiempo para ti- Contestó Jim, parco.

-¿Ni siquiera para asignarme un trabajo?-.

-No quiero que jodas la investigación. El alcalde quiere lo mejor y tú estás suspendida-.

-Hasta hoy. Ya se acabó mi suspensión-.

Suspensión injusta, cabría añadir, considerando que le disparé en el culo a un asaltante de parejas. Acción desproporcionada durante el arresto, dijeron los de Asuntos Internos. Al cuerno. Se lo merecía.

-¿Tan pronto pasaron dos semanas?- Murray suspiró -Pues has llegado en un mal momento-.

-Puede que haya algo por aquí sobre lo que ocuparme- Ojeé un par de carpetas dispuestas de cualquier forma sobre la mesa.

-Elige, disfruta y desaparece de mi vista-.

Una carpeta era sobre la venta de drogas por un camello reincidente, la otra era sobre el secuestro del único hijo de un matrimonio de clase baja. El secuestro se había producido en las viviendas aledañas a las minas de diamante. Si no había sumado mal, era el sexto del que tenía constancia en el último mes.

-Me llevo este- Anuncié, mostrando la carpeta.

-Ajá- Respondió el sargento, sin mirar.

Decidí empezar la investigación buscando información en el Kinky Angel’s, la clase de burdel donde se reunía la peor escoria local e importada de otros lares. Si alguien había participado en el secuestro o estaba siendo parte de los otros cinco, era muy posible que hubiese alardeado de ello en ese antro.

El camarero de la barra me acercó una jarra de ron y le mostré mi placa.

-No nos gustan los policías en este establecimiento. Fuera...-.

Cogí la cabeza del sujeto y la estampé contra la barra. A mi lado un hombretón intentó sacar un cuchillo, pero el cañón de mi recortada le tapó la boca.

-No estaré mucho tiempo por aquí, niños y niñas- Anuncié al tiempo que con mi otra mano mostraba una fotografía en blanco y negro, impresa sobre papel de lino -Hace tres días secuestraron a este pequeño ¿Alguien tiene idea de algo?-.

-Oye, estúpida- Se atrevió a hablar un tipo con un parche en el ojo derecho -Si quieres salir viva de aquí, es mejor que...-.

Amartillé la escopeta. El hombretón tragó saliva mientras sentía el frío del cañón entre sus dientes.

-No queremos problemas- Dijo un viejo calvo -La policía no tiene autoridad aquí y sería fácil que una mujer policía se perdiera en las cloacas, pero quien tu buscas ha jodido a más de la mitad de los que estamos aquí-.

-¿Se lo vas a decir? ¿A una tiparraca con placa?- Protestó el del parche en el ojo.

-Nos hará un favor y nos dejará tranquilos ¿verdad?- El calvo ya tenía un revólver en su mano.

-Por hoy, sí- Respondí antes de devolver mi escopeta a su resguardo. El hombretón se había hecho pis en los pantalones.

-En la novena dársena de los muelles hay un barco que zarpará la semana que viene. El manifiesto de salida para las aduanas dice que exportará aceite de girasol, pero lo que contiene y va a transportar no es comestible. Las crías las usarán para otros fines, no sé si me entiendes-.

-¿Quién es su responsable?-.

-Un tipo que se hace llamar Amílcar- El calvo se encogió de hombros -Nos ha robado mucho dinero en las apuestas. Estamos seguros que hace trampa, pero no sabemos cómo. Llega aquí, bebe, nos roba y alardea de sus actividades-.

-Más vale que la información sea cierta. De lo contrario volveré- Dije.

-Te estaremos esperando- La amenaza flotó en el aire con firmeza.

El desplazamiento desde ese burdel hasta los muelles fue corto. Con todo el lío que había esa noche estaba sola y esos mocosos tenían un tiempo muy escaso. Decidí que lo correcto era ir mejor equipada. Además de mi recortada reglamentaria, cogí del maletero de mi coche un revólver con tambor para seis balas, un arcabuz de un disparo y una macheta, todos ellos comprados en el mercado negro.

El barco estaba dónde me habían dicho. Un guardia bostezaba en la entrada. En la cubierta, dos hombres fuertes arrastraban a dos niños amordazados. En la proa debía haber algún tipo de celebración, a tenor de los gritos.

El cuello del guardia se separó en dos partes disímiles por acción del filo de la macheta. Avancé por una escalera y accedí a la cubierta. No había rastro ni de los niños ni de sus captores. Tenía que llamar la atención para atraer al resto de esos desgraciados y a algunas patrullas que se dignaran a aparecer.

En este tipo de barcos, la sala de motores térmicos se encontraba en la zona de popa. Al girar a la izquierda en un pasillo, me encontré de frente con un tipo delgado. De un puñetazo le rompí la nariz y lo dejé inconsciente. La maquinaria hacía su trabajo con un estruendo ensordecedor. Sabotearla fue cosa sencilla. Bastaba con esparcir un poco de combustible y encender una cerilla.

La explosión resultante fue violenta.

Dos individuos salieron de la proa. Uno de ellos con una guitarra de cuatro cuerdas. Disparé un par de veces con el revólver y cayeron muertos antes de percatarse de lo sucedido.

Los siguientes ya estaban preparados. Eran tres y respondieron al ataque. Uno de ellos con fuego de cobertura. El arcabuz era potente pero de escaso alcance, así que tenía que pensar con presteza. Corrí a estribor y me oculté tras una caja. La borrachera que tenían esos malnacidos les impedía tener buena puntería.

La detonación del arcabuz fue potente, atravesó la pared de madera y uno de ellos cayó herido en el suelo. Los otros dos, confusos, se asomaron y con el revólver les volé la cabeza.

El herido estaba quejándose de su rodilla deshecha cuando le clavé la macheta en el pecho.

Accedí al puente de mando y, oculto tras el timón, un hombre enjuto y con gafas apretaba con fuerza a un infante y amenazaba su grácil yugular con una navaja. Era el sexto niño de mi expediente.

-¿Quién carajo eres?-.

-Soy policía y tú estás bajo arresto- El revólver estaba listo.

-Los tienes muy bien puestos para ser una mujer, yo...-.

Alguien disparó una vez y el hombre enjuto murió antes de culminar su inútil discurso. No pude reaccionar a tiempo y un segundo disparo me alcanzó en el estómago. Una anciana de rasgos afables portaba una pistola con mirilla mientras sonreía. El niño lloraba. En otra esquina de la sala, los otros críos ocultaban sus rostros con sus pequeñas manos.

-Sabía que Amílcar fastidiaría la operación- Habló la anciana con malicia y mirando el cadáver del hombre enjuto -Alguien vino del Kinky Angel’s con rapidez a hablarme de tu incursión. Lamentablemente has venido antes de lo previsto y no hemos tenido tiempo de prepararnos. Así nos fue...-.

-¿Por qué...?- Alcancé a preguntar entre jadeos.

-¿Por qué no?- La anciana se río con una tos ronca por el consumo excesivo de tabaco -Son materia prima barata, gratis mejor dicho. Son mano de obra que nadie extrañará-.

-Su... Su familia sí...-.

-Con el paso de los años les olvidarán. Ellos, en cambio, tendrán vidas importantes. Satisfarán los deseos de personas con dinero, o quizás llegarán a ocupar puestos de importancia en algún dormitorio- Me miró con condescendencia por un instante -Una lástima que tú acabes aquí. Eres exótica y...-.

No podía más. En un último gran esfuerzo, descargué los dos disparos de la recortada sobre esa vieja hipócrita.

Miré al niño.

-Vete... Eres libre...-.

Él se acercó con timidez, pero muy probablemente al tanto de que en efecto era libre y podía regresar con sus padres.

Sentí mucho frío de repente.

Los seis niños se sentaron a mi alrededor y noté el reconfortante abrazo que me regalaron en su conjunto.

A lo lejos, se escuchaba la sirena de una patrulla.

Esta ciudad es un puto vertedero. Tienes que quererla para vivir aquí... O simplemente puedes morir por ella, después de un suspiro final.

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Motel


Kinky's Angel


Estación de tren


El barco


La protagonista anónima


La casa del niño.


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