domingo, 16 de junio de 2019

Yuxtaposición

Dos semanas, catorce días, 336 horas, 20160 minutos, 1209600 segundos. Te pienso en cada instante y no te encuentro ¿Qué has hecho con mi vida? ¿Por qué has tenido que invadir mi corazón de esa forma? ¿Acaso no ves que sin ti no soy más que una gota insignificante de agua que mora en un árido desierto? Apareciste en mi vida como una luz en medio de un precipicio oscuro y te has ido de ella como la sombra del viento.

Ni siquiera el humo del último cigarrillo que robo del paquete que has dejado en la mesa de noche me hace toser. Ni siquiera eso consigue sacarme de la catatonia en la que llevo horas y desde la que solo se escapan mis indómitos dedos hasta ir a golpear, como lo hacen en mi sien esas palabras, las teclas del teclado lleno de ceniza. Ni siquiera el gélido recuerdo de tu despedida podrá hacerte saber cuánto he llorado por ti, cuánto he sufrido porque nunca me dijiste un simple adiós.

Cansado, obstinado, hastiado, abyecto, irreductible, triste, iracundo, asustado, irascible, apagado, nervioso, inexistente, asqueado, desilusionado, destrozado, vil, pulverizado… Y ahora sin la llama de tu fuero. Mi alma fue un campo abierto para el virus de tu amor, me contagiaste de cariño, de pasión y de ilusión. Infectado por tus besos con síntomas de veneración, he sido como una clínica para enamorados cuyo diagnóstico es la mera pasión. Epidemia de caricias, cuarentena de gemidos, taquicardia de jadeos, erupciones de emoción. Sin cura para mi locura, sin remedio ni control, desahuciado a una cura que no fuera tu corazón. Historial de antecedentes que aún guardo en algún rincón, ahora vacunado contra tus ojos he aprendido a alejarme de todo lo que me cause dolor. Jarabe contra tus besos, inyección contra tu calor, antiácidos a tu sabor, gotas contra tu hermosa visión. Vacunado contra promesas, anestesiado mi corazón, profilaxis para mi alma, prevención contra tu intención.

Pero todo eso quedaría en nada si tan sólo volvieras, si tan sólo regresaras a mi humilde casa cerca del mar.

Con los mismos ojos que he vuelto a abrir otra mañana más al ritmo de tu cantinela mientras cedo al agua el placer de acariciarte, releo frases vidriosas por lágrimas que solo dejo caer, resbalar sin pared hasta que recalen en mis labios sellados por decepción y desdén. Mis dedos temblorosos los abrirán tentándolos con el elixir etílico que ansiosos esperan adormezcan la sensación a la que dejaron paso y sigue atrincherada en su garganta esperando salir como torrente de desesperación. Aparto mi flequillo y no puedo evitar un escalofrío que me lleva hasta el recuerdo de cuando son tus dedos los que lo echan a un lado para comenzar el recorrido que tu lengua culmina con una lucha con la mía robándome un suspiro. Me pierdo en la primera vez que me escondí tras él evitando la mirada cazadora y ensayada que lanzabas aquella noche, la que me consiguió atrapar y enamorar. Tantas veces me he perdido en ella, tantas noches me he dormido mecido por su brillo y en tantos momentos he buscado su complicidad, que me parece increíble que ahora solo evocarla me pueda hacer sangrar.

Aún retumba en mi sien el chasquido que provocó el puñetazo que diste a mi corazón y sin embargo acabas de fulminarlo con solo esparcir ante mis ojos la estela de tu partida. Todavía quedan surcos del camino de mis lágrimas y sin embargo he recordado cuando recorrías esa piel con caricias eternas. Mi cuerpo aún añora tu deseo, pero has erizado mi piel provocándome de nuevo, provocándome como siempre de lejos. Recuerdo cuando quise darte mi alma y cuando estuviste a punto de dejar que te la entregara, cuando quise parar el tiempo para saborear fugaces momentos; y al pensar en tu sonrisa no he evitado recordar el olor de tus cabellos, el sonido de tus susurros y lo reales que fueron los sueños. Tus frases te anuncian en mis recovecos, tu presencia es proclamada alborotando mis instintos. Recordando lo que fue me quedo con lo mejor, pero aún así no puedo ni quiero olvidarte.

Te siento, te anhelo, te quiero, te recuerdo en este olvido que quiero desterrar, recuperarte en mi memoria, cada día, cada tarde, mientras las noches nos arropen, por siempre jamás. Sin embargo debo aceptar que te has ido de mi vida. Miseria de mi alma no poder darte los buenos días durante cada mañana, no poder admirar la melodía de tu respiración al dormir.

El último de tus cigarrillos se ha agotado.

Lástima no ser él, pena no poder contestar a tus besos, incertidumbre saber si él te amará tanto como yo a ti, certeza de que yo aún así te volveré a amar.

______________________

Tu aliento en mi nuca consigue hacerme perder, sabes que cuando tus manos se acercan a mi ombligo eres tú el dueño, tu regalo mi placer. Sé que no podré olvidar cada una de las pecas que tantas noches besé, sé que no intentaré olvidar el olor de tu piel y sabes que nunca me podrás perder. Has aprendido bien, conoces cada rincón que mimar, cada caricia que dar y cómo provocar cada suspiro. Besas mis ojos entreabiertos mientras yo temo que lo vas a volver a intentar.

Me pides que me quede junto a ti para siempre, pero en tu corazón sabes que eso es imposible. Sabes que no puedo permanecer contigo, sabes que legalmente estoy atada a un hombre que no amo pero que sí respeto, sabes que mi anillo nunca me delató. Pero aún así eso no te importó. Me amaste y yo te amé. Tu cuerpo sigue embistiendo sin piedad, tu cuerpo tiembla y no tardarás en llegar, un nuevo vaivén y nuestro último final.

Recojo mis llaves antes de salir, miro tu cara mientras duermes y comienzo a recordar todas las veces que te he visto reír, las mañanas que he amanecido junto a ti, tu gesto al enfadar. Pienso que no seré capaz y solo quiero que tú me sepas olvidar. Susurro un te quiero y una vez más no puedo llorar.

Son las seis en punto y el sol aún no ha salido. Enciendo el penúltimo cigarrillo del paquete y lo olvido en la mesa de noche de tu habitación. Es la hora de marchar. Sonrío cuando veo el espejo de tu cuarto y recuerdo la felicidad que tenías cuando te lo regalé. Me despido del mar, de las playas de tu casa, de amaneceres sin par, del viento de levante y me voy a la ciudad, a esconderme entre los grises que me puedan cobijar, a enterrarme entre paredes que me dejen cicatrizar, a dedicarme a mi esposo e hijos que regresan después de una larga temporada de vacaciones.

Y ahora después de tanto tiempo por primera vez puedo llorar.



No hay comentarios:

Publicar un comentario