domingo, 27 de abril de 2025

Profesional

 

-Espera, no sé cuánto te han pagado, pero puedo doblarlo...-.

Jean-Pierre Petión no pudo terminar la frase. Una bala certera y directa en mitad de los ojos oscuros le derribó, dejando una ráfaga carmesí e irregular en el lienzo de la pared blanca.

Contempló el cuerpo inerte de su último contrato. Se trataba de un lugarteniente de la banda haitiana de Alexandre Bernard, dedicada al tráfico de drogas sintéticas. Era alguien dedicado a la distribución en las calles usando jóvenes de las barriadas del Southtown, algo que era rentable, dado que la paga era ínfima y además esos mismos chicos eran la cantera para futuros sicarios de vida corta.

Guardó la pistola en la funda bajo su gabardina de cuello alto, ajustó las gafas oscuras y abandonó la habitación. Jean-Pierre tenía especial predilección por los hombres caucásicos de piel pálida, así que frecuentaba tugurios especializados en tales menesteres. No fue difícil engatusarle y llevarle a una habitación de alquiler por horas.

Todos sostenían el mismo patrón. Suplicaban cuando se sentían acorralados y al albor de la muerte. Ese criminal le había ofrecido más paga, pero un contrato era un contrato, y debía cumplirse a cabalidad.

La policía corrupta no tardaría en hallar la escena del crimen, clausurando el edificio, hurgando en los registros del motel y buscando huellas dactilares. No hallarían ningún indicio sobre su culpabilidad. Estaba completamente confiado y seguro de ello.

El servicio de autobuses era un desastre, pero era indispensable. Había calculado de sobra el tiempo previsto para volver. Dos trasbordos, tres líneas y una treintena de paradas, para llegar a su destino. Calculaba que, tras semejante odisea, el recepcionista estaría tocando la puerta desvencijada de aquel cuchitril y anunciando que sus ocupantes lo debían abandonar inmediatamente.

Su hogar era modesto, pero le ofrecía todas las comodidades posibles. Dejó la pistola en un armario con doble fondo, donde también disponía de otros utensilios para llevar a cabo sus labores de limpieza: una escopeta de dos disparos, efectiva en las cortas distancias; un revólver con tambor para cinco balas, el último recurso en un tiroteo; un rifle con mira telescópica para los encargos a larga distancia; una docena de cuchillos bien afilados en caso de combates cuerpo a cuerpo… En suma, un surtido de herramientas compradas de modo ilegal, pero adecuadas.

Un teléfono negro y con un cordel de plástico sonó con el clásico ronroneo.

-¿Cómo ha ido?- Preguntó una voz afónica.

-Sin novedades- Respondió con tono neutro.

Colgó el auricular. No necesitaba decir más.

Los motivos cernidos en los encargos no le importaban. Infidelidades, corrupción política, rivalidad corporativa, viejas rencillas, cualquiera que sea la razón le era irrelevante. Lo único que importaba era el pago, aunque sospechaba que esta vez podría tratarse de un ajuste entre bandas rivales. Por el acento de su empleador temporal intuía que se trataba de alguien con vínculos en cierta república exsoviética, aunque eso obviamente era una conjetura.

Se dio un baño rápido, una de esas duchas con agua caliente y abundante. Cuando se estaba secando, su teléfono móvil personal sonó con impaciencia. Se trataba de un modelo compacto y analógico, del tipo que no dejaba rastro.

-Ha ocurrido un homicidio- Dijo Cunning, probablemente expulsando humo de tabaco.

-¿No tienes a otro?- Replicó con desgano.

-Estoy llamando a Lester, pero no responde. Así que te ha tocado estar a cargo-.

Sonrió levemente cuando apuntó la dirección. Condujo en silencio por las atiborradas avenidas y no tardó en llegar al lugar en cuestión. La marquesina intermitente de color púrpura anunciaba que se trataba de un motel abierto las veinticuatro horas de los siete días de la semana.

Ingresó con la confianza que le otorgaba su cargo y su discreción.

Un individuo desnudo y de tez negra era fotografiado por un forense.

-Inspector Vanicelli, acabaré en breve. Estaré en la morgue, por si quiere ver la autopsia y conocer algún adelanto, aunque el resultado creo que es bastante evidente-.

Asintió y se agachó para ver su obra. La sangre en la pared se había oscurecido. Tenía muchas ideas para dar carpetazo a este asunto.

Vincent Vanicelli era muy creativo a la par que profesional en sus dos empleos.

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