Capítulo III.9
-Cada seis horas terrestres visitamos al
Primero. Tenemos que cuidar de su salud- Comentó 67802 con expresión preocupada.
-Eso es cuatro veces al día según el
movimiento de rotación de la Tierra- Agregó 45901.
-En realidad no, 45901. Un día terrestre
tiene exactamente 23 horas, 56 minutos y 4 segundos-.
-En efecto, 67802. Olvidé el tiempo que
requiere la Tierra para avanzar en su órbita. Ruego que disculpes mi gravísimo
error-.
Mientras la singular pareja discutía, los
cuatro cautivos se hallaban sorprendidos por el entorno que les rodeaba.
Avanzaban por un sendero estrecho, custodiado por montañas con grama
artificial. En ocasiones, el camino proseguía en puentes de piedra maciza que
se elevaban sobre riachuelos de agua cristalina. Laura se detuvo en uno de esos
puentes y vislumbró a un pez de piel transparente, que dejaba a la vista
diminutos engranajes y mecanismos. Más adelante, una estatua de radiante cuarzo
con la forma de un hombre desnudo y con barba, recogía agua de un manantial tan
sólo para expulsarla a un río mediante una vasija de jaspe.
Súbitamente, una de las gigantes máquinas
bípedas que habían visto durante la captura de Sombra de Deimos, apareció tras una montaña. Giovanni calculó que
mediría siete metros, aunque bien podrían ser ocho. Con grandes zancadas, pasó
sobre el grupo sin prestarles atención.
-No os asustéis, por favor- Suplicó 67802
–Usamos caminantes mecatrónicos para labores arduas como la construcción.
Nuestros hermanos los pilotan con maestría-.
El sendero terminó en una casa de aspecto
humilde, fabricada con bambú, troncos de roble y barro. No tenía ni puertas ni
ventanas. Tan sólo había una abertura estrecha, custodiada por otro sujeto
enjuto, análogo a los dos guías.
-Hola, 34982- Habló 45901 luego de hacer
una breve inclinación hacia adelante –Han llegado nuestros amigos. Salúdales,
por favor-.
-Buenos días, huéspedes. Me llamo Hiroshi
Iwata 34982 ¿Vienen a visitar al Primero?- Dijo el aludido, haciendo la misma
reverencia.
-Más bien, diría que nos han secuestrado-
Replicó Larry, con mirada torva.
-¡Eso no es posible! ¡El Primero os ha
invitado!- Protestó 34982, indignado.
-Os imploro que paséis- Intervino 67802,
tratando de sofocar los ánimos –El Primero os espera muy ansioso. No temáis por
vuestra seguridad-.
El capitán navegante fue el primero en
entrar, tomando a Laura de la mano. La estancia era modesta y muy escueta. Un
ventilador de tres aspas giraba lentamente, movimiento que era acompañado por
el ruido tenue de una máquina insignificante. La máquina tenía una pantalla
que, a todas luces, registraba el pulso cardíaco de una persona.
Esa persona se hallaba sentada en una
silla de mimbre. Su cabello era blanco como la nieve que cubría las altas
montañas de la vieja Tierra, su rostro estaba marcado por arrugas similares a
las olas de las playas, sus vidriosos ojos alargados mostraban una emoción
indescriptible. A la altura de su muñeca derecha, una aguja había penetrado en
la frágil carne y le suministraba un líquido transparente desde un gotero
situado en un pedestal a su derecha.
-Sed bienvenidos…- Dijo el anciano, con
voz cansada y rota –Os he esperado desde hace muchos, muchos años… Os pido
disculpas por el modo en que habéis sido traídos a mi presencia… Mis hijos
pueden llegar a ser muy crueles…-.
-No nos han dicho nada sobre nuestra
tripulación- Habló Van der Meer.
-Se encuentran a salvo en nuestras
instalaciones…- Una sonrisa insignificante dejó ver los dientes blancos del
octogenario –Creo que tendré que darles una buena reprimenda a mis hijos por el
trato que os han dado-.
-Han amenazado con matarme- Dijo el
capitán, sin ceder su postura.
-¿Ellos?- La risa del anciano fue
prolongada por una fuerte tos –Son inofensivos- Llegó a decir, una vez calmado
el ataque.
-¿Ha sido usted quien envió el mensaje?-
Preguntó Laura, impaciente.
-Sí. He sido yo… He soñado tantas veces
con este momento… Es el único que no he podido ver en mis viajes… Una paradoja
temporal, sin duda-.
En ese instante, la científica se percató
de la presencia de un objeto singular situado en la esquina del caseto. Se
trataba de un púlpito emplazado sobre una plataforma circular. Una precaria
mampara rodeaba el dispositivo y, en algunos puntos, se evidenciaban signos de
óxido, abolladuras e impactos de bala. A simple vista, era difícil adivinar el
propósito de semejante aparato.
-Veo que le interesa…- Mencionó el anciano
–Si el Sr. Van der Meer dispone de una flota de galeones espaciales para el
comercio entre Selena y la Tierra, yo tuve la suerte o la desventura de crear
la única máquina del tiempo para viajar a través de milenios de historia…-.
-¿Máquina del tiempo? Eso es imposible-
Dijo Larry, con sarcasmo.
-No lo es…- Hizo una pausa para aclararse
la garganta –Si tenéis tiempo, os solicito fervientemente que escuchéis mi
relato…-.
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