Capítulo III.8
Laura despertó en una cama blanda, rodeada
de suaves cojines y situada en el centro de una habitación con paredes celeste.
Vestía un camisón color crema y largo, y no estaba asustada.
Cuando recordó lo que había pasado, hizo
una minuciosa inspección de su cuerpo. Se desvistió con toda la tranquilidad
que pudo reunir, tocó cada rincón de su piel y no halló nada extraño. Se vistió
y decidió sentarse para pensar ¿Qué había pasado exactamente? ¿Dónde estaba?
¿Cómo había llegado allí? ¿Qué había sido de Giovanni? ¿Y su equipo?
Un puerta se abrió ¿Había una puerta en la
habitación? No la recordaba.
Accedió a un pasillo pulcro y sin puertas.
Cuando volvió la mirada, la puerta que llevaba a la habitación había
desparecido. Sólo existía un camino largo que conducía a un horizonte negro.
Decidió avanzar. Pronto, el horizonte negro se reveló como una nueva puerta. A
simple vista, se podría decir que era de caoba, pero eso era imposible. La
madera había sido erradicada por la plaga gris. No había modo de…
La puerta se abrió con el chirriar de
bisagras mal aceitadas. Laura avanzó un paso y luego otro, hasta llegar a un
salón ataviado con suelo de mármol dorado, candelabros de plata y una mesa
circular. El salón estaba adornado por una docena de armaduras con espadas relucientes
y pesados escudos. Alrededor de la mesa, Laura pudo ver a tres figuras
conocidas. Van der Meer, Larry y la mujer del clero vestían con el mismo tipo
de camisón y estaban igual de confundidos.
-¡Laura!- Fue la efusiva respuesta del
capitán, nada más verla. Le abrazó con fuerza –He temido lo peor-.
La científica le correspondió.
-¿Alguien sabe lo que ha pasado?-
Interrogó, cautelosa.
-No. He despertado hace poco en una
habitación muy curiosa. Me pareció que no tenía puertas-.
-No las tenía, en efecto- Intervino Larry
con voz átona.
Un portal se abrió y desde una luz intensa
emergieron dos siluetas de igual estatura. Por un momento muy breve, los ojos
de Laura se entornaron y no pudo divisar a la pareja.
-Los cuatro sujetos están aquí- Dijo una
de las siluetas.
-Es evidente. Si no estuvieran aquí,
estarían en sus aposentos y nosotros no estaríamos aquí- Habló la segunda
silueta.
-Excelente observación, 45901-.
-Gracias, 67802-.
El portal se clausuró muy despacio y, una
vez acostumbrada la vista a la normalidad, Laura pudo ver a dos hombres
idénticos, con los ojos rasgados, de baja estatura, cabello desordenado y
piernas cortas. La científica pensó que se trataba de dos hermanos gemelos y,
ante la evidencia, llegó a la conclusión preliminar de que eran humanos.
-¿Quiénes sois vosotros?- Preguntó el
capitán, con precaución.
-Las predicciones hablan de dos
posibilidades. Una. Usted me agrede. Dos. Usted le agrede a él. En ambos casos,
usted muere. Le pido por favor que no lo haga- Dijo uno de los dos hombres, sin
inmutar el rostro.
-67802 tiene razón, Sr. Van der Meer. No
haga locuras- Convino el segundo.
-Parece que nos conocen, pero no nos han
presentado- Les reprochó Giovanni.
-¡Ah! Perdonen nuestra mala educación. Mi
nombre es Hiroshi Iwata 45901 y él es Hiroshi Iwata 67802. Encantados de
conocerles-.
-¿Qué significa el número?- Interrogó
Laura.
-El número es parte de nuestro nombre. Yo
soy 67802 y él es 45901. Las diferencias saltan a la vista. Son evidentes-.
-Son evidentes- Acordó 45901.
-Debo admitir que estoy confundida… ¿Dónde
estamos?- Laura sintió un repentino dolor de cabeza.
-En Ganímedes, naturalmente. Les hemos
llamado ¿no recuerdan?- Respondió 67802.
-Vengan con nosotros, por favor. El
Primero nos espera- Habló 45901.
-¿Quién es el primero?-.
-Nosotros somos 99999. Pero antes de
nosotros hubo un Primero. Se llama Hiroshi Iwata 1. Con él somos 100000. Las
matemáticas no fallan- Prosiguió 45901.
-Las matemáticas no fallan- Apostilló
67802.
Laura persiguió a la singular pareja con
reservas, notando que Giovanni no dudaba en seguirla. Larry y la sacerdotisa
hicieron lo mismo. No había otra alternativa.
Contra todo presagio, no se sentía
amenazada o insegura en aquel sitio.
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